Tribuna

El presidente de Panamá comparte con el Papa “el reto de la complicada y dolorosa migración”

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El primer acto oficial de Francisco en Ciudad de Panamá tuvo como escenario el Palacio presidencial de ‘Las Garzas’ una construcción que se remonta al siglo XVII y desde cuyo balcón principal se divisa la imponente bahía panameña.

A su llegada, el Papa fue recibido por el Presidente Juan Carlos Varela, un ingeniero industrial que ocupa dicho cargo desde el mes de mayo del 2014 y que ha jugado un papel fundamental en la organización de la Jornada Mundial de la Juventud, que considera como el broche de oro de su presidencia, que finalizará en mayo de este año.

Antiguo alumno de los jesuitas, como el mismo recordó en su discurso, destacó la histórica vocación de su país como “promotor de la paz, el diálogo y el respeto entre los pueblos”. Se inspiró en el mensaje que Bergoglio envió a la Cumbre de las Américas, celebrada en Panamá en el 2015 en el que afirmaba que “su situación geográfica le convierte en un punto de encuentro del norte y del sur, de los Océanos Pacífico y Atlántico”.

francisco y juan carlos varela

También destacó que esta visita tiene lugar “en medio de importantes retos globales, crisis humanitarias, desastres naturales, violencia, desigualdad, problemas relacionados con el crimen organizado y la alternativa de una complicada y dolorosa migración”. Es muy probable que en su conversación privada surgiera el tema de la tensa situación venezolana sobre el que la Santa Sede por ahora no se ha pronunciado.

Francisco residirá estos días en la Nueva Nunciatura, inaugurada en el 2016 cuando era nuncio Apostólico el conquense Monseñor Andrés Carrascosa. Es un moderno edificio de dos pisos situado en un barrio conocido como la “ciudad del Saber”. La anterior fue construida en los años veinte, en una zona entonces relativamente modesta pero que en los últimos años se ha convertido en el centro neurálgico de las finanzas. En ella tuvo lugar, en diciembre de 1989, el disparatado incidente que tuvo como protagonista al depuesto General Manuel Noriega, que se refugió en la sede diplomática vaticana.

El entonces nuncio, el habilísimo donostiarra José Sebastián Laboa, empleó casi un mes para convencerle de que debía entregarse a la justicia norteamericana para ser juzgado. El Presidente George Bush “senior” le agradeció, meses más tarde, al nuncio Laboa el “extraordinario servicio” que había prestado al pueblo estadounidense.