Tribuna

La familia, fábrica de laicos 

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Conforme la Iglesia se hace más Pueblo de Dios y es más profética, toma conciencia de que todos los bautizados somos seguidores de Jesús. Cualquier persona, en cualquier estado de vida, que sea seguidor de Jesús mantiene una relación personal con Él –ora–, busca participar plenamente en la Humanidad tras Jesús –es Iglesia–, agradece la vida –celebra– y se implica para que toda la humanidad y la Creación vivan plenamente el amor de Dios –evangeliza–. Cualquier laico está llamado a ser un entusiasta seguidor de Jesús y constructor del Reino, a participar plenamente de esa humanidad transformada en Jesús que, en ese proceso, recibe el nombre de Iglesia. 



Los seguidores de Jesús son personas activas, transformadoras, conscientes, comprometidas, orantes, contemplativas, celebrativas, participativas, fraternales, solidarias, compasivas, serviciales… Y toda la Iglesia se convierte en una comunidad caracterizada por esos rasgos que acogen, agradecen y dan el amor de Dios y la sabiduría de su Espíritu. Por eso también son características de esos seguidores, laicos o no, el discernimiento y la deliberación comunitaria. 

Sin familia no hay democracia

Todos coincidimos al señalar que esas características de compromiso, fraternidad y profundidad no son solamente propias de los seguidores de Jesús, sino que son imprescindibles para hacer sociedades demócratas, justas, equitativas, sabias y sostenibles. Son notas necesarias para el progreso de los pueblos. ¿Y dónde se forman personas así? Las necesitamos como agua de mayo en nuestras sociedades y en la Iglesia. Pues todo comienza en cada familia. Sin familia no hay democracia, ser familia es el camino de la Iglesia. 

En un país con una participación social tan pobre en la vida pública e incluso eclesial, es clave que seamos familias activas, solidarias, que hagamos voluntariado con los pobres, que como familia conozcamos las periferias, que estemos implicados en proyectos en donde todos los miembros de la familia aporten. La familia es la primera comunidad de la sociedad civil y una constructora indispensable de sociedad e Iglesia. 

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