Tribuna

El guardapolvos de Vian

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Cuando Giovanni Maria Vian desembarcó en 2007 en la redacción de L’Osservatore Romano, Benedicto XVI le dirigió una carta en la que glosaba su perfil para presentarle como “una garantía segura para la delicada función que le ha sido encomendada”. No se equivocaba Ratzinger. No por el sello de calidad con el que llegaba como historiador del cristianismo o su vinculación afectiva a Pablo VI. Sobre todo, por la espinosa labor que se le venía por delante.

Sacar adelante cada mediodía “el periódico del partido” –como lo denomina en broma el papa Francisco– exige manejarse con la destreza que requiere remover un cubo de Rubik eclesial con más aristas de lo que se puede calibrar desde la lejanía. Véase el tiento con el que se ha reforzado la reforma de Francisco sabiendo quién y cuándo tenía que sugerir o abrir una línea de acción o cómo responder a temporales internos con la elegancia y la serenidad del argumento.

L’Osservatore Romano es hoy uno de los instrumentos diplomáticos vaticanos de más peso en la esfera internacional. El enfoque, el análisis o la ausencia en sus páginas ante cualquier suceso supone un mensaje hacia las autoridades del país o de la entidad correspondiente. De ahí el empeño de Vian en estos años por una larga vida al papel diario, eso sí, optimizando los recursos de la casa.

Apuesta por mirar a la cultura

Vian heredaba una vieja locomotora de incalculable valor que precisaba adaptarse a los raíles de los trenes de alta velocidad, que son hoy los medios de comunicación. No erró en actualizar en diario del Papa en fondo y forma. Para que la obsesión de Pablo VI de que el hombre de hoy comprendiera el mensaje del Evangelio, no le dolieron prendas en eliminar del glosario del periódico términos como “ministerio petrino” que pesaban como si de una silla gestatoria léxica se tratara. Solo un signo de tantos, como su apuesta por una mirada a la cultura secular en positivo, que la mirada de fe hacia el arte, la literatura y el cine abarcara más allá de lo confesional, salir de la sacristía.

Por no hablar de la apuesta por la internacionalización del diario y su irrupción en el mundo digital. Y por dar voz a la mujer. Y firma. Sí. Un hombre ha apoyado la revolución femenina vaticana, de la mano de Donne Chiesa Mondo, el suplemento mensual femenino dirigido con tal libertad por Lucetta Scaraffia, que no pocos llegaron a insinuar que si se publicaba sin objeciones era porque “los cardenales lo apartaban del diario y no lo leían”. Ellas toman las riendas del pensamiento, de la reflexión y de la teología con tal proyección, que en el camino se sumó a la aventura Vida Nueva, que desde marzo de 2015, distribuye en exclusiva en español.

Los cambios en el aparato comunicativo de la Santa Sede pasan ahora por el relevo de Vian, que recupera para sí su faceta como investigador que se vio obligado a aparcar hace una década. Como “siervo inútil”, satisfecho de haber hecho lo que tenía que hacer. O mejor, como aquel escritor que sabía cuándo una aventura tocaba a su fin, enfundar el guardapolvos al joven periodista e iniciar un nuevo viaje en otro libro.