Freno a la trata: asilo para una nueva vida

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“Soy Esther –nombre ficticio–, tengo 22 años y hace uno que llegué a España”. Habla una víctima. “Ingresé directamente en el Proyecto Esperanza, donde encontré  a muchas mujeres como yo, pero de diferentes países. Tenía miedo por no saber qué podía pasar más adelante. Todos los días me preguntaba cómo iba a ser mi vida”, relata. Y continúa: “No fue fácil. Todas las chicas veníamos de lugares diferentes; teníamos hábitos distintos, diferentes formas de hacer las cosas y también de pensar”. Sin embargo, indica que aprendió “muchas cosas”, como “saber escuchar a la gente”. Ella es una de las 77 mujeres víctima de trata y solicitante de asilo en España atendidas el pasado año por el Proyecto Esperanza de las religiosas adoratrices.

La policía alertó de su presencia en el aeropuerto de Madrid-Barajas y en menos de tres horas, el equipo de atención del proyecto se presentó allí. “Había indicios de trata (nosotras siempre trabajamos con indicios) y la llevamos a lo que denominamos Casa de Emergencia, donde puede descansar, recuperarse y tomar conciencia de lo que ha pasado. Y es que en muchas ocasiones, quienes les han engañado son personas de su propia familia o quienes ellas consideran equivocadamente su ‘mejor amiga’”, explica la directora del proyecto, Ana Almarza, que hace hincapié en que la trata suele ser la consecuencia de otras violencias sufridas en el camino: violaciones, matrimonios forzados, mutilaciones genitales…

18 años haciendo visible lo invisible

Camerún (22), Nigeria (20), República Democrática del Congo (15) y Costa de Marfil (10) son los cuatro países principales de donde proceden estas mujeres atendidas por las adoratrices. Aunque no solo vienen del continente africano, ya que también hay casos de América (Colombia, Honduras, El Salvador) o Asia (Vietnam). Pese a que han atendido a siete menores solicitantes de asilo, la realidad es que la mayoría de las mujeres oscilan entre los 18 y 34 años (77%).

Proyecto Esperanza lleva más de 18 años proporcionando esta atención integral a las mujeres y trabajando por mostrar una realidad oculta, invisible a nuestros ojos; pero fue en 2014 cuando se hizo notoria la necesidad –también por parte del Estado– de ofrecer protección internacional a estas mujeres, que es un “derecho”, recalca Almarza. Y no solo proteger a las que son obligadas a ejercer la prostitución, también a las que son sometidas a trabajos forzados, puntualiza.

Esther, como el resto de las mujeres, tuvo que pasar alrededor de dos meses en la Casa de Emergencia, para luego ir a la Casa de Consolidación, donde continúan su recuperación, que compaginan con la realización de cursos de español –si no conocen el idioma– y formación para que puedan desempeñar otra labor que no sea el servicio doméstico. Después de entre 9 y 12 meses, las chicas recalan en Pisos de Autonomía, donde ya son más independientes y cuentan con un trabajo –Esther está en este momento haciendo entrevistas– o estudian, para lo que también reciben becas. Ella está ahora mismo en uno de ellos y ya es hoy refugiada en España.

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