Tribuna

Muerte al “buenismo”: “Hay que echar a los inmigrantes ilegales…”

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Ana ha llegado de El Salvador. Tenía una vida normal hasta que, hace solo tres semanas, las maras la estaban esperando a la puerta de su casa y la chantajearon. Como no podía pagarles, le exigían que su hija y ella vendieron droga para ellos. Como se negó, esa misma madrugada se presentaron otra vez. No habría más avisos… A la carrera, tras esconder a su hija con su tía, tuvo que coger un avión y venir a la desesperada a Madrid. Su vida se vino abajo en solo unas horas. Podrías ser tú. Podría ser yo.



Elisabeth ha venido desde Venezuela. Allí, la secuestró y extorsionó un cuerpo “policial”. También tuvo que escapar a la carrera, dejando allí a sus dos hijos. Del mismo país viene Scarlet, quien tiene dos carreras y sueña con ser periodista. No pudo aguantar más la triste escena que se encontraba cada día camino de la facultad: manifestaciones reprimidas, gas lacrimógeno, ruido de helicóptero… Muerte. También ha llegado a Madrid desde el país masacrado por Nicolás Maduro el joven matrimonio conformado por Ligia y Josmar, a los que un incendio en la habitación madrileña en la que sobrevivían se lo ha arrebatado todo; o Hernán, quien, mientras come una manzana, asegura que “esto allí es un lujo, solo para los ricos”. Y qué decir de Dhanelys, una chica que ha venido aquí sola con su hermano y que está desesperada por tratar de mandar a su padre, muy enfermo del corazón, las medicinas que necesita y que en su tierra le son completamente inaccesibles.

Migrantes parroquias Madrid

Desde Colombia ha venido Juan (nombre ficticio), perseguido por disidentes de las FARC desde 2013. Huía a diferentes pueblos perdidos de su país con su mujer y su hija. Al poco, le encontraban. Siempre. Así durante seis años. Al final, ha tenido que escapar él solo, dejando ocultas a las suyas. No ha podido proteger a su padre, que ha sido asesinado. También vienen de este país el matrimonio conformado por Estéfani y Jorge, quienes están aquí junto a su hijo de dos años, Lucas, y al hermano pequeño de él, Steven, quien sufre una enfermedad cerebral. Él es músico y ella es médico. Han tenido que abandonar Antioquia por las amenazas recibidas por su compromiso con la restitución de tierras a las comunidades locales por parte de los grandes intereses. Han visto morir asesinados a líderes sociales, ambientalistas e indígenas asesinados. Tras ver cómo mataban al primo de Estéfani, no les quedó otra alternativa que huir.

Amor frente al vacío

La mayoría de estos testimonios aparecen en el último A Fondo de Vida Nueva, ‘El único techo de los refugiados’, en el que contamos cómo un puñado de parroquias de Madrid, organizadas en torno a la Mesa por la Hospitalidad, cubren con amor los injustos huecos dejados por la Administración local, autonómica y nacional.

Gracias a ellos, hemos constatado la realidad migratoria de nuestro país. Y es que la inmensa mayoría llegan en avión y sin relación alguna con las mafias. ¿Son “legales? ¿Han venido aquí, previamente, con un contrato de trabajo? No. Pero es lo que tiene verse obligado a huir de tu hogar corriendo para salvar el pellejo… Es cuestión de supervivencia.

“Hay que echar a los inmigrantes ilegales…”, claman indignados los que denuncian el “buenismo”. Pero, ¿quienes son los “ilegales”? Son Ana, Elisabeth, Scarlet… Por favor, no lo olvidemos: podrías ser tú. Podría ser yo.

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