Editorial

Una guerra por el bien común

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El Gobierno ha decretado diez días de luto oficial en memoria de las víctimas del coronavirus. Cualquier tiempo de duelo, que siempre resultará insuficiente para honrar la memoria de los miles de fallecidos por el COVID-19, trae consigo un especial reconocimiento para quienes han dado su vida en estos meses por intentar salvar la de otros y han perecido en esta lucha contra un enemigo invisible. En este listado de héroes anónimos se encuentran el personal sanitario, los trabajadores de los servicios esenciales… y también las Fuerzas Armadas.



No son pocos los que, durante esta pandemia, han redescubierto la impagable labor del Ejército, ante un despliegue sin parangón: lo mismo en residencias de ancianos que levantando hospitales de campaña. Hombres y mujeres vocacionados en su servicio al bien común, muchos de ellos movidos por la fe, que han demostrado un compromiso sin límites, como el que llevan a cabo con su entrega ejemplar en tantas misiones de paz por todos los rincones del planeta.

No han estado solos en esta empresa. Han contado con la callada e imprescindible entrega del capellán castrense, como uno más en la trinchera para alentar a unas tropas desgastadas y necesitadas de un aliento para hacer frente a tanto dolor y sufrimiento del que han sido testigos en su día a día. Juntos, como laicos militares y paters, de la mano del arzobispo Juan del Río, se han revelado además como signo de corresponsabilidad eclesial, al reforzar más si cabe la emergente Cáritas castrense.

Un trabajo discreto

Junto a ellos, la ministra de Defensa, Margarita Robles, que en medio de esta crisis se ha ganado el respeto y reconocimiento de la sociedad, desmarcándose de las crecientes tensiones partidistas. Sin buscarlo, se ha convertido en referente para la opinión pública y para los cristianos. Un ser y hacer alejados de protagonismos y aspavientos ha devenido en reconocimiento de un trabajo y un talante que hablan de esa discreta pero influyente presencia de los cristianos en la vida pública como promotores de la “cultura del encuentro” y del ejercicio de la política como una de las “más altas formas de caridad”, en palabras del papa Francisco.

Justo cuando se celebra la Semana de las Fuerzas Armadas y se recrudece la crispación, es tiempo de apelar a los valores que ha desplegado el Ejército para vencer a la pandemia y que enumera la propia Margarita Robles: “Calidad humana, generosidad, profesionalidad, entrega, espíritu de servicio, compromiso y su amor a España y los españoles”. Y todo desde la unidad en la diversidad mostrada por militares, paters, arzobispo y ministra, que urge promover desde la Iglesia frente a la amenaza real de una fractura social.

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