Tribuna

Cuaresma, camino de conversión integral

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Los cuarenta días de preparación a la Pascua conducen a los cristianos a un periodo de ascesis marcado por el compartir, la oración y el ayuno. Es un proceso que apunta a la conversión de toda la persona y de sus relaciones con los demás y con Dios.



Los tres pilares de la Cuaresma son bien conocidos: limosna, oración y ayuno. Todavía se habla de esfuerzos cuaresmales. De hecho, para acercarse a Dios, la ascesis es un camino exigente que implica renuncias. Pero a menudo se considera solo desde un punto de vista personal. Sin embargo, la Cuaresma es también un proceso comunitario. La llamada a la conversión se dirige a todas las comunidades eclesiales y debemos apoyarnos mutuamente en el cumplimiento de nuestros compromisos. Además, estos esfuerzos no se dirigen solo a la transformación interior de los individuos: contribuyen a la conversión de todas nuestras relaciones, las que mantenemos con nosotros mismos, con el prójimo, con los pobres, con Dios, con toda su Creación…

Sin olvidar a Dios

Así pues, la limosna es una invitación a renovar nuestra atención a los más pequeños y vulnerables y a mostrar una solidaridad concreta con quienes atraviesan dificultades. No se trata solo de dinero. Hay ciertamente una limosna de presencia, de tiempo dado. La oración, tanto personal como comunitaria, es el camino por excelencia para reavivar y fortalecer nuestra relación con Dios y honrarle como Creador y Salvador de todas las cosas. Por último, el ayuno, que no se limita a la comida, nos permite separar lo fútil de lo esencial y así encontrarnos a nosotros mismos, renovar el deseo y el gusto por lo que realmente importa, liberar nuestra presión sobre la tierra y solidarizarnos con los más pobres.

En cierto modo, todos nuestros esfuerzos cuentan. A condición de que no olvidemos que es Dios mismo quien nos da el don de la limosna, la oración y el ayuno y nos hace capaces de hacerlo. Es precisamente aquí donde entra en juego nuestra conversión: reconocer y aceptar que sin Él no podemos hacer nada (cf. Jn 15,5), aunque cuente con nosotros para hacer del mundo un lugar mejor.


*Artículo original publicado en La Croix, ‘partner’ en francés de Vida Nueva