Tribuna

Sueño fraterno mundial

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Entre las diferentes miradas sobre la Vida Consagrada, hay una que me cautiva especialmente: la belleza de sus manos agrietadas, encallecidas y manchadas. Una hermosura singular que muchas personas consagradas casi no quieren mostrar, por una mezcla de pudor y humildad, aunque sí tienen el valor de accidentarse y tocar el barro de la miseria que mantiene abiertas las llagas de los apaleados de este mundo herido. Son una legión de buenos samaritanos con un millar de gestos a imagen de Cristo, Buen Samaritano.



Sonrisa fraternal

El lema de la 25º Jornada de la Vida Consagrada en 2021 señala esta verdad por la que hay que agradecer a Dios y a las personas consagradas su existencia en la Iglesia para bien de la comunidad eclesial y de los pueblos de la tierra donde están presentes. Sin lugar a duda, es una esperanzadora “parábola de fraternidad” con una imperturbable sonrisa fraternal y valiente.

Por medio de todos los carismas de Vida Consagrada, en sus diferentes formas de vida y misión, el Espíritu lleva a los consagrados a “soñar juntos” y realizar el sueño de Dios-con-nosotros, que está del lado de todos los hombres y mujeres, especialmente de los pobres y de cuantos sufren por cualquier causa. Sueño que cura con palabras de consejo y consuelo, con creatividad, con un genuino cuidado fraternal y, sobre todo, con la alegría del encuentro con Jesucristo, piedra angular de la hermandad mundial. La Vida Consagrada es un sueño fraterno mundial hecho realidad.

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