Ginés García Beltrán: “España tiene una deuda con Pablo VI”

  • “Su canonización es motivo de esperanza para la Iglesia”, dice el presidente de la Fundación Pablo VI
  • El obispo de Getafe entronca la ‘Iglesia en diálogo’ de Pablo VI con la ‘Iglesia en salida’ de Francisco

Ginés García Beltrán, en la catedral de Guadix en enero de 2018, tras conocerse su nombramiento como nuevo obispo de Getafe

A las puertas de la Fundación Pablo VI, de Madrid, su presidente, Ginés García Beltrán, nuevo obispo de Getafe, no disimula su satisfacción por una noticia muy esperada: el Vaticano acaba de comunicar que el papa Francisco ha firmado el decreto que reconoce el milagro atribuido a la intercesión de Pablo VI. “Me alegro muchísimo de que ya podamos invocarlo como santo, porque lo es”, asegura.

Una alegría que es doble, pues ese mismo miércoles, 7 de marzo, el pontífice argentino estampó también su rúbrica en el decreto de Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, asesinado en 1980. Se espera que ambos sean canonizados el próximo otoño (el 26 de septiembre es el aniversario de Pablo VI y en octubre se celebra la próxima Asamblea Sinodal, instancia colegial impulsada por él), aunque existe la posibilidad de que el pastor salvadoreño tenga su propia ceremonia en enero, cuando Francisco viaja a Panamá para participar en la Jornada Mundial de la Juventud.

Para García Beltrán, la canonización de Pablo VI “es un motivo de alegría para toda la Iglesia, y también de esperanza. Junto a san Juan XXIII, es el gran Papa del Concilio, el gran timonel, como alguien le ha llamado, para conducir a la Iglesia por ese primer posconcilio, que nunca fue fácil”.

El Papa de la modernidad

Sin dudarlo, el obispo reconoce en Montini “al Papa de la modernidad, porque la trajo consigo para la Iglesia”, y al mismo tiempo, “es un auténtico doctor de la Iglesia, porque él fue quien levantó el armazón y construyó todo el edificio del Concilio Vaticano II”.

Una tarea, abunda el prelado, que el pontífice afrontó “con un carácter verdaderamente martirial, porque le tocó vivir tiempos verdaderamente difíciles”. De ahí que una de las imágenes que más le gustan del papa que guió la Iglesia entre 1963 y 1978 sea una escultura que se encuentra en la catedral de Brescia, su ciudad natal. “Ahí se ve a Pablo VI con la capa, signo de la Iglesia, y caído, apoyado en la cruz de Cristo”.

La relación con la España de Franco no le evitó tampoco dosis de sufrimiento, incluso con momentos de alta tensión. “España tiene una deuda con Pablo VI, sobre todo por el desconocimiento que hay de su figura y su papel. Debido a la situación sociopolítica española, fue el gran desconocido en nuestro país. Por eso, darlo a conocer hoy es importante. Ya la Conferencia Episcopal, en colaboración con la Fundación Pablo VI le dedicamos un simposio a su figura y magisterio, pero tendremos que seguir dando a conocer su legado”.

Su legado: una Iglesia en diálogo

De cara a la Iglesia que ha entrado en el tercer milenio convulsionada en su interior y mirada con recelo desde fuera, García Beltrán cree que no se puede perder de vista la primera encíclica de Montini. “El primer documento de los papas siempre es programático y, quizás, podríamos resumirlo en su encíclica Ecclesiam suam (1964), en pleno Vaticano II, cuando habla del diálogo, de una Iglesia abierta al diálogo, y todo basado en su gran intuición, siendo todavía arzobispo de Milán, de qué es lo que tendría que ser el Vaticano II, de preguntarse ‘Iglesia, tú quién eres y tú para quién eres’, cuestiones que luego dieron pie a Lumen Gentium (1964) y a Gaudium et spes (1965)”.

“Esto marca la figura de Pablo VI: el amor a la Iglesia basado en Cristo, que es la luz de la gente y, por otra parte, con una Iglesia que también definió como servidora de la humanidad”, añade el obispo, que lo entronca con lo que hoy pide Francisco de “ser una Iglesia en salida, cercana al mundo para mirarlo con simpatía y poder salvarlo, una Iglesia que tiene como reto la evangelización y una Iglesia que está cerca de los pobres, y que Pablo VI apuntó en su Populorum progressio (1967), que marca un cambio de timón en la doctrina social de la Iglesia”.

No le pasa desapercibida a este joven obispo de gran proyección en el futuro de la Iglesia española el gesto de Francisco al anunciar, a la vez, la canonización de Montini y del arzobispo Romero. “Ambos son el fruto granado del Vaticano II, de la cercanía al pueblo, de la opción por los pobres, la imagen de una Iglesia para el mundo, para que todos se salven y lleguen a conocimiento de la verdad”.

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