Editorial

Una reforma a golpe de cardenalato

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Francisco afronta el sexto consistorio de su pontificado con la creación de diez cardenales electores y otros tres no electores. En la línea de los anteriores nombramientos, el Papa busca, por un lado, subrayar la catolicidad de la Iglesia, en tanto que se potencia su carácter universal y plural. De esta manera, comienza a vislumbrarse algo más que un relevo generacional en el Colegio cardenalicio, pues, en relativamente poco tiempo, se han multiplicado las nacionalidades, lenguas y razas, y, con ellas, la diversidad de matices eclesiales frente a la tentación de esa autorreferencialidad que tanto le preocupa desde que guía la barca de Pedro. Así, si en el cónclave de marzo de 2013 estuvieron representadas 48 naciones, hoy son 69 los países que cuentan con cardenales electores.



Pero, por otro lado, esta veintena más se corresponde con una balanza que se inclina hacia el Sur. Aunque todavía son una mayoría abrumadora los pastores pertenecientes a países desarrollados y de tradición histórica, las Iglesias jóvenes ven correspondida la confianza de un Papa que no supervisa, sino que decide personalmente todos y cada uno de los nombres que configuran la lista de los elegidos como sus más directos asesores.

Lo que en los primeros consistorios de Bergoglio se leía como un guiño hacia las diócesis tradicionalmente consideradas de misión, un gesto a obispos que viven su ministerio a pie de calle o una palmadita en la espalda a la vida religiosa, ahora se consolida como una tendencia imparable que habla de una periferia que se torna nuevo centro y de una reforma que se reafirma a golpe de cardenalato.

Y serán esos hombres que recogerán en poco menos de un mes su birreta, precisamente, quienes han de contagiar este planteamiento allí donde ejercen su ministerio: en la Curia, en una gran urbe o en un entorno rural. En ellos recae, en parte, la responsabilidad de guiar a su grey encomendada para que materialicen en su día a día los documentos vertebrales de esta nueva etapa, desde ‘Evangelii gaudium’ a ‘Amoris laetitia’, pasando por ‘Laudato si’’ o la reciente ‘Christus vivit’. Pero también corresponde a las Iglesias locales tomar como referencia a estos purpurados a la hora, por ejemplo, de planificar sus iniciativas pastorales.

En España, Francisco ha creado a siete cardenales electores, una excepción en la vieja Europa, que ve mermada su otrora hegemonía púrpura, siendo el único país del mundo presente en cada uno de los seis consistorios. Sus perfiles hablan de cómo quiere el Papa que sea el trabajador de la Curia, el misionero y el pastor. Pero, sobre todo, de qué liderazgo y presencia busca este Papa en medio de la sociedad, pero también en la propia Iglesia española.