Tribuna

Vivir y anunciar, por María del Carmen García

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En este tiempo de pandemia, la Vida Consagrada, con la novedad de sus carismas, vive y anuncia la esperanza en Dios. El mundo espera de nosotros una palabra de esperanza. “… Y la esperanza no falla porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” ( Rom 5, 5).



Hacía pocos días que había regresado de una visita a la Comunidad de Cruz del Eje (Argentina) cuando de manera inesperada cambió el ritmo de la actividad pastoral propia de mi responsabilidad en la animación y gobierno del Instituto.

Coincide esta situación de alarma y de confinamiento con la celebración del año jubilar con motivo de los 150 años de la fundación del Instituto, tiempo propicio para dar gracias a Dios por la vida y la obra de nuestra Madre, María Gay Tibau. Ante este parón, mi deseo es impulsar la celebración del año jubilar de otra manera, más sencilla, más hacia dentro. “Volver a lo esencial” lo considero como una vuelta a retomar la confianza en Dios Padre Providente y a ponerme en sus manos de Padre, aspecto importante de nuestra espiritualidad.

¿Pero, cómo animar, avivar la esperanza, acompañar, hacerme presente entre mis hermanas en estos momentos de fragilidad, de inseguridad, de confinamiento, de amenaza constante a la vida?

He aprovechado y agradecido los medios que la tecnología nos proporciona (WhatsApp, teléfono, Teams, correo…). Así, ha sido posible acercarme de otra manera para seguir el acompañamiento de la vida y la misión del Instituto en los diferentes países e interesarme por la evolución de las hermanas afectadas por la pandemia y de las personas cuidadoras y colaboradores que están dando su vida, como buenos samaritanos que cargan con el peso del dolor de los maltratados por el virus.

Junto con las hermanas del Gobierno general, he facilitado las informaciones adecuadas y el correcto seguimiento de las normas que las autoridades sanitarias han ido estableciendo. Conjuntamente hemos tomado conciencia de que el cuidado de la salud integral como un bien personal y comunitario es importante y prioritario. La puesta en práctica de estas normas ha dado sus frutos, muchas hermanas se han curado, y ha aumentado la esperanza de que el dolor y la enfermedad pueden ser superados, contando con la responsabilidad y la solidaridad de todos.

Es un tiempo favorable para experimentar el silencio, la reflexión, la oración la fraternidad, la capacidad de escucha, todo nos ayuda y favorece el vivir en otra dimensión, aprendemos a valorar más en este tiempo, el trato con el Señor y a ponernos en sus manos con confianza filial.

Entrega al Carisma

En esta crisis sanitaria, como Religiosas de San José de Gerona, fieles al Carisma de alivio y cuidado, acogemos y atendemos a los enfermos, ancianos y hermanas afectadas por esta pandemia. Ofrecemos ayuda y soporte a las personas que nos lo solicitan. Dedicamos todas las energías y medios para aliviar esta humanidad doliente.

Muchos colaboradores y hermanas en todos los servicios se están entregando como verdaderos héroes en la práctica del Carisma día tras día. Doy gracias a Dios por cada persona que nos ayuda a mantener la esperanza y a ser testigos en el mundo de esta experiencia vivida y compartida. Hemos experimentado también el dolor ante el fallecimiento de algunas hermanas que, a causa de esta situación, no hemos podido despedir como hubiera sido nuestro deseo. Sentimos, como tantas familias, el dolor de la separación de un ser querido sin poder acompañarlos en el último tramo de sus vidas.

En este tiempo todos los proyectos de animación se han convertido en pequeños gestos donde lo fundamental es la escucha y el amor. La fe en Jesús resucitado vencedor de la muerte y dador de vida ha sostenido y sostiene nuestra esperanza. Sus palabras “No temáis, soy yo” (Jn 6, 20) iluminan nuestro caminar hacia lo que esperamos: el encuentro definitivo con Cristo.