Tribuna

Religiosos por el Mundo (América del Norte): Manhattan, una ciudad de contrastes

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Las Madres de Desamparados y San José de la Montaña estamos presentes en Nueva York desde 1917, en el distrito de Manhattan. Allí, la Comunidad formada por cinco hermanas procedentes de Chile, Puerto Rico y Estados Unidos atendemos una guardería infantil para niños/as de entre 1 y 3 años.



También regentamos una residencia para chicas, la mayoría estudiantes. En la ciudad de Nueva York el 8 de marzo pasado se suspendieron las clases y actividades en todo el estado y el día 15 de ese mismo mes comenzó la cuarentena para todas las actividades no necesarias, por lo que ya no pudieron venir los trabajadores. En la residencia quedaron cuatro chicas de India, Argentina, Venezuela e Inglaterra, que no pudieron regresar a sus hogares.

En todo este tiempo, lo más complicado ha sido intentar mantener el sueldo de los trabajadores, pues, sin ningún ingreso, solo pudimos sostener la situación hasta finales de abril.

Gran desigualdad social

A pesar de que Nueva York es una de las ciudades más importantes no solo de Estados Unidos sino a nivel mundial, es también una ciudad con una gran desigualdad económica y social; hay mucha gente pobre y además con esta crisis muchas personas se han quedado sin empleo, entre ellos algunos padres de nuestros niños. Decidimos salir al paso con lo que pudimos y comenzamos a preparar alimentos con lo que teníamos para compartirlo con ellos.

Una de las hermanas de la Comunidad se enteró un día que los trabajadores de una obra al lado de nuestra casa estaban pasando mucha necesidad. La mayoría de ellos hispanos, provenientes de México, Guatemala, Santo Domingo y Ecuador, gente muy humilde, con lo imprescindible para sobrevivir.

El Señor nos volvió a salir al paso; conseguimos que una empresa puertorriqueña, que se dedica a la importación de diferentes alimentos de primera necesidad, nos diera un donativo en especias y con ello preparamos alimentos para ayudar a estos trabajadores. En estos días nos volvieron a llamar de la empresa de alimentos GOYA y pudimos prepararles una caja con alimentos, dándose la casualidad que era el último día que trabajaban en la obra. Dios quiso que se fueran muy felices y agradecidos por esta ayuda.

Este tiempo de gran incertidumbre y miedo ante lo desconocido nos ha servido para valorar más lo que tenemos y lo que somos. Nos ha faltado lo más importante como consagradas, la Eucaristía, pero hemos podido alimentarnos de su Pan y de su Palabra todos los días. Al comienzo de la pandemia, Manhattan fue uno de los distritos más castigados por el coronavirus. Varios de nuestros trabajadores se han visto muy afectados, ya que han perdido familiares.

Hemos intentado, desde nuestra cercanía y oración, estar presentes y darles consuelo y fortaleza. A veces se oscurece el camino, nos acecha la duda y la incertidumbre, pero Dios se hace presente; la ternura y fortaleza de Nuestra Madre, consuelo de los desamparados, y la mano de San Jose, nunca nos abandonan. Volvamos a tomar impulso para dar lo mejor de nosotras donde Dios nos quiere.

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