Agustín Gabarre: “El pueblo gitano expresa su fe, no la intelectualiza”

  • Diácono permanente y de origen gitano, explica que la figura del diácono es “muy reconocida por el colectivo porque comprende sus necesidades”
  • “Al estar inmersos en las tareas de su ministerio, los sacerdotes no llegan a ambientes a los que los diáconos si lo hacen”

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Recién ordenado diácono permanente, Agustín Gabarre está casado, tiene un hijo y trabaja en una ong. Además, sus orígenes son gitanos, por lo que está muy ligado a la Pastoral con este grupo. “Durante mucho tiempo ha habido diferentes delegados que han trabajado en el acompañamiento de estas comunidades”, dice a Vida Nueva. Aquí, el papel del diaconado es “muy importante”, porque es la figura “más reconocida por el colectivo”. Una persona casada, con familia, con un trabajo fuera del ámbito eclesial, es reconocida por los gitanos “porque es alguien capacitado que tiene a su familia y a la vez comprende las necesidades del colectivo”.

Así, la evangelización, la coordinación de iniciativas, la realización de ponencias, encuentros y peregrinaciones se convierten en la manera de evangelizar. Y, si bien “uno es diácono desde que se levanta hasta que se acuesta”, en el trabajo, con la familia y los amigos, “es una vida de servicio” llevada con “esa actitud particular, evangelizadora” y, por supuesto, “compatibilizarlo todo esto con la vida de la parroquia”.

“El sentir del pueblo gitano en cuanto a la fe es particular”, señala Gabarre, al igual que “lo es el sentir de los muchos grupos que conforman la Iglesia”. Es, para Gabarre, una fe expresada de una manera “más sentida, más desde el corazón”. “Está claro que entre los gitanos del sur y del norte la manifestación también es distinta, pero siempre es una fe que no busca ser intelectualizada sino expresada”, explica.

Diaconado y sacerdocio, vocaciones diferentes

Es bastante común establecer el diaconado como una suerte de remedio para suplir la falta de vocaciones al sacerdocio, pero para Gabarre esto es un error. “Un diácono permanente no es un cura de segunda, ni viene a suplir la figura clerical”, apunta, a lo que añade que “el diaconado es un ministerio propio, donde no se tienen las mismas tareas que un sacerdote, como la celebración de la eucaristía”. Y es que “un diácono bendice, no consagra”, y sus tareas están enfocadas a “animar y llevar la pastoral”.

Esta diferencia dentro de la misión de cada una de las ordenaciones es lo que hace tan importante, para Gabarre, a la figura del diácono dentro de la Pastoral Gitana. “Actúa como nexo, ya que el diácono es una persona que está en el mundo, que trabaja y tiene familia y que puede llevar el mensaje de una manera diferente a la del sacerdote, que al estar inmerso en las tareas propias de su ministerio en ocasiones no está tan cercano a algunos ambientes a los que los diáconos si llegan”, dice.

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