Tribuna

El Cristo del “trocito de papel” de San Juan de la Cruz

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Normalmente las reliquias de los santos son objetos que han estado en contacto con la persona durante su vida y misión en la tierra. De San Juan de la Cruz se conserva una reliquia de un dibujo suyo, famoso en el mundo de las artes, por inspirar la imagen del Cristo de San Juan de la Cruz de Salvador Dalí, que reproduce la visión del santo, aunque con proporciones y signos diferentes.



Al fraile carmelita se le conoce por ser cofundador del Carmelo Descalzo y su cercanía a Santa Teresa de Jesús, por sus dotes místicos, su literatura y escritos espirituales, su hermosa prosa esponsal, que le valieron el doctorado eclesial como pastor y maestro de las almas, con relación a la vida interior y el camino de unión entre Dios y los hombres. Pero otra faceta poco conocida es la de ser un artista de Dios.

Formación y estudios en artes y oficios

No hay sorpresa en descubrir esta faceta creativa, pues como cualquier estudioso de su época, la formación de Juan de la Cruz se enfocó en gramática, teología y artes (filosofía), tal como detalla la biografía realizada por Juan Vicente Rodríguez (2012), en la que señala que el santo realizó estudios superiores en el colegio de la Compañía de Jesús (1559 – 1563), así como en el noviciado de los carmelitas en Medina del Campo (1563 – 1564).

Sin embargo, los trabajos de enfermero que realizó en el hospital general de la villa, a la par de sus estudios con los jesuitas, hace pensar en su experiencia en oficios operativos, que involucra las destrezas manuales como pudieron ser: dibujo, carpintería, tallado de piedra o madera, grabado, manejo de textiles, así como cualquier otra actividad de pericia práctica.

De modo que no es de extrañar que el medio fraile destaque no solo por su genio literario, sino por dibujos o tallas que hacía cotidianamente (cuando el tiempo se lo permitía) para sus allegados, como una muestra más de su vocación mística, y su relación con lo divino, tal como lo relatan los testimonios de sus contemporáneos.

El dibujo del trocito de papel

El dibujo de Cristo Crucificado identificado como, del “trocito de papel” llega a nuestros días con una versión restaurada a mediados del siglo pasado y que se conserva actualmente en el Monasterio de la Encarnación de Ávila; dibujado precisamente allí, entre los años de 1572 y 1577, tal y cómo lo explica el trabajo de Vicente Viñas Torner (1966).

Realizado en tinta sobre pergamino, la imagen actual es una estampa elíptica de 7 x 5 cm. aproximadamente y modificada en los últimos 300 años, reproduciendo una visión mística sobre Jesús, en los momentos de la crucificción, quizás en los instantes de mayor agonía próximos al expiración que relatan los evangelistas.

Varios aspectos destacan del singular dibujo. Primero es que muestra a Cristo desde una perspectiva subjetiva, en la cual, el observador mira desde arriba a modo de vista aérea a la cruz en forma de equis y por ello en diagonal, dónde el punto de fuga se ubica lateralmente elevado, y el cono de visión se abre en perspectiva al cielo y a la tierra, modo poco convencional de reproducir una escena generalmente realizada en la pintura de la época, desde una visión frontal o lateral.

El segundo aspecto es la proporcionalidad y detalles del cuerpo humano, aunque por medio de líneas y manchas, el santo plasma torso y extremidades en perspectiva, acentuando el sentido gravitacional del cuerpo colgado a modo de peso muerto y sostenido por los calvos (dibujados de manera exagerada), del que destacan las piernas inclinadas en ángulo por la posición del patíbulo y la espalda despegada del madero, simulando el esfuerzo para la respiración final.

¿Podría saber San Juan de la Cruz cómo dibujar la anatomía humana de los crucificados, y más aún desde una perspectiva tan particular y subjetiva? No lo sabemos con certeza, pues a nosotros llega una imagen retocada a varias manos, pero que según los trabajos de 1966 se encontraron trazos originales que esbozan muy cercanamente la escena que vemos hoy.

Dibujo plasmado desde la llama encendida del alma

Hay que añadir el detalle de los clavos, pues a pesar de ser muy grandes en el dibujo de San Juan de la Cruz, es curioso que aparezcan 4 en vez de 3; aunque la restauración no demostró que eran originales, debido al mal estado de conservación del papel y los añadidos, lo cual hizo difícil precisar los elementos agregados posteriormente.

No obstante, la forma y representación del cuerpo de Cristo y el madero, del dibujo de San Juan de la Cruz, hace pensar que efectivamente representa una visión mística del fraile, pues apunta acertadamente a detalles muy precisos considerando el exiguo tamaño del dibujo, y la complejidad de la escala representada por el soporte y la técnica pictórica utilizada.

De alguna manera, el dibujo evidencia la acertada visión del santo, más allá de la destreza humana, sino más bien de inspiración, tal y como lo describe en una de sus canciones espirituales:

“¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados,
formases de repente
los ojos deseados,
que tengo en mis entrañas dibujados!”
(San Juan de la Cruz, Cántico espiritual A. Canción XII).


Por Raymundo Alberto Portillo Ríos. Profesor de arquitectura de la Universidad de Monterrey.