Tribuna

“Todos hermanos” es don y tarea

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La fraternidad universal no es simple ideal humano, llamada o tarea a construir. Es don otorgado desde el origen a la humanidad. Este don va creciendo secretamente en el devenir de la vida, con más vigor y mayor verdad que la penosa apariencia de falta de reconciliación, ruptura y violencia que tantas veces experimentamos.



La existencia de la Vida Consagrada, fruto de la entrega de Jesús, el Hijo, nuestro hermano, es signo en la tierra de la humanidad futura. El carisma de la Vida Consagrada se expresa, ante todo, en la fraternidad misionera animada por el Espíritu.

Semilla enraizada

Esta vida fraterna quiere ser una palabra profética, luz en la noche, llamada a superar conflictos y vivir en el amor, que es el camino esencial para cultivar la identidad del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios comunión de personas. Es semilla enraizada en el humus de la tierra. Al desarrollarse es fruto cumplido.

Es puñado de levadura fermentando la masa en la historia hasta su plenitud. Su fuerza y vitalidad viene de arriba. Crece en la escucha de la Palabra, testimonio vivo del proyecto salvador divino, establecido definitivamente en la Pascua de Jesús. Nuestra tarea diaria: reconocer, recibir, agradecer y cuidar el don de la fraternidad.

Las incoherencias y realizaciones imperfectas, propias de nuestra fragilidad, la oscurecen a veces. Pero el nexo íntimo, sostenido por el aliento del Espíritu, nos hermana. Nuestra fraternidad tiene su garantía en la oración y promesa de Jesús, “que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado” (Jn 17,23). La Vida Consagrada está llamada a ser memoria profética del proyecto divino. 

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