Pliego
Portadilla del Pliego nº 3.191
Nº 3.191

Abusos de poder y de conciencia en la Vida Consagrada

Tendido en el suelo se encuentra George Floyd, un chico negro de Minneapolis. La rodilla de un policía oprimiendo su cuello le roba el aire. Se oye un grito sordo: “No puedo respirar”. Momentos después fallece asfixiado, víctima de una agresión justificada como mecanismo de “paz” social. Y ¿si hubiera en la Vida Consagrada (VC) hermanos y hermanas nuestros que viven una experiencia similar? Mueren de asfixia a causa de una violencia aceptada en nombre de Dios: abusos de poder, manipulación de conciencia, derivas sectarias… La analogía puede parecer exagerada, pero los datos lo confirman. Según la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, en torno a un 4% de los institutos actuales –en los casos más clamorosos– ha debido afrontar una visita apostólica por esta causa.



Los escándalos mediáticos en este sentido se suceden. Algunas conferencias episcopales están poniendo en marcha comisiones para atender a víctimas de derivas sectarias en instituciones católicas. Comienza a haber publicaciones rigurosas. Los más de 3.000 abandonos anuales de consagrados, también a causa de divisiones internas y búsqueda del poder, lo sugieren. En el acompañamiento espiritual, el tema se verbaliza ya con mayor claridad. Al respecto, Heiner Wilmer, obispo de Hildesheim (Alemania) y exsuperior general dehoniano, comenta: “El abuso de poder está en el ADN de la Iglesia”.

Sin embargo, en la Iglesia y los institutos guardamos un silencio incrédulo. Quizás intentando asumir el drama de los abusos a menores, aún no hemos tomado conciencia de un fenómeno interno que afecta a toda la vida religiosa y monástica, a institutos clericales, laicales, masculinos y femeninos, antiguos y nuevos. En un caso reciente, el de Enzo Bianchi y la Comunidad de Bose, el comunicado de prensa impuesto por la Santa Sede habla de “situación tensa y problemática respecto del ejercicio de la autoridad del fundador, la gestión del gobierno y el clima fraterno”. No obstante, quizá previendo el escándalo, no habla de abuso, aunque haya víctimas del poder violento del fundador y su entorno.

No sabemos aún la veracidad de las acusaciones contra Josef Kentenich sobre aspectos silenciados hasta ahora por su movimiento de Schoenstatt. Cuestiona que El Arca solo hiciese pública la investigación sobre los abusos cometidos por Jean Vanier al poco tiempo de su muerte. Los casos –de gravedad diversa– se multiplican. ¿Por qué callar?

Hay mecanismos en la VC que pueden derivar hacia dinámicas enfermas y destructivas. Según ha señalado Hans Zollner en numerosas ocasiones, el problema es sistémico: en las estructuras y en los procedimientos. “Donde dicen aquí no hay abusos, significa que allí no se habla”. Abusos en nombre de la religión han existido siempre en la VC. Pensemos en el trato recibido antaño por muchos hermanos “legos”. No obstante, hablar de abuso espiritual es algo relativamente nuevo.

El papa Francisco nos hace caer en la cuenta de un mal cuyo origen se encuentra en una persona perversa que teje una tela de araña y envuelve todos los ámbitos de la vida y misión de un instituto: “Existen diversos tipos de abuso: de poder, económico, de conciencia, sexual. Es evidente la necesidad de desarraigar las formas de ejercicio de la autoridad en las que se injertan, y de contrarrestar la falta de responsabilidad y transparencia con la que se gestionan muchos de los casos. El deseo de dominio, la falta de diálogo y de transparencia, las formas de doble vida, el vacío espiritual, así como las fragilidades psicológicas son el terreno en el que prospera la corrupción”.

“En los últimos tiempos se nos ha reclamado con fuerza que escuchemos el grito de las víctimas de los distintos tipos de abuso que han llevado a cabo algunos obispos, sacerdotes, religiosos y laicos. Estos pecados provocan en sus víctimas ‘sufrimientos que pueden llegar a durar toda la vida y a los que ningún arrepentimiento puede poner remedio’”.

El abuso de poder supone un exceso en el desempeño de las propias funciones jerárquicas, pastorales o espirituales, estableciendo relaciones perversas y forzando a alguien en su conciencia para robustecer el propio poder e imagen. La deriva sectaria, como forma más radical de tal atentado contra la libertad, es la toma de control de todo un contexto social. Son verdaderos sistemas que pueden pasar desapercibidos dentro y fuera de una institución. Si a esto se añade la dimensión espiritual, que toca aspectos muy profundos de la estructura de la persona, estaremos ante un abuso espiritual. Su violencia es real; sus consecuencias, devastadoras; el sufrimiento causado, inmenso.

Algunas peculiaridades hacen especialmente delicado el abuso espiritual en la VC. Podemos individuar tres elementos propios: el florecimiento de personalidades carismáticas seductoras, hoy marcadas por un fuerte perfil mediático; el lenguaje religioso, que en muchas ocasiones es capaz de crear percepciones ambiguas de la realidad y justificar el mal acudiendo a palabras como entrega, don de uno mismo, sacrificio, comunidad, misión, etc.; y también el vínculo de la obediencia que caracteriza a las relaciones con un tono particular y –en el abuso– sitúa a quien obedece ante un dilema de conciencia difícil de resolver. Todo ello puede decantarse en una cultura comunitaria que encubre en nombre de la fe.


Índice del Pliego

I. EL ABUSO ESPIRITUAL

Florecimiento de figuras carismáticas seductoras

La manipulación del lenguaje en el abuso espiritual

II. CULTURA COMUNITARIA DEL ABUSO

  • Elitismo eclesial
  • La idolatría de la unidad
  • La cobertura comunitaria del abuso
  • La negación de la conducta abusiva

III. LOS RIESGOS DE LA OBEDIENCIA

CONCLUSIÓN

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