Tribuna

La economía es mujer

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Más de dos mil jóvenes economistas y empresarios se reunirán en Asís del 26 al 28 de marzo por invitación del Papa Francisco: “Deseo encontrarme con vosotros en Asís: para promover juntos, a través de un “pacto” común, un proceso de cambio global… a hacer un “pacto” para cambiar la economía actual y dar un alma a la economía del mañana”.



En su carta, el Papa se dirige a los jóvenes porque los considera ya la profecía de una economía atenta a la persona y al ambiente. Sabe bien que son “capaces de escuchar con el corazón los gritos cada vez más angustiosos de la tierra y de sus pobres en busca de ayuda y de responsabilidad, es decir, de alguien que ‘responda’ y no dé la espalda”.

El evento se titula: ‘The economy of Francesco’: El Papa Francisco y sus llamamientos para una economía que no cree descartes, Francisco de Asís que en el abrazo con el leproso desposa la pobreza, y de cuya tradición nacen los primeros bancos para la ayuda a los pobres, los montes de piedad. Pero Francisco y Francisca son también cada joven que participará en el evento, porque cada uno se comprometerá con un pacto para cambiarse a sí mismo y a la economía.

El evento tendrá momentos de escucha, recorridos de conocimiento y de reflexión en los lugares de Francisco, pero también muchos momentos de debate y de diálogo en los que se han preparado “pueblos” temáticos: finanzas y humanidad, agricultura y justicia, trabajo y cuidado, beneficio y vocación, gestión y don, vida y estilos de vida, energía y pobreza, y otros.

Gestión de la casa común

Uno de los “pueblos” se ha titulado: “Economía es mujer”. Se ha pensado mucho si incluir en los trabajos un pueblo temático dedicado a las mujeres, precisamente porque es transversal a los distintos núcleos, pero al final se puso como un signo, y debería desarrollarse en el monasterio de las clarisas de Asís.

Economía es mujer porque su raíz, oikos-nomos, nos llama a la gestión de la casa, donde por casa podemos entender los muros domésticos, pero también nuestra casa común. Pero es mujer también porque sin una aportación cualificada femenina no hay futuro para la economía.

La ciencia económica moderna, de hecho, se ha construido completamente en masculino. No podía ser de otra manera, por los tiempos en los que se ha ido delineando como ciencia autónoma, es decir a finales de 1700. Tenemos un padre fundador, Adam Smith, pero no una madre fundadora. Y también es difícil localizar a las primeras mujeres economistas, desde el momento en el que algunas de ellas usaban pseudónimos masculinos para poder publicar las propias investigaciones.

La esclavitud de la mujer

En 1869 el economista John Stuart Mill publicó un libro titulado “La esclavitud de la mujer” y se expresaba así: “El principio que regula las actuales relaciones sociales entre los dos sexos –la subordinación de uno al otro sancionado por la ley–, es un principio incorrecto en sí que, convertido en uno de los principales obstáculos para el progreso humano, debería ser sustituido con un principio de absoluta igualdad”.

Mucho ha cambiado desde entonces, y, al menos en términos de principio, hoy casi nadie osaría poner en duda la sustancial dignidad igual entre hombre y mujer. Pero en la época del libro, y durante muchos años después, a las mujeres se les han negado muchos derechos, incluido el acceso a los estudios.

El libro de Mill fue inspirado por su mujer Harriet y escrito junto a ella, como el mismo Mill declara en su autobiografía, pero el único autor oficial es él. Podríamos continuar, y descubriremos que el componente femenino en la ciencia económica y en la academia, todavía es muy inferior respecto al masculino.

Evitar caer en dos trampas

Uno se podría preguntar por qué es tan importante que las mujeres piensen en la economía. Y nos preguntamos si tiene sentido hablar de un papel femenino en la dimensión social y económica y, por lo tanto, si existe un papel específico de la mujer en esta esfera.

Para responder es necesario evitar caer en dos trampas. La primera es en la que cae quien cree que igual dignidad equivale a perfecta igualdad, por lo que no tiene sentido hablar de un rol de la mujer, en cuanto que este no es diferente al rol del hombre. Pero esta forma de razonar ha llevado poco a poco a asumir el masculino como prototipo al que referir todo.

Economia

La economista Victoria Bateman escribió así en el periódico “The Guardian”: “Las preguntas a las que los economistas tratan de responder, los instrumentos que utilizan, los supuestos estándares que hacen a lo largo del recorrido, y lo que eligen medir, todo refleja una forma tradicional y masculina de mirar al mundo”.

Por otro lado (la segunda trampa) está quien exacerba la especificidad de la mujer, haciéndola una fuente de más discriminación todavía. Entonces en Asís se preguntarán si algunos talentos femeninos son capacidades generativas, o simplemente “habilidades blandas”. Nos preguntaremos si hay impactos diferentes sobre las mujeres –respecto a los hombres–, de la crisis ecológica.

Superar los estereotipos

Pero reflexionaremos también sobre cómo superar algunos estereotipos. Una joven que participará testimonia: “En nuestro contexto las mujeres creen que su tarea esta unida al ‘hacer’ y no al ‘pensar’. Y si trabajan fuera de casa, todo el trabajo del cuidado dentro de casa les corresponde igualmente solo a ellas. ¿Cómo podemos cambiar esta forma de auto-percibirse de las mujeres?”.

Hasta ahora la mirada sobre la casa y sobre nuestra casa común ha sido muy masculina. El hombre mira sobre todo al trabajo, a los aspectos materiales e institucionales: todo esto es muy importante, pero, si se convierte en una mirada absoluta, puede deformar la realidad. La mujer mira principalmente a las relaciones, a tejer redes, a lo que tiene y a lo que tiene que ver con el cuidado.

También esta es una mirada que por sí sola no basta, pero sentimos la falta dentro de las grandes empresas, a nivel político, en las instituciones en general. Necesitamos empezar, o seguir mirando esta casa con una mirada de mujeres. Sobre todo, es necesario empezar a mirarla juntos, hombres y mujeres. Imaginar juntos el futuro, y en este los jóvenes sabrán sorprendernos. Ellos, el ahora de Dios para nosotros, nos ayudarán a ampliar nuestros horizontes.

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