“Una Vida Consagrada pobre, para los pobres, desde los pobres y con los pobres”

En un continente convulsionado como América Latina se necesitan testimonios fuertes que acompañen a la gente que sufre. Frente a esta realidad, la presidenta de la Confederación Caribeña y Latinoamericana de Religiosos, la hermana Mercedes Sánchez Casas, está convencida que los consagrados “tenemos que salir con la gente a manifestarnos pacíficamente”.

Mercedes Casas Sánchez, presidenta de la CLAR religiosos América Latina

Entrevista GABRIELA LASCHERA
Producción y edición periodística NICOLÁS MIRABET

Oriunda de Baja California, México, la hermana Mercedes Casas Sánchez conoce al detalle la realidad de la Vida Consagrada en América Latina. Esta  religiosa, hija del Espíritu Santo, alterna su trabajo como superiora general de su congregación en México con la presidencia de la Confederación Caribeña y Latinoamericana de Religiosos – CLAR. Reelegida para este último cargo por la 18° Asamblea General de esta institución internacional –para el período 2015-2018–, sostiene con convicción que los religiosos latinoamericanos “quieren estar donde están las víctimas”. Y lo justifica sin dudar: “Porque la gente también quiere que nosotros estemos con ellos”.

De visita por Buenos Aires, en donde participó en mayo de la Asamblea Anual 2017 de la Conferencia Argentina de Religiosas y Religiosos – CONFAR, durante un momento de descanso, la presidenta de la CLAR dedicó un tiempo para conversar con Vida Nueva y con Canal Orbe 21.

A 10 años de la Conferencia del CELAM en Aparecida, ¿cómo ve la realidad de la Vida Consagrada en América Latina?

Aparecida nos dio un impulso muy grande, es un acontecimiento que ha vuelto a la Iglesia a lo esencial: el encuentro con Jesucristo. Ha sido muy hermoso rescatar expresiones e ideas que nos dan tanta vida como que Jesucristo es nuestro mayor tesoro que tenemos que contagiar. Como parte de esta Iglesia en camino, a partir de Aparecida hemos orientado nuestras fuerzas para que la Vida Consagrada sea un encuentro con Jesucristo, con los otros, con la vida y con las realidades que nos toca vivir. Somos discípulos misioneros que desde nuestros carismas nos queremos involucrar en esta invitación que se nos ha hecho a la Misión Continental: contagiar a Jesucristo.

En el Congreso de Bogotá de la CLAR de 2015 tomaron como ícono inspirador el texto bíblico de la Visitación de María a su prima Isabel, para representar la idea de “salir al encuentro”…

La CLAR camina siempre centrada en un ícono bíblico, porque la Palabra es nuestra referencia, es nuestra luz. El ícono de la Visitación nos ha dicho mucho, nos ha planteado una Vida Consagrada responsable en salida hacia el encuentro de la vida. Esa imagen bíblica aún nos ayuda a repensar dónde estamos, desde dónde tenemos que salir, hacia dónde tenemos que salir, cómo tenemos que salir. Así empiezan las pequeñas salidas; primero del yo al tú, y luego a las salidas periféricas, no sólo existenciales sino también geográficas. Hay que sacarle mucho jugo a esta actitud mariana.

¿Qué les ha dejado el Jubileo de la Vida Consagrada a los religiosos?

El Jubileo para mí no ha terminado. Creo que nos ha dado un impulso muy grande y nos ha cuestionado sobre el despertar. Despertar a una conciencia de nuestra consagración, de nuestra fraternidad y de la misión. El papa Francisco nos dice que lo propio de la Vida Consagrada es la profecía. Estamos invitados a vivir en situaciones cotidianas donde se nos pide dar la vida y el testimonio de saber estar con la gente. Lo que Francisco pide como gracia para la Vida Consagrada son dos cosas: la primera es la docilidad del Espíritu Santo y la segunda es aquello que nos pide en la Carta Apostólica con ocasión del Año de la Vida Consagrada: “Espero que toda forma de vida consagrada se pregunte sobre lo que Dios y la humanidad de hoy piden”.

 

Clamores que interpelan

¿Cuáles son los mayores clamores que los religiosos hoy deben atender en América Latina?

Esta profecía está aunada a otras profecías, una voz que se une a otras voces, sobre todo a las que vienen de la trata humana, de las mujeres, de los niños; el tráfico de órganos que va ligado al fenómeno de la migración; la problemática de la minería; el narcotráfico. Sin embargo, hay un clamor que nos preocupa especialmente: los jóvenes sin oportunidades. Porque es la vida de los jóvenes la que necesitan sentido. A su vez, ellos claman por una espiritualidad que les de sentido, que los mantenga en la vida y en la esperanza. Hoy los adolescentes son las víctimas, las presas fáciles para el narcotráfico y para las adicciones. Sino ¿cómo ayudarlos a recuperar la vida, la salud y la dignidad del cuerpo y del alma?

¿Cómo perciben los religiosos las realidades de corrupción, de injusticia, de violencia que se repiten en tantos países latinoamericanos?

Los religiosos nos sentimos interpelados por estas realidades. Nuestra espiritualidad y nuestros carismas tienen que involucrarse en lo que se está viviendo. Hay realidades muy duras de violencia, de muerte, de narcotráfico, de ingobernabilidad, de injusticias, de autoritarismo que se manifiestan muy recalcitrantes. Queremos estar donde están las víctimas, salir con la gente a manifestarnos pacíficamente. Porque la gente también quiere que estemos con ellos.

 

Una vida evangélica

¿Cómo vive hoy la Iglesia el pontificado del Papa latinoamericano y religioso?

El papa Francisco es el Papa que necesitamos en este momento. Como religiosos, lo admiramos, lo queremos, lo apoyamos y queremos dejarnos mover, queremos pasar de la admiración al cambio. Él nos escogió como CLAR en 2014, en una actitud de circularidad; nos dio todo el tiempo para conversar y nos impulsó a salir. Como siempre dice, prefiere una vida religiosa accidentada a que se quede cerrada y enferma de la profecía. Creo que Francisco nos está confirmando una Vida Consagrada pobre, para los pobres, desde los pobres y con los pobres; nos está haciendo reencantarnos y nos está mostrando un camino de santidad, el del que acompaña, el del que sabe estar con el hermano, el del que incluye.

Misa de clausura de la Asamblea Anual 2017 de la Confar

Francisco nos está hablando de una manera que entendemos. A veces lo que les dice a los cardenales, también lo podemos aplicar perfectamente nosotros. Admiramos sus gestos y sus palabras porque nos están moviendo a una vida más evangélica. Sin duda, lo apoyamos y oramos por él.

¿Piensa que su carisma como jesuita aporta algo al pontificado?

Aporta mucho. Especialmente en la línea del discernir y del escuchar al Espíritu. Cuando estuvimos con él, nos pidió vivir en un continuo discernimiento que nos saque de adentro acciones osadas, audaces, prontas.

¿Qué opina de las reformas que el Papa está planteando para la Iglesia?

No son fáciles, pero son reformas necesarias porque le van dando más transparencia a nuestra Iglesia. Las reformas se empiezan por un reconocimiento de lo que no es de Dios. El Papa con esto está siendo muy claro, y eso a la Vida Consagrada nos cuestiona muchísimo. Es un proceso doloroso, pero necesario.

 

Saber escuchar a Dios

¿Cómo ve el tema vocacional en las congregaciones?

Hoy las vocaciones no se ven con tanta facilidad; hay que tener ojos despiertos para descubrirlas. Lo que sabemos con certeza es que Dios sigue llamando, pero hay que crear más espacios para la escucha, para que los jóvenes puedan preguntarse por el sentido de su vida. Como Vida Consagrada estamos llamados a crear una cultura vocacional. Tenemos una responsabilidad vocacional de velar por la fecundidad de nuestros carismas y de nuestras congregaciones.

Durante una de las sesiones de la Asamblea Anual 2017 de la Confar

¿Y qué estrategias tienen pensadas?

Es muy importante el trabajo con los laicos, el compartir nuestra vida y nuestro carisma con ellos. Esto es algo que estamos potenciando cada vez más. Sin embargo, aún hay muchas cosas que tenemos que cambiar, pero lo esencial es el seguimiento de Jesús. Creemos que hay vocaciones y que tenemos que hacer un camino. Pero también creemos que no es una multitud de vocaciones las que van a venir. Igualmente, el tema vocacional no se trata de una cuestión numérica. El Papa dice que la vocación se da por contagio. En la medida en cómo estemos proyectando nuestra vocación religiosa, otros podrán pensar en una vida consagrada.

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