El pastor y la mina de oro

El obispo de Jericó se suma a quienes se oponen a la minería a gran escala en el municipio antioqueño

“Hace un año vino AngloGold Ashanti a hablar conmigo. Me dijeron: ‘Monseñor, vamos a tener que cambiar de lugar, porque en donde llevamos 10 años en exploración hemos encontrado oro, pero pepitas dispersas, no la veta o filón que nos permita hacer una mina; no es rentable’. Yo, honestamente, sí dije: no estoy de acuerdo con la minería, pero para mí es más peligrosa la minería ilegal. Me dijeron: “vamos a sellar porque esto no da para nadie, el oro está disperso” y se fueron para otro lugar.

Entonces, cuando llegaron los benedictinos, quienes tenían prevista construir un monasterio en el municipio, hablaron con Corantioquia y con la Secretaría de Minas del departamento y les dijeron: “están excavando allá arriba y nosotros queremos construir allá abajo y queremos una mínima garantía de que hay agua y de que el agua no se contamine”. Los de Minas se quedaron callados y Corantioquia dijo: “no se los podemos garantizar”. Porque el tema ambiental no ha entrado todavía; la exploración se puede hacer sin tocar el tema ambiental. Ellos no podían garantizar si se acabaría el agua ni si sería contaminada o no. Los benedictinos desistieron del proyecto porque qué más hacían. Venirse para acá, a no tener agua o a tenerla mala, no valía la pena”.

Según el Gobierno, lo que ustedes hacen con el No a la minería es lesionar la economía. Son gobiernos que solo encuentran las soluciones a los problemas con oro.

Hay un tema más complejo, el de los hidrocarburos. Si hay petróleo habrá que explotarlo, porque en 100 años no se va a necesitar. En Holanda ya se decidió que en 2025 no se podrán vender carros ni de gasolina ni de diésel, y están levantando cada 100 metros una estación para conectarse eléctricamente. Evidentemente, ese es el futuro. Pero están los hidrocarburos ahí y son necesarios en este momento.

Hay una minería que es necesaria y hay que sostenerla. Hablo de hidrocarburos. Si en el desierto de la Tatacoa encuentran oro, que escarben allá; no hay problema. Por eso hablo de que minería sí, pero no sin contar con comunidades, con contaminación no solo de mercurio sino de otras cosas, con manejo malo de nacimientos, con utilización de Fuerza Pública para protegerse en contra de los campesinos del entorno. Eso es ilegal. Y luego: no aquí, porque la geología de Jericó y de este suroeste es especial. Jericó, Támesis, son esponjas que producen agua por montón. Acá hacemos un hueco y usted encuentra agua.

No podemos atacar una geología frágil. No estamos hablando de montañas de cinco millones de años, que ya son roca; acá hay montañas de rocas sueltas. Hace 150 años se inició Jericó, al frente, en La Felicina, cuando vieron un vallecito, lo más lindo, y dijeron: vámonos para allá; y se vinieron, pero no había estudio de suelos ni nada. Está comprobado que en la Normal quisieron hacer las columnas para fundamentar la edificación y tuvieron que bajar a 18 y 20 metros de profundidad para encontrar roca; todo era piedra suelta, barro y troncos podridos. De hecho, los obreros jericoanos a los que contrataron empezaron a escarbar y al momento dijeron: yo no me meto, es muy peligroso; entonces trajeron negritos del Bajo Cauca, y esos se metieron a 18 y 20 metros en unos huecos del tamaño de un tonel para poder fundamentar las columnas que tiene la Normal, que es muy firme estructuralmente. Decía el ingeniero: le garantizo, padre, que esta montaña hace 300 o 500 años se vino la mitad y se chorreó. De hecho, acá al frente, toda la mitad de la casa de la curia y la siguiente, que era la policía, se chorrearon en el año 47.

Estamos sobre un colchón. Un temblor no hace tanto daño, pero un descuido con las aguas sí se lleva todo, como ya se demostró.

¿Los pobres de Jericó estarían amenazados por estas explotaciones?

Yo creo que sí. No inmediatamente. A largo plazo. Para mí, no es decir: no a la minería, sí a la vida, sí al agua, sí a la naturaleza, porque debemos ser conscientes de que el campesino que lava mal el café contamina; de que el campesino que se dejó negociar por la Federación de Cafeteros, y usó fungicida, herbicida e insecticida, mata la vida a 50 centímetros o un metro; escarba y no encuentra una lombriz en ninguna parte. Entonces, para que esa tierra produzca, tiene que echar abonos químicos. Estamos matando para tener que abonar. Monsanto está feliz. La Federación de Cafeteros le hizo el paseo a Monsanto, si no volvemos a cultivos orgánicos a poner la sombra. Porque era que las hojas se caían de los guamos, de los carboneros, fecundaban la tierra, había hormigas, insectos; no se hablaba de roya ni de esas cosas. Pero cambiamos el esquema por la ambición, por producir rápido, para poner estos cafetalitos al sol constante y se quemó la tierra. Somos depredadores e inmediatistas. Da ambas cosas, si se juntan, resulta lo peor.

¿Se impone, por consiguiente, una pastoral que estimule el nacimiento de una nueva cultura?

El tema es muy complejo, porque yo llegué a la diócesis y no había nada. Entonces, lo primero que hice fue enterarme, ir a reuniones. Luego, con la mesa ambiental, con la ciudadanía, hace un año largo sacamos una cartilla de la Laudato si’, para divulgarla, cogiendo 51 párrafos y poniéndolos asequibles, con una pequeña introducción y unas preguntas al final. Esa fue una tarea que yo le repartí a todos los párrocos. Pero fue muy lento en la conciencia social de ellos, porque no los formaron para esto. Ninguno vio pastoral social cuando estudió. Ahora es obligatorio que en el seminario haya pastoral social, ecología, dentro del tema de teología moral y solución de conflictos. Eso le va dando al nuevo clero una nueva visión. Con el antiguo clero la norma que yo he puesto es clara, el que reciba plata de la minería pierde la parroquia, mientras no lleguemos a definir que no va a afectar absolutamente nada, que ese va a ser un sitio donde no se puede hacer ninguna otra cosa, que no afecta las montañas geológicamente frágiles del entorno. Puede ser que en alguna parte exista esa posibilidad. En el suroeste lo veo muy difícil, porque todos somos ventana sobre el río Cauca. Si estuviera por acá Caucasia, podría ser; pero uno va y mira la minería allá y ese no es ningún modelo. Entonces es un tema complejo. Pero creo que es una tarea urgente de la pastoral social que no sean solamente pequeños proyectos de beneficio del campesino; hay que hacerlo, pero con conciencia social, es una tarea que se está empezando. Es muy lenta, porque es mucho más difícil eso, que aparecer con cosas ya. Ahí vamos.

Hay otro tema que tiene que ver con la diócesis y no lo solo con Jericó. Y es que este sector de Antioquia nació con la minería: Andes, Santa Rita, Caramanta. Hay que ser conscientes de que era minería de barequeo y de pequeñas minas artesanales; ahí nunca hubo dinamita ni cielo abierto. Todavía hoy hay un tema y el viceministro tendrá que hablarnos de esto: y es de la formalización, que es un tema del Ministerio de Minas, pero creo que no han avanzado casi nada. Los mineros artesanales no son mineros ilegales, ¡ilegales son los de las dragas y todo esto!

Vea el reportaje completo en Vida Nueva Colombia 174

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