Hoy en la Iglesia las mujeres, aunque más numerosas y muy activas, todavía estamos en gran medida relegadas a roles marginales y subordinados. Esta es una de las observaciones de un grupo de socias de la Asociación Mujeres del Vaticano que en los últimos meses han reflexionado sobre el documento sinodal ‘Ensancha el espacio de tu tienda’. Entre esos apuntes sobre la cuestión de las mujeres y para fomentar el cambio cultural, indican que puede resultar útil la introducción de “cuotas femeninas”.
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Para las mujeres deberían abrirse nuevos espacios como el diaconado, la predicación y la enseñanza en los seminarios. De los intercambios entre esas mujeres se desprende que el sexismo sigue muy presente en la Iglesia. Alguien además habló de “humillaciones” vividas en su ambiente de trabajo, esperando un método de gestión según el estilo sinodal.
Otro aspecto problemático es el clericalismo que también se expresa en el lenguaje y que revela prejuicios que aún están presentes. La mayoría de las participantes subrayaron que las mujeres que ocupan altos cargos en la Iglesia corren el riesgo de verse condicionadas por la “toxicidad” de unos ambientes impregnados de una cultura machista o de verse reducidas a una presencia insignificante. Las religiosas, incluso en el Vaticano, luchan por que se reconozca plenamente su dignidad y, a muchas veces, son subestimadas.
El grupo considera además que las mujeres deben primero tomar mayor conciencia de su propio valor y que la Iglesia debe acoger la feminidad valorando su contribución específica y defendiendo sus características, incluida la maternidad, que no puede ser penalizada. Sin embargo, lo femenino no concierne solo a las mujeres. Concluyen que, si es necesario que adquiramos una mayor conciencia autoconciencia, es igualmente imprescindible que la mentalidad de los hombres cambie. Por lo tanto, dentro de la Iglesia, todos deben aprender a considerar a las mujeres como iguales en términos de dignidad y valor, promoviendo la reciprocidad.
Denuncia demasiado tibia
Algunas han señalado que en el documento examinado la denuncia de la violencia de género resulta demasiado tibia. En concreto, en la Iglesia se ignora la violencia doméstica y las mujeres en dificultad a menudo no encuentran el apoyo adecuado. Entre las aportaciones del grupo, proponen un gesto concreto de reconocimiento del sufrimiento y la discriminación infligidos a las mujeres a lo largo de la Historia, también por los hombres de Iglesia.
El grupo considera que es triste leer en el texto del Sínodo que los avances logrados en general en la sociedad civil en materia de participación femenina “podrían servir de modelo para la Iglesia”. Porque debería ser exactamente lo contrario. La esperanza de las socias es que el Sínodo conduzca a cambios concretos. Una de nuestras asociadas asegura que la Iglesia está ahora llamada a convertirse a reconocer el espacio igualitario de las mujeres “en la tienda”.
*Artículo original publicado en el número de octubre de 2023 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva