Cinco claves para comprender qué ocurre en Zimbabwe

  • Un golpe militar busca forzar la salida del presidente Robert Mugabe y evitar que le suceda su mujer
  • El ala más ortodoxa de su partido quiere elevar a la presidencia a Emmerson Mnangagwa, cesado en noviembre por “traición”
  • Las comunidades cristianas lo ven como una “oportunidad” y reclaman un Gobierno de concentración nacional

El presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, y su mujer, Grace

¿Hay o no un golpe de Estado en Zimbabwe? ¿Dejará el poder Robert Mugabe, el líder africano que más tiempo lleva perpetuado en su poltrona? De un modo gráfico, en Vida Nueva buscamos ofrecer algunas de las claves para comprender qué está ocurriendo en Zimbabwe.

1. De héroe de la independencia a dictador

En 1980, el militar Robert Mugabe encabezó el proceso que condujo definitivamente a la independencia de Zimbabwe, dejando de ser la antigua Rodesia del Sur colonia británica. Tras una primera experiencia como primer ministro, pero, sobre todo, tras una guerra civil de la que en 1987 emergió como presidente, Mugabe aglutinó todo el poder. Su gestión ha estado marcada por la corrupción, de la que se ha beneficiado una élite política, económica y militar ligada a su persona, y por una penosa gestión económica, que ha lastrado a la mayor parte de su pueblo.

2. Una sucesión fallida

Como todo dictador, Mugabe ha fomentado en estas tres décadas el juego sobre quién sería su sucesor, aglutinando camarillas en torno a sí para fortalecerse… Todo apuntaba a su primer vicepresidente, Emmerson Mnangagwa, en su día jefe de la policía política y un claro representante de la ortodoxia del régimen, por lo que era el preferido del ejército. Sin embargo, en los últimos años, Grace Mugabe, la mujer del presidente, ha conseguido impulsar con fuerza su propia candidatura. El pasado 8 de noviembre parecía haberse allanado el camino, cuando convenció a Mugabe para que cesara a Mnangagwa, acusado de “traición”.

3. Un golpe “pacífico”

La respuesta del ala del régimen más cercana a los veteranos de guerra no se hizo esperar y, el pasado miércoles 15 de noviembre, en la madrugada, el ejército se hizo con el control de la televisión estatal y dejó a Mugabe bajo arresto domiciliario. Tras iniciarse un impeachment para conseguir la destitución del mandatario, de 93 años, se anunciaba que Mnangagwa pasaría a ocupar el poder.

Desde el primer momento, los militares negaron que se tratara de un “golpe de Estado” y enfatizaban que seguían reconociendo la autoridad de Mugabe, con el que buscaban una negociación por la que él mismo aceptara apartarse voluntariamente del poder. En esas horas convulsas, los rumores apuntaban a una salida inmediata del país de Grace Mugabe.

4. Aferrado al poder

La salida a la crisis parecía que se conocería este pasado domingo 19, cuando estaba anunciado un mensaje institucional de Mugabe a través de la televisión nacional. Pero, lejos de anunciar su dimisión, el presidente ha reclamado su legitimidad y ha tachado de “ilegal” la acción del ejército. Así, pese a haber sido cesado como líder por su partido, el histórico ZANU-PF, al menos sobre el papel, continuaría siendo el máximo mandatario del país.

De este modo, todas las posibilidades están abiertas, pero sobre todo hay dos: que el empeachment fructifique y el Parlamento fuerce la salida de Mugabe, o que este y su mujer consigan un apoyo (interno o externo) y la situación derive en un enfrentamiento violento. Todo ello sin olvidar que las próximas elecciones presidenciales son en 2018.

5. La Iglesia pide un Gobierno de concentración nacional

En un comunicado emitido estos días por el Movimiento Líderes Cristanos de Zimbabwe, al que está suscrito la propia Conferencia Episcopal del país, se llama a la paz y se ofrece como posible salida la conformación de un Gobierno de concentración nacional.

Y es que, pese al preocupante panorama, los representantes de las Iglesias católica, evangéliga, protestante y carismática creen que se está ante “una oportunidad para el nacimiento de una nueva nación”. Y es que, se denuncia, la era Mugabe ha supuesto una globalización de la corrupción, calculándose que el país pierde cada año por este motivo al menos un billón de dólares.

Además, los líderes cristianos consideran que ha proliferado en este tiempo una “política abrasiva y excluyente”, centrada en la cuestión identitaria racial y tribal, lo que “fragmenta y amenaza aún más la ya débil cohesión de nuestra sociedad”.

A nivel político, se observa que la Constitución “no es suficientemente respetada” y que la separación de poderes está cada vez más en duda. “Es esta falta de renovación democrática –se añade en la nota– y el resultante estancamiento, esterilidad y fatiga lo que ha culminado en la situación actual”.

“Todas estas –se concluye– son manifestaciones o síntomas de una enfermedad más profunda que ha afectado a la nación durante mucho tiempo”. De ahí que sea bienvenido un mínimo atisbo de cambio, vivido en clave de “oportunidad”.

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