Tribuna

Dedicar tiempo al “herido”

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En esta XXV Jornada Mundial de la Vida Consagrada se ha elegido un lema, Parábola de fraternidad en un mundo herido, que revela la esencia de sus múltiples carismas: identificarse con el estilo de vida y el modo de obrar de Jesucristo. Es nuestra vocación y nuestra identidad siempre inacabada. “Fraternidad” y un mundo, una sociedad, un hombre… “herido.”



Existen heridas en el cuerpo y en el espíritu. Pocas veces en la historia la humanidad ha cobrado tan rápido conciencia de sus “heridas”: su enorme finitud, sus propios límites e impotencia;  junto al dolor y el miedo, la incertidumbre y la oscuridad ante la muerte y el sentido de nuestra existencia.

Curar las heridad

Los consagrados no somos ajenos a estas heridas. Se abrieron en carne viva los grandes interrogantes que silenciamos en los tiempos de bonanza, pero que están ahí en la inquietud innata del ser humano.

Este mundo así herido es ese “extraño en el camino” de ‘Fratelli Tutti’. Y los consagrados se sienten llamados a acoger la realidad humana del trasfondo de siglos de esa parábola de Jesús, llamados a tomar la opción de reconstruir este mundo que nos duele (FT, 67), llamados a crear “fraternidad” donde resuene “el llamado a repensar nuestros estilos de vidas, nuestras relaciones, la organización de nuestras sociedades” (FT, 33).

La respuesta, como la del samaritano, será detener nuestras prisas, dejar de lado nuestras ocupaciones y dedicar tiempo a cuidar, escuchar, regalar cercanía, vendar heridas del espíritu en este “mundo herido”; es digno de dedicarle nuestro tiempo, porque este “herido en el camino” es el mundo al que Dios ama.

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