“Chile, un hogar para todos”

El Comité Permanente del Episcopado entrega una carta pastoral a casi tres meses de la llegada del Papa y a menos de un mes de las elecciones presidenciales y parlamentarias.

“La damos a conocer hoy, 31 de octubre, al cumplirse 60 años desde que el papa Pío XII aprobó la existencia de la Conferencia Episcopal de Chile. Agrademos al Señor por este regalo de la comunión y sinodalidad que nos ha permitido a los pastores de la Iglesia en Chile discernir juntos los mejores aportes a la patria que amamos”, expresó Santiago Silva, obispo castrense y presidente del Episcopado chileno, al presentar la carta pastoral Chile, un hogar para todos, firmada por el Comité Permanente, por encargo de la Asamblea Plenaria de obispos.

En poco más de 20 páginas, el núcleo de su contenido se desarrolla en tres capítulos: “Una mirada crítica y esperanza a nuestro hogar”, “Un hogar que se incorpora a su entorno”, y “El humanismo cristiano”.

Aunque la carta está fechada en la conmemoración de san Francisco de Asís, el 4 de octubre, los obispos eligieron este aniversario para hacerla pública, atentos a posibles cuestionamientos por la proximidad de elecciones y de la llegada del Papa. “A pocos días de las elecciones presidenciales, parlamentarias y de consejeros regionales –expresó también Silva–, y a pocos meses de cumplir 200 años de la batalla de Maipú que nos regaló la independencia nos parece pertinente proponer un camino para Chile, repensando el tipo de sociedad que estamos construyendo y que queremos heredar a las futuras generaciones. Lo hacemos desde la centralidad de la persona humana, de su vocación y misión leídas a la luz de los valores del Evangelio”.

Se trata, pues, de un aporte a la reflexión en el país en un momento crucial, hecho desde “tres criterios –Jesucristo, la persona y su dignidad, y el servicio a la sociedad desde el Reino de Dios– (que) son esenciales en nuestra vocación y misión de discípulos de Jesús, agregó Silva–. Ellos nos inspiran e impulsan a ofrecer la presente carta como discernimiento del Chile que soñamos en cuanto ciudadanos de este país y en cuanto obispos de la Iglesia Católica”.

En ella no dejan de abordar temas que en los años recientes han sido controvertidos y relevantes en la discusión pública, incluso en la formulación de leyes de la república: la familia, el aborto, las uniones civiles, el divorcio, el género; la pobreza, la desigualdad, la primacía del lucro y el dinero; la violencia, la droga, la crisis de confianza.

Respeto… dignidad…

Luego de indicar los conflictos y ámbitos problemáticos en el país, ofrecen su propuesta orientadora para la construcción social, económica y política: el humanismo cristiano. Así lo presentó el obispo presidente en su exposición: “El elemento relevante del humanismo cristiano es la conciencia de que somos «creaturas de Dios», partícipe de una vida humana que hemos recibido como don inmerecido y que tenemos que respetarla desde su inicio hasta su término natural. Los que compartimos la fe en Cristo tenemos la certeza de que el Hijo de Dios, al hacerse hombre (Jn 1,14), nos regaló con su vida, su muerte y su resurrección la condición «de hijos de Dios» y «de hermanos de los otros». De Él también procede la capacidad de considerar todas las demás creaturas como dones de Dios y así colaborar para que ellas estén al servicio de todos en la sociedad. Todo bien material tiene una hipoteca social que hay que saber corresponder y promover”, dijo.

El Comité Permanente de la CECh presentando la carta pastoral “Chile, un hogar para todos”.

“De este humanismo cristiano –agregó Silva–, brotan las formas siempre nuevas de conducirse que tienen que ver con el respeto a las personas por el simple hecho de ser tales, con el cuidado de su vida física y espiritual y con la promoción de su dignidad. No nos podemos refugiar en nosotros mismos, en un mundo individualista que procura la satisfacción de todas sus necesidades sin importarle el otro, incluso más, en detrimento evidente de los otros. Más evidente es esta forma destructiva de vivir cuando persiste una vergonzosa desigualdad, en muchas dimensiones, que nuestras ciudades dejan al desnudo al recorrerlas en toda su extensión. Somos testigo de ello. Esta inequidad nos preocupa y los síntomas que asoman con fuerza en sucesivas manifestaciones de descontento generalizado, denuncian que el abuso de poder y la idolatría del dinero se han convertido en razón de vida para muchos”.

Y concluyó señalando que “solo reconociendo nuestra identidad de «personas con vocación de comunidad» podemos recuperar las confianzas, “no sólo en el ámbito político, sino también en los diversos campos de nuestra vida, incluyendo el religioso”.

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