Tribuna

Ojo, ¿Envidia Pastoral? Oui, je suis

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Por fin… Ha sido en un encuentro de formación sobre “liderazgo servicial, profético y cualificado”, organizado por los Hermanos Maristas donde he podido oír que la envidia existe en nuestras comunidades, en nuestros grupos de acción pastoral. En esta formación se ha reconocido que no solo existe, sino que puede afectar y mucho a la vida y la misión de la propia comunidad, de la propia acción pastoral. Comentaban que claramente, ante la designación de una responsabilidad a una persona, en clave de servicio, surgirá en algunas personas a las que se vayan a servir esta envidia y  tocará gestionar las consecuencias de ésta, tanto personalmente, como, a lo mejor, comunitariamente. Es necesario asumirlo y Jesús lo tenía previsto.



La envidia es definida por la RAE como “tristeza o pesar del bien ajeno”; “emulación, deseo de algo que no se posee”. Es difícil de reconocer por quien la siente y esto no ayuda a solventar situaciones donde hace acto de presencia. Tomar conciencia de ella es, sin duda, un primer paso para no obstaculizar, con proyecciones inútiles, la fraternidad.

Acto de presencia

A veces, no aguantamos que otros miembros de nuestras comunidades tengan éxitos personales, profesionales, e incluso pastorales, que nosotros mismos no tenemos, aunque esos “éxitos” incluso sean beneficiosos para toda la comunidad, o que deseamos tener. Son varias las ocasiones en las que no lo aguantamos, suscitándonos, situaciones así, esa envidia, esa tristeza por el éxito y por el bien de los demás. Esto es algo normal y que, como otras emociones, no se pueden controlar, porque las podemos llegar a encontrar sin querer en nosotros mismos, por sorpresa.

¿Qué es lo que sí podemos hacer? Lo que sí podemos hacer es GESTIONARLA. Y en un primer momento, pasa por darnos cuenta de ella, de su presencia en nosotros. Ser conscientes de ella, identificarla, es un gran paso. Si no ponemos atención, y pasamos a la acción desde ella, podemos generar daños a otras personas, a otros compañeros con los que compartimos misión pastoral y, por lo tanto, esa apuesta por el Reino, llegando a dificultar dicha misión y generando una fricción a lo mejor innecesaria en lo relacional.

Pay attention

Te preguntarás que cómo puedes darte cuenta de que en ti se está dando esta envidia de la que venimos hablando. Pues, podrás percibirla, por ejemplo, porque te sorprenderás a ti mismo hablando mal de una persona, o personas, de un proyecto, de una acción, sin haberlo hablado con las personas en cuestión, con el objetivo de mejorar, y en espacios de trabajo que verdaderamente puedan recoger tus propuestas, en clave de mejora, queriendo buscar así otras alternativas u otras opciones de trabajo. Puede verse también en que te descubrirás atribuyendo acciones o conductas a personas que criticas sin fundamento, siendo una interpretación por tu parte, algo subjetivo, algo sin base objetiva. Otra forma más puede ser ocultar información a esas personas sobre las que sentimos envidia, para que no puedan actuar, desde los talentos que tienen, etc.

Pongamos atención, porque es tan humano, que todos en un momento u otro podemos padecerla. Y lo peor de todo es que, desde una gestión equivocada de la envidia que sentimos, podemos generar mucho daño a nuestro alrededor.

¿Qué hay detrás?

¿Detrás de una persona que ES envidiosa como rasgo de personalidad? Lo que hay es mucha inseguridad, una gran falta de autoestima, un no valorarse a sí misma y vivir hacia fuera, no desde dentro de uno mismo, desde quien uno es. Un necesitar hundir, humillar al otro, para que, “bajando ese otro”, “suba yo”. Siempre le digo a los chicos y las chicas que acompaño que, cuando criticamos algo en los demás, es porque, en un porcentaje alto, en nosotros, también se da (“qué mandón es”; probablemente es que nosotros también lo seamos, y no nos guste que nos “manden”) pero es más fácil criticarlo en el otro, que reconocerlo en uno mismo y ponerse manos a la obra para mejorar, para convertirlo en servicio a los demás, etc. Ésta es una manera sencilla en la que se muestra la envidia, principalmente, si el otro o los otros, por su forma de dirigir consigue/n lo que se propone/n.

En nuestras comunidades, cuánto daño hace la envidia. Ya lo dijo el papa Francisco (2020): “La envidia es la semilla de la guerra. Es una carcoma que te corroe por dentro”. Tengámoslo presente, corroe nuestras comunidades.

¿Cómo aumentar la probabilidad de librarnos de ella en nuestras comunidades?

En primer lugar, reconociendo que la podemos sentir cualquiera de nosotros. Ser consciente de nuestra humanidad, hasta ese punto, es un primer paso que nos dotará de conciencia de cara a gestionarla, antes que nada, no llegándola a sufrir el otro, en alguna proyección, en forma de crítica destructiva, la cual buscará únicamente hacer daño, aunque pensemos que no sea así, para “subir uno”, como decíamos más arriba, “bajando al otro”.

En segundo lugar, crecer como comunidad siendo capaces de ver y de reconocer explícitamente los dones, los talentos de los demás, los cuales están llamados a ser desplegados en favor de la construcción del Reino, dentro y fuera de la comunidad. Cuando veamos talento en nuestros hermanos y nuestras hermanas, digámoslo, decírselo a ellos será una auténtica liberación, demos gracias a Dios por ello. Si incluso nos gustaría a nosotros ser capaces de lo que ellos realizan, preguntemos a nuestra hermana/o, cómo lo hizo, cómo llegó hasta ahí: “¿por qué a tu grupo/reuniones/encuentros van todos los chicos/las familias, el voluntariado?, ¿qué les dices?, ¿cómo les animas y les motivas?”, por ejemplo. Esto hablará de nuestra de humildad, y de nuestra capacidad de “bajarnos nosotros”, para “subir” después pero en forma de servicio pastoral.

Jesús lo tenía claro

Para aquellos que leéis y habéis llegado hasta aquí, siendo de los que sufren las consecuencias de la envidia de otros, por se líderes, por asumir responsabilidades para el servicio: estad Alegres en el Señor, Él es la Alegría completa, sólo Dios basta. Recordemos que los cristianos tenemos un programa, somos los de las Bienaventuranzas y así las cosas, cuando cumplimos la primera, llegará la última, por consecuencia, no porque la busquemos (si lo hiciéramos, seríamos masoquistas): “seremos perseguidos, por actuar y hablar de Jesús explícitamente y con nuestra vida”.

Terminemos diciendo ¿Envidia Pastoral? No, GRACIAS. A seguir DANDO VIDA.