Francisco invita en la Misa del Gallo a “renacer del amor y romper la espiral de la codicia”

  • Para el pontífice “el cuerpecito del Niño de Belén propone un modelo de vida nuevo: no devorar y acaparar, sino compartir y dar”
  • “Jesús lleva de nuevo al hombre a casa, para que se convierta en un familiar de su Dios y en un hermano de su prójimo”, ha recordado Bergoglio

El papa Francisco prestó la Misa del Gallo en la basílica Vaticana con motivo del inicio de las celebraciones litúrgicas de la Navidad. Con una nueva iluminación con 100.000 puntos de luz, el pontífice adoró al Niño Jesús acompañado en la ofrenda floral por 12 niños de entre 6 y 10 años provenientes de Italia, Panamá, China, Japón, Rumanía y República Democrática del Congo.

La liturgia estuvo precedida del canto de la ‘Kalenda’, el anuncio de la Navidad, y concluyó con el traslado del Niño Jesús al Belén instalado en el interior de San Pedro. Una celebración en la que, junto algunos villancicos italianos también se ha interpretado –entre los cantos de comunión– una versión reelaborada del popular ‘Noche de Paz’.

Alimento de humanidad

En la homilía, el papa Francisco invitó a todos a hacer suyo el camino de ascenso a Belén que realizó la Sagrada Familia “para descubrir el misterio de la Navidad”. Y es que en la ciudad de David, frente a la “insaciable codicia” que “atraviesa la historia humana”, se produce un “punto de inflexión para cambiar el curso de la historia”. El “pesebre”, jugando con la etimología de Belén que es “casa del pan”, es símbolo de la presencia de Dios que dice “Aquí estoy para vosotros, como vuestro alimento”, ofreciéndose a él mismo. “En Belén descubrimos que Dios no es alguien que toma la vida, sino aquel que da la vida” frente al contraste del jardín del Edén. 

“El cuerpecito del Niño de Belén propone un modelo de vida nuevo: no devorar y acaparar, sino compartir y dar”; porque “Jesús lleva de nuevo al hombre a casa, para que se convierta en un familiar de su Dios y en un hermano de su prójimo”. “Ante el pesebre, comprendemos que lo que alimenta la vida no son los bienes, sino el amor; no es la voracidad, sino la caridad; no es la abundancia ostentosa, sino la sencillez que se ha de preservar”, añadió. “Renacer del amor y romper la espiral de la avidez y la codicia”, reclamó.

“En Belén descubrimos que la vida de Dios corre por las venas de la humanidad”, ha sentenciado Francisco, que ha invitado al cambio interior frente a las posesiones externas. Este es el ejemplo de María, José y los pastores que ha tenido a Jesús como “Pan del camino”, porque a Dios “no le gustan las digestiones pesadas, largas y sedentarias, sino que nos pide levantarnos rápidamente de la mesa para servir, como panes partidos por los demás.

Nunca estaremos solos

Belén es la ciudad en la que David “fue elegido por Dios para ser pastor y guía de su pueblo”, por eso el Papa ha invitado a todos a superar el temor que impide adoptar nuevos compromisos como fue el joven pastor que llega a ser el mayor rey de Israel. “El Hijo de David nace entre pastores para decirnos que nadie estará jamás solo; tenemos un Pastor que vence nuestros miedos y nos ama a todos, sin excepción”, agregó.

El pontífice a propuesto el ejemplo de los pastores de “cómo ir al encuentro del Señor”. Como ellos, “nuestra vida puede ser una espera, que también en las noches de los problemas se confía al Señor y lo desea; entonces recibirá su luz”. Frente a esto, hay quien solo confía en sus propias fuerzas, haciendo que su corazón permanezca “cerrado a la luz de Dios”. En este caso, “al Señor le gusta que lo esperen y no es posible esperarlo en el sofá, durmiendo”, señaló Bergoglio. Por eso los pastores corren al encuentro con Jesús –dejando solo al rebaño “se arriesgan por Dios”– y “salen a anunciarlo”. “Esperar despiertos, ir, arriesgar, comunicar la belleza: son gestos de amor”, concluyó Francisco.

Entonces será Navidad

Tras estas reflexiones, Francisco concluyó con una oración en la que invita a todos a comprometerse con el mensaje de la fiesta:

También nosotros, Señor, queremos ir a Belén. El camino, también hoy, es en subida: se debe superar la cima del egoísmo, es necesario no resbalar en los barrancos de la mundanidad y del consumismo. Quiero llegar a Belén, Señor, porque es allí donde me esperas. Y darme cuenta de que tú, recostado en un pesebre, eres el pan de mi vida. Necesito la fragancia tierna de tu amor para ser, yo también, pan partido para el mundo. Tómame sobre tus hombros, buen Pastor: si me amas, yo también podré amar y tomar de la mano a los hermanos. Entonces será Navidad, cuando podré decirte: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”.

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