Tribuna

Etty Hillesum: un taller de vida en los escombros de la humanidad

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Me gusta pensar en la vida de Etty Hillesum como un laboratorio pascual, como un taller de vida, como una escuela de confianza. Hoy, vivimos en tiempos extraños, desafiando la resistencia, la creatividad, la solidaridad, la responsabilidad cívica, el renovado sentido familiar y comunitario. Etty, en sus escritos, dice que “quería ser tan simple como la luna esta noche o como un césped”. Se simple… Etty vivió en las horas más oscuras del siglo XX. Posiblemente nos salvaremos de una tragedia como la que experimentó Etty Hillesum. Pero nuestra vida es siempre una vida expuesta, una vida vulnerable, marcada por la fragilidad y la crisis. Ahora estamos experimentando una delicada situación global: la de la pandemia de coronavirus.



Temprano o tarde, nos llegan las crisis y el gran desafío que se nos presenta es permanecer fieles en medio de la tribulación, en medio de los cuestionamientos más radicales, en medio de los escombros, en medio de las situaciones más complejas de nuestra vida y de la historia de la humanidad. Porque la fe no es para ser vivida solo en los tiempos fáciles. La verdadera experiencia de la fe no consiste en el aislamiento y la reclusión. Aunque, la necesidad que el tiempo presente nos impone nos está exigiendo tomar distancia, ir a nuestra habitación. Así podremos luego ser una señal, ser testigos para otros, en medio de la vida.

El drama que estamos experimentando nos devuelve al realismo de la condición humana: ¡todos somos finitos, débiles y vulnerables! Y, como Etty Hillesum, también necesitamos una experiencia de compasión, de mirar al mundo con los ojos de Dios, de llenar nuestros corazones de compasión por la humanidad herida.

Etty nos invita a construir una verdadera civilización del amor. Y para amar se necesita coraje, el coraje de las pequeñas cosas, de los pequeños encuentros con nosotros mismos y con Dios. Un poeta del siglo XVI, Baldesar Castiglione, en el ‘Livro del Cortegiano’ (1528), dijo que “a menudo en las cosas pequeñas, más que en las grandes, se conoce a los valientes”.

El coraje de Etty

Creo que todos conocemos el coraje de Etty. ¡Era una cuidadora! Y la aventura que ella vive en el campo de concentración es la capacidad de transformar lo que podría derrotarla por completo en una oportunidad de atención, de servicio a los demás.

¡El ser don nos salva! En ciertos momentos de nuestra vida, si nos callamos sobre nuestros dolores, sobre nuestras heridas, sobre nuestra situación, morimos, no tenemos salida. Lo que nos salva, la puerta de salida es dedicarnos a los demás.

Leemos en el Diario y en las Cartas de Etty, que a menudo madres desesperadas, padres desconcertados, miraban impotentes la falta de solución, el sufrimiento de los enfermos y preguntaban: “¿Dónde está Dios? ¿Por qué se calló? ¿Por qué dejamos de escuchar su voz?”. Este es el gran misterio de Dios, su silencio ante el dolor y la muerte. Y este misterio también cruza nuestras vidas. Como dijo un poeta español del siglo pasado, Miguel Hernández: “Pero el silencio puede más que tanto instrumento”. ¡El silencio también habla! Mucha gente pregunta en estos tiempos de pandemia: ¿Por qué Dios está en silencio? Creo que Dios está en silencio no para evadir al ser humano, sino para encontrarlo. Dios está en los enfermos, en los médicos, en los científicos que buscan vacunas antivirus, en todos los que colaboran y ayudan a resolver el problema en estos días, en los que rezan por los demás, en los que difunden la esperanza.

El cielo nos cubre a todos

¡Etty dijo que el cielo nos cubre a todos! ¡Y realmente bajo este mismo cielo, vemos a Etty cuidando sus flores! Quiere ser un fragante jazmín. La encontramos pasando por el infierno, pero regando su jardín. Y la gran pregunta no es que el mundo es un infierno, que hay una crisis con esta enfermedad o incluso nuestras crisis existenciales, lo importante es si estamos regando nuestro jardín, si estamos regando nuestras semillas, si estamos sintiendo que hay una intimidad, una relación con Dios, con los demás y con nosotros personalmente.

Siguiendo los pasos de Etty Hillesum, tratemos de ser un pequeño maestro, una pequeña maestra de compasión, un discípulo, un discípulo de compasión: tratando de simpatizar, que el sufrimiento no nos aísle, que el sufrimiento no nos haga querer generar más sufrimiento. ¡Más bien, que el sufrimiento nos libere, nos dé el deseo de Resurrección, haznos gritar por la Pascua!

Por esta razón, la vida de Etty Hillesum nos invita, en estos tiempos difíciles, a “mirar los lirios del campo”. ¡Mirando hacia arriba! Mirando lo que es más amplio, lo que está fuera de nosotros. Mirar la belleza, las cosas simples que curan, lo que no tiene precio, ‘la simplicidad de lo que es’, en el ser mismo, sin más, sin por qué… y cosechar una nueva visión, una nueva comprensión de nuestra propia vida.

Una última idea que me fascina: Etty dice, sistemáticamente, que “¡después de todo, la vida es hermosa!”. Es a través de esta belleza que Hillesum nos enseña a decir, a orar, a practicar: “Quiero ayudar a Dios, estoy disponible con las fuerzas pobres que tengo para colaborar con Dios, ayudarlo a salvar a otros, tocar a otros, a ser una presencia de esperanza en el mundo, una presencia de luz”.

Etty Hillesum, como nadie más, nos muestra lo que es proteger y defender hasta las últimas consecuencias que Dios habita en nosotros. Etty Hillesum, como nadie más, nos enseña la importancia de ejercer la gratitud. Etty Hillesum, como nadie más, nos enseña que el hecho de que esperemos un destino común nos convierte en cómplices y hermanos en la aventura del camino.

¡Todos los días hay milagros! Los milagros no son cosas extraordinarias. El milagro es lo que puede nacer de nuestras manos. ¿Qué es un milagro? Un milagro es cuando somos capaces de transformar el dolor en amor, es cuando somos capaces de transformar la soledad en presencia, es cuando somos capaces de transformar la falta, el fracaso, la amargura, en un lugar de consuelo para los demás.

Que, en estos tiempos de oscuridad y dolor, podamos aprender de Etty Hillesum a reinventar la esperanza, en medio de los escombros de la humanidad, para descubrir la luz del sol, todas las mañanas de nuestros días.