Tribuna

Asia Bibi: la libertad del odio

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Pensábamos que sabíamos todo sobre Asia Bibi, una mujer campesina cristiana condenada a muerte en 2010 en Pakistán, después de ser acusada injustamente de blasfemia, un día cuando, bajo un sol abrasador, una de las mujeres con las que trabajaba, la acusó de haber contaminado el pozo llenando un vaso de agua.

Conocemos su rostro, juvenil y sonriente, cubierto en parte por su hermoso sari de color azafrán. Las interminables vicisitudes judiciales, desde la conmoción de la primera condena hasta la absolución definitiva el 29 de enero de 2019 por parte de la Corte Suprema de Pakistán, seguida, unas semanas después, de la autorización para abandonar su país, donde su familia y ella estaban amenazados de muerte.



¿Pero quién sabe qué ha sucedido en el corazón, en el alma, en el cuerpo y en la mente de esa mujer en esos diez largos años? El fuerte testimonio de esa historia íntima es ahora el libro de Asia Bibi, ‘Porfin libre’, publicado en Francia por Editions du Rocher, que recoge una entrevista con la periodista francesa Anne-Isabelle Tollet, gran reportera, ex corresponsal permanente en Pakistán y secretaria general de la asociación Comité International Asia Bibi.

Anne-Isabelle Tollet no es alguien cualquiera en la historia de Asia Bibi, sino la persona que la ha apoyado desde el principio. En 2011, las dos mujeres escribieron un primer testimonio, Blasfema (en Italia Mondadori, 2011). Como la periodista no estaba autorizada para tener contacto con la joven encarcelada, fue el esposo de Asia quien le hizo una serie de preguntas para después dar las respuestas a Anne Isabelle Tollet, que le estaba esperando cerca, en un coche. Así fue como la voz de Asia pudo, por primera vez, romper las estrechas paredes de su celda.

Para escribir este libro, las dos mujeres se encontraron en Canadá, donde Asia Bibi se refugió con su esposo y sus dos hijas inmediatamente después de su liberación. El libro es un concentrado de humanidad, en sus aspectos más oscuros, pero también en los más brillantes. Nos encontramos con sádicos guardias de la prisión: uno ladra órdenes y se regocija por su próxima muerte, el otro, una mujer, la golpea mientras duerme.

Ángeles de la guarda

Pero también ángeles de la guarda. Desconocidos, como la musulmana Bougouina, compañera de detención –que fue encarcelada por adulterio después de denunciar a su violador– que se estremeció de indignación cuando Asia le confiesa que sus hijas fueron golpeadas y obligadas a beber orina después de su arresto, cuando se le pidió que renegara y tomara otro esposo. Poco después de consolarla, Bougouina muere, por la noche, en la celda de al lado…

O Mamita, una cristiana que decidió dedicar su vida a los mártires en las cárceles paquistaníes, después de que su nieta fuera golpeada hasta la muerte por los guardias de la prisión donde había sido arrojada por negarse a un matrimonio forzado. Mamita le leía la Biblia y un día consiguió darle un pedazo de hostia consagrada.

En la prisión, Asia Bibi tuvo tiempo para reflexionar: “Mi dolorosa experiencia me ha permitido entender que la política y la religión no estaban de acuerdo. Dado que al principio se insistió tanto sobre mi religión, he pensado durante mucho tiempo que las leyes anti-blasfemia apuntaban únicamente a la comunidad cristiana. He necesitado años para entender que había también musulmanes condenados y que, en el fondo, esa ley amenazaba a todos porque era suficiente con pelear con un vecino para encontrarse condenado a muerte o a cadena perpetua”.