Tribuna

Minuto de silencio y aplausos, por Tere Granero

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El mar, el cielo, los naranjos, la A-7, el pueblo… Las vistas desde el altozano de nuestro monasterio nos convierten en espectadoras privilegiadas de la vida y sus ritmos, a otro ritmo, un día tras otro. Los ciclos del campo, el trasiego de vehículos, las luces que se encienden y se apagan, las voces, la música… Y un día todo calla, todos se esconden. Un virus nos ha puesto en jaque. Una noche oscura nos envuelve sin pedirnos permiso y nos descubre que no tenemos el control absoluto sobre nada.



Cómo hablar de esperanza mientras se escucha el llanto por tantos proyectos truncados, por tantos seres queridos arrebatados sin despedida. A quien llora le sobran las palabras. Basta la presencia y un abrazo. Dos imágenes que evocan aquello que los contemplativos deseamos ser en estos momentos de tribulación. Siempre en la paradoja, presencia y abrazo para aliviar las ausencias forzosas, para infundir esperanza en la impotencia y la incertidumbre.

“¿Vosotras qué hacéis?”, trending topic en nuestra sala de visitas. El hacer y el tener son efímeros… situaciones como esta lo evidencian. Nuestra vida en el monasterio se ha desnudado de cosas materiales, y también de paisajes, palabras, movimientos, proyectos… Lo importante se conjuga con el verbo ser.

A esta experiencia os ha acercado el confinamiento. Nos contáis que os ha concedido vivir más despacio, aprender la sabiduría de lo sencillo, dejar aflorar los sentimientos, caer en la cuenta de quiénes os importan de veras… ¡Cómo han quedado al descubierto las quimeras y postizos sobre los que tantas veces apoyamos la existencia! La noche es tiempo de verdad.

Amor y fe

Las ocho. Un rugido de aplausos rompe el silencio y estremece el alma. ¿Acaso no intuís que algo más grande que nosotros mismos nos iguala y nos trasciende? La noche nos descubre humanos y hermanos. Nos ha movido a salir a los balcones para encontrarnos, a cuidarnos unos a otros, a valorar el trabajo de los demás. Las comunicaciones se han multiplicado. También en el monasterio… porque decirte que pienso en ti y que te abrazo con mi oración es acercarte a Dios y transmitirte esperanza.

Los contemplativos somos… como ese minuto de silencio ¡o de aplausos! en homenaje a la Vida. Una presencia que no aparta su corazón de vosotros en su intento de latir al ritmo del mismo Amor. Presente y futuro dependen de quiénes somos para los que nos aman.

Pues el amor nos permite creer que la noche engendra el día y esta fuerza nos sostiene en pie. Quisiéramos ser testigos del amor, la fe y la esperanza, que nos guían hacia la tierra de las oportunidades nunca imaginadas, de las soluciones geniales, de los sueños que nadie se atrevió a contar. Así son las cosas del Reino.

Y, cuando todo pase, ojalá podáis mirar atrás y cantar con Juan de la Cruz: “¡Oh noche amable más que la alborada!”. Nosotras aquí seguiremos, mientras Dios quiera. El mar, el cielo, los naranjos, la A-7, el pueblo… vosotros. Un abrazo.

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