Julio Llamazares: “La suma de las catedrales sería el alma de España”

El escritor Julio Llamazares

Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955) emprendió en septiembre de 2001 un “viaje en el tiempo y la geografía” que le debía llevar a visitar setenta y cinco catedrales. “Todas las de España, sin contar las que lo fueron y ya no lo son”, puntualiza. Dejó fuera también las concatedrales, a excepción de Roda (Huesca), “por mi debilidad por ella”, explica. Un peregrinaje literario –y sin parangón– que da por finalizado veinte mil kilómetros y diecisiete años después, con la publicación de ‘Las rosas del sur’ (Alfaguara). “Me ha movido mi pasión hacia las catedrales, la fascinación que me producen, mi gusto por la literatura de viajes y, ciertamente, mi deseo de conocer mejor España. Ha sido realmente un viaje por España a través de las catedrales”, afirma a Vida Nueva frente a la catedral neoclásica de Cádiz.

Precisamente, la catedral de Cádiz forma parte de las treinta y tres catedrales de la mitad meridional de España –desde La Almudena (Madrid) hasta la de San Cristóbal de La Laguna (Canarias)– que protagonizan ‘Las rosas del sur’, el segundo tomo de este monumental proyecto narrativo. “Esto es un libro de viajes, ni de historia, ni de arte, ni mucho menos de espiritualidad. Es literatura de viajes, aquello que Ortega y Gasset llamaba notas de andar y ver”, manifiesta el novelista leonés, quien publicó en 2008 ‘Las rosas de piedra’ (Alfaguara). Entre ambos volúmenes suman 1.400 páginas. “Me gustaría que hicieran disfrutar a los lectores, como mínimo la cuarta parte de lo que yo he disfrutado. Y, sobre todo, que sirvieran de invitación al viaje. Si no a todas las catedrales, al menos a recorrer algunas”.

Cada catedral se transforma en una crónica donde el viajero entra, sale, mira siempre atento a capillas, tallas, altares, feligreses. “La catedral es el alma de piedra de las ciudades. Son como gigantescos libros de piedra, que si uno sabe leer, te cuenta muchas cosas. Son los edificios que más influencia han tenido generalmente sobre la propia articulación de la ciudad, no solo arquitectónica, sino urbanísticamente –explica–. Desde la puerta de la propia catedral, salen las calles principales, como ocurría en los principales templos romanos. Y refleja muy bien la historia, los cambios de identidad, sociales, culturales. Y eso se puede aprender muy bien mirando con atención las catedrales. No viéndolas, sino mirándolas, como enormes rosas de piedra que hay que ir deshojando pétalo a pétalo para captar todo su aroma y esencia”.

Esos sueños de locos

El viajero pregunta, vuelve a entrar, medita a veces y escribe siempre. “Fundamentalmente, este viaje me ha enseñado a entender mejor las catedrales, las ciudades y seguramente el país. La suma de todas las catedrales, esas setenta y cinco almas, serían el alma de este país de países que llamamos España. Me ha enseñado de arte, de arquitectura. Y sobre todo a mirar, a escuchar”. “Se trataba de contar lo que más me ha gustado –afirma el escritor–. He ido buscando la emoción de la belleza, las historias, la magia, los misterios que esconden las catedrales, no telúricos ni místicos, sino el propio misterio que lleva a la humanidad a construir estos monumentos tan fabulosos. Un canónigo de Sevilla dijo: ‘Hagamos un templo tan fabuloso que los que nos sucedan nos tomen por locos’. Así es, las catedrales no dejan de ser sueños de locos”.

Pocos viajeros, si existe algún otro, han trazado y culminado un viaje así. “Mi proyecto literario no es más que el sueño de otro loco que un día decide recorrer todas las catedrales. Cuando acabé, alguien me dijo que quizás era el único que se había propuesto algo así, y eso me hizo sentirme como un friki y preguntarme si estoy realmente loco. Pero lo he hecho por fascinación”. Y nadie, desde luego, ha descrito esas visitas con la pulsión y el talento de Llamazares. “Todo ese misterio de por qué en un momento dado la humanidad ha tenido la necesidad de representar en piedra su deseo, su ánimo de transcendencia, es lo que hace de estos edificios auténticas ensoñaciones y lugares de gran belleza y emoción. Y eso es lo que he tratado de transmitir. Junto con observaciones de un viajero que desayuna o que habla con los camareros”.

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