Religiosa defensora de los migrantes recibe el Premio Nacional de Derechos Humanos

 

  • La religiosa scalabriniana Leticia Gutiérrez Valderrama, quien fuera secretaria ejecutiva de la Dimensión Pastoral de Movilidad Humana en la Conferencia del Episcopado Mexicano, recibirá este sábado el reconocimiento “Don Sergio Méndez Arceo”

El Premio Nacional de Derechos Humanos “Don Sergio Méndez Arceo” será otorgado este día a la religiosa Leticia Gutiérrez Valderrama, defensora de los derechos de los migrantes, y quien fuera secretaria ejecutiva de la Dimensión Pastoral de Movilidad Humana en la Conferencia del Episcopado Mexicano durante seis años.

Hace poco menos de un año, tuve la oportunidad de platicar con la hermana Lety –como se le conoce–, sobre la difícil situación que viven los migrantes en México y Estados Unidos. En su calidad de Directora de la organización SMR Scalabrinianas y como una de las voces más autorizadas en el tema, habló de su trabajo, por más de una década, en favor de los migrantes, tanto de su quehacer detrás del escritorio, como del acompañamiento que da a las víctimas de las masacres o capacitando a los impartidores de la justicia para cambiar actitudes y renovar compromisos por los derechos de quienes están en camino.

A continuación reproducimos parte de la entrevista:

 

México tiene una deuda enorme

Lety Gutiérrez me recibió en la Casa que aloja a su organización en la colonia Peralvillo de la Ciudad de México. Su pequeña oficina es semejante a un gran despacho donde se atienden los casos más relevantes. Mapas de México, Estados Unidos y Centroamérica adornan los muros con un propósito concreto, según me explicaría. Sirven para ubicar a los migrantes, qué tan lejos están de sus orígenes e indicarles hasta dónde está la “tierra prometida”.

En la conversación descubrí a una mujer extraordinaria que da la vida todos los días para ser testigo de la resurrección de Cristo en el rostro de los migrantes. Y quise preguntarle de los frutos que podíamos esperar en la todavía reciente visita del papa Francisco a nuestro país.

 

–¿Cuál es la pedagogía del papa Francisco en su visita a México?

–El Papa vino a ver al otro cara a cara, que es lo más profundo; los seguidores de Jesús iban de persona a persona. Como tal, es una pedagogía del encuentro, lejana de los privilegios, hay necesidad de encontrar a quien está en el camino. El Papa rompió los protocolos con la gente humilde, demostrando esta pedagogía para mirar los ojos de los sencillos, levantando y bendiciendo. Desde la Pastoral de Migrantes es toda una escuela, ellos permiten el encuentro cara a cara que lleva al Señor.

 

–¿Cómo conciliar la “teología de las lágrimas” en el encuentro con el otro? ¿Cómo explicar que el dolor es también misericordia?

–Las masacres han lastimado a México. La Pastoral de Migrantes, como Iglesia, había advertido al gobierno mexicano de estas situaciones. Este país ha tenido tres grandes masacres de migrantes; la rabia y la indignación de las víctimas se vive desde la empatía con ellos. Estos días he encontrado a las familias de los asesinados en San Fernando. Esto nos conduce a ver la profundidad del dolor para hacernos vivir la solidaridad que no quedaba sólo en el asesinato de los migrantes, es la masacre de la humanidad entera. Quienes cometieron esto, dejan ver el grado de perversidad, degradación humana que nos horrorizó; sin embargo, en el don de las lágrimas está la esperanza de la resurrección que supera cualquier dolor. La experiencia con las víctimas lleva a vivir todos los días la resurrección. Las madres de los asesinados de San Fernando han pasado años de dolor, han deseado que Dios les quite la vida, pero el amor a los hijos hace ponerlas de pie para estar de nuevo en el camino.

 

–Misericordia y lágrimas. ¿Cómo proclamar la misericordia en medio de la violencia?

–Hemos tenido una evangelización de milagros, no del encuentro. ¿Cuántas escuelas religiosas imparten la materia de fe sin hacer vivo al Dios de la vida? Mientras la catequesis no permita tener como referencia que las acciones en favor de los demás conducen a los mismos hechos para hacer presente a Dios en los hermanos, si no hay claridad en esto, entonces no habrá referente alguno que impida a los criminales torturar y matar al otro. Al momento que esta evangelización nos haga vivir y ver que lo que hago repercute contra la humanidad y contra el Hijo del Dios de la vida, se transformarán las cosas, esto necesita cambiar.

 

–La fe hace ver al prójimo, al que está a nuestro lado, como imagen viva de Dios. Hay una crisis de valores y el Papa decía que Jesús nos invita a tomar conciencia. ¿Cómo hablar desde nuestra fe a aquellos que no creen como nosotros?

–Aquí hay principios éticos, universales. En nuestra organización, de inspiración católica, trabaja gente atea. Nos unen principios de respeto, reconocimiento y dignidad del otro. Desde la experiencia de los migrantes, la pedagogía aprendida es la vivencia ecuménica, interreligiosa e interdenominacional. Cualquier documento sobre el ecumenismo, lo vivimos de manera práctica. En cualquier Casa del Migrante encontraremos gente que se declara atea, y en lo profundo de su corazón y creencia en la humanidad, brota la necesidad de curar las heridas, ofrecer la mano a quien lo necesita.

 

–Desde la perspectiva de quienes son dirigentes de las comunidades, obispos y líderes, ¿la visita del Papa provocó confrontaciones?

–Más que confrontaciones, se dio evidencia de lo que vivimos. La postura de algunos obispos es lejana a la realidad; sin embargo, la Iglesia, Pueblo de Dios, se ha puesto en el camino. En 2007 había 37 casas del migrante, al 2012 existían 66 Casas o espacios donde los migrantes fueron acogidos con misericordia, acompañándolos en la defensa de su dignidad y respeto de sus derechos humanos. Las experiencias no venían de los obispos, sino de las señoras que veían pasar el tren y, junto con sus comadres, se organizaron para dar alimentos a los migrantes poniéndose también en el camino.

 

Hace unos días di una conferencia de prensa en Durango, señalando que los migrantes llegaban a la entidad, pero el pueblo no los ha visto. La pastoral ahí no se ha hecho presente. Una señora me llamó diciéndome: ¿Dónde los encuentro? Le dije, váyase a la plaza, ahí en la Catedral los encuentra, váyase a las vías. Esta es la Iglesia, Pueblo de Dios que, interpelado por el contexto, se puso en la disponibilidad para ir con el Señor y estar de la mano con Él.

 

–Sin embargo, hay indiferencia. ¿Qué necesitamos hacer para vencerla?

–El mensaje va a permear en algunos corazones y conciencias. ¿Qué tanto el discurso provocará un cambio? No creo en los cambios repentinos, habrá procesos y vuelvo a la Iglesia viva y activa interpelándose para saber qué más debe hacer por los migrantes. Los mejores comunicadores son ellos; las hermanas enamoran a otros para tender la mano, transmitir el mensaje y ver hacia el horizonte. El Papa dejó un mensaje profundo cuando estuvo en Juárez, frente a la Cruz. Sintetizó el mensaje de Aparecida, una Iglesia sin fronteras. La tarea del cambio debe permear, a vivirlo con el Dios de la vida y de la vida que está en torno a los migrantes y otras realidades dolorosas de este país.

 

–El Papa habló del sentido de la conversión, y México tienen una deuda enorme con los migrantes. ¿Qué pasa en el Estado mexicano, qué tenemos en contra de los migrantes?

–Tenemos un gobierno complaciente con la potencia norteamericana, con la política global de seguridad nacional en vez de la seguridad humana. El gobierno mexicano hace bien la tarea para el norteamericano. En julio de 2014, Obama declaró a Estados Unidos en crisis humanitaria porque le llegan 60 mil niños migrantes a la frontera sur. Fue un discurso que supo usar muy bien para que México y Centroamérica cierren la frontera sur, suspendan el tren y militaricen implementando la securitización en lugar de respuestas humanitarias e integrales en el contexto de desgracia de la población.

La consecuencia es el Plan Frontera Sur, es decir, el sur de los Estados Unidos desde México hasta Centroamérica. Este Plan hizo invisibles a los migrantes, ahora caminan por los senderos más inhóspitos y sin redes humanitarias, casas migrantes del camino que les quedan lejos. Nadie sabe qué les pasa. Hemos encontrado fosas clandestinas, cuerpos y más cuerpos sin identidad, no sabemos quiénes eran. El Plan Frontera Sur no impidió la migración. En febrero, la estación migratoria de Iztapalapa tenía más de cien niños migrantes, ninguno de ellos acompañado por sus padres.

Este sistema económico perverso está asesinando y provoca que la gente llegue a los caminos de muerte porque no tiene alternativas distintas. La política no está resolviendo las causas profundas de los migrantes para que tengan una vida digna, derechos sociales y trabajo con decoro.

 

–¿México está de rodillas ante la política norteamericana?

–Totalmente. El Papa nos dijo que debemos buscar el bien común. Mientras este sistema no provoque el desarrollo para todos y se continúe buscando el bien para pocos acentuando la desigualdad, se seguirá en la estampida, no se ve venir un cambio inmediato; en los discursos se leerá que México respeta y trata bien a los migrantes, y eso no es real. A los migrantes se les lleva a estaciones que son prisiones resguardadas como penales de máxima seguridad, con policías armados. Un migrante no es un criminal, comete una falta administrativa, huye de condiciones violentas y obtiene una respuesta contraria de las autoridades.

 

–El mensaje del Papa nos invitó a cambiar. ¿La Iglesia qué debe hacer en cuanto al trato al migrante?

–La Iglesia debe descubrirlo, encontrarlo, escucharlo. Los migrantes tienen mucho que aportar, sus sueños e ideales. Con ellos podemos construir la civilización del amor a la que el Papa llamó. Ellos son la imagen de que este mundo puede ser distinto, universal e incluyente, de la diversidad que es unidad.

 

–Después de la visita del Papa, ¿Cuál sería el mensaje concreto para los obispos, que necesitan hacer urgentemente?

–Hay que salir de nuestros privilegios y ponernos en camino, en la pedagogía del encuentro. El trabajo con los migrantes, desde los obispos, está rezagado. El mensaje del Papa nos invita a construir la civilización del amor día a día.

 

–¿Tienes esperanza de que esto cambie?

–Tengo esperanza, en eso se resume el échale ganas. Hago una pastoral de la resurrección palpable en los migrantes. No estoy en espera de ello hasta los últimos tiempos. No, aquí ya se da, todos los días la veo y toco.

Compartir