Cardenal Barbarin: “¡Hasta los ateos ven la belleza de la Vida Consagrada!”

El arzobispo de Lyon da las claves de una belleza teológica-espiritual en la 46ª Semana Nacional para los Institutos de Vida Consagrada

El cardenal Barbarin en la 46ª Semana Nacional para los Institutos de Vida Consagrada el 22 de abril de 2017

No llegó en bicicleta. El cardenal que se pasea por Lyon y por Roma a dos ruedas llegó directamente del aeropuerto a su cita con los consagrados. Apenas seis horas pasará en España. Ponencia, misa, comida y de nuevo a Barajas. El arzobispo de Lyon y primado de las Galias, Philippe Barbarin (Rabat, 1950), ha cerrado la jornada matutina de hoy, 22 de abril, en la 46ª Semana Nacional para los Institutos de Vida Consagrada organizada por el Instituto Teológico de Vida Religiosa.

En su ponencia, que llevaba por título “La belleza: clave teológico-espiritual”, hizo un repaso de la Vida Consagrada hoy a través de exhortaciones, encíclicas y escritos de teólogos. Pero lo que le hizo conectar con los religiosos y provocar sus risas fueron las anécdotas que ha compartido en sus años de sacerdote y obispo con los consagrados.

Antes de comenzar, guarda su cruz. Y empieza: “Recuerdo que hace unos años hubo un encuentro de un filósofo ateo francés con los dominicos de Lyon. Antes de comenzar la alocución, el filosofo dijo: ‘No sé lo que vamos a decir, pero lo más importante es lo que acabo de vivir. ¡No hay nada más hermoso en el mundo que ver a una comunidad de consagrados cantando y rezando a una sola voz!’”. Y es que “¡hasta los ateos ven la belleza de la Vida Consagrada!”, ha afirmado.

Una familia llamada por el Señor

La llamada de Dios es algo que su familia ha vivido de cerca, y hasta en cuatro ocasiones. “Tres de mis hermanas han sido llamadas por Dios: una está en Congo y dos son contemplativas”, ha comentado. Y pese a ser una mujer católica, a su madre también le ha costado entenderlo. “Cuando mi hermana pequeña, que es 15 años menor que yo, le dijo a mi madre que iba a ser la cuarta consagrada de la familia, ella se quedó en shock, ya se la imaginaba con hijos…”, ha explicado entre risas.

“Así que hermanos consagrados os digo que el derecho de Dios es algo muy luminoso, muy extraordinario, pero también muy difícil de admitir, porque nosotros somos muy pequeños ante él”, ha indicado.

También mencionó la historia de la hija de uno de sus primos. “Ciertamente, él está alejado de la Iglesia, y su hija más pequeña, de 22 años, le acaba de anunciar que va a ser religiosa”, ha señalado. “Y él no lo esperaba -ha continuado-. ‘Ya sé que el Señor es quien manda, pero…’, me decía”.

La luz que no se apaga

“Las religiosas son luz”, ha dicho en un momento de su discurso. Y, ¿por qué? Comienza su enésima anécdota: “Un sacerdote armenio se ocupa de dos parroquias a 350 kilómetros de distancia. Son las dos únicas iglesias abiertas de las 1.000 que hay. Y me ha pedido que vayan hermanas, dice que no quiere sacerdotes porque a los dos últimos los asesinaron”. Sin embargo, “a las hermanas las respetan, no hay riesgo para ellas, porque son mujeres que dan luz”, ha indicado.

El cardenal de Lyon también ha hablado sobre la fraternidad, porque “el nombre de la Iglesia es fraternidad”. “Es esencial para la Vida Consagrada mostrar el signo de la fraternidad”, ha expresado.

Para concluir, ha dado un repaso a la belleza del servicio caritativo que hace la Vida Religiosa. Ha recordado que en Madagascar, a finales de los 90, llegó con los seminaristas a un pueblo donde estaban las hijas de la caridad. “Me encontré con una religiosa española. Al rato de estar hablando con ella, me di cuenta de que pertenecía a una familia de nobles. Y le dije: ‘Usted tendría que ser la dueña de un castillo en España’”, ha relatado. A lo que la hermana le contestó: “Amigo, eso es cosa del Señor, que es lo que ha querido para mí”. “Eso me dio una alegría enorme”, ha señalado.

Y última anécdota antes de irse a presidir la eucaristía: “Un obispo en Marruecos fue invitado a una ceremonia musulmana de circuncisión. El imán y el padre del niño le preguntaron si él era el obispo católico. A lo que contestó afirmativamente. ‘Si nuestro país lo permitiera seríamos todos cristianos, aquí ha estado una comunidad de religiosas y hemos descubierto el amor que Dios da gratuitamente en el último lugar del mundo’”. Se ha hecho el silencio. Y ha rematado el cardenal: “Sin ellas, se apagaría la luz del mundo”. Aplausos.

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