Editorial

Un Sínodo cargado de afluentes

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Este mes de octubre, Roma se convierte en la capital de la Amazonía. Más de 300 participantes entre obispos, sacerdotes, religiosos y laicos abordarán los desafíos de una región que aglutina a nueve países y que, en los últimos meses, se ha situado en el foco mediático por los incendios que han devastado parte de su riqueza natural. Sin embargo, las cuestiones que se abordarán en este Sínodo Panamazónico en materia de ecología integral, doctrina social y evangelización, trascienden los límites de estas nueve naciones, puesto que afectan directamente no solo a la Iglesia universal, sino también a la comunidad internacional.



De ahí que sean muchos los que miran de reojo esta convocatoria del Papa, especialmente grupos de presión políticos y económicos que han buscado contraprogramar y menoscabar la cita eclesial.

Estos ‘lobbys’ han encontrado, además, correspondencia interna. Quienes abanderan la resistencia per se a toda propuesta de reforma que nace de Francisco, vienen lanzando desde hace meses sus dardos dentro de su campaña para minar la credibilidad y autoridad del sucesor de Pedro. Especialmente, a raíz de la publicación del ‘Instrumentum laboris’, han concentrado sus esfuerzos en lapidar la propuesta sobre la ordenación de hombres casados, considerando una herejía el mero hecho de poner la cuestión sobre la mesa. Esta cerrazón no solo busca convertir el tema en tabú, sino poner el foco para ofrecer una visión polarizada y cismática y desviar la atención de otras cuestiones igualmente cruciales y no menos relevantes, como reforzar el compromiso con los pueblos originarios o la pertinencia de un organismo eclesial específico para la Amazonía con potestad episcopal.

Estos ataques ideológicos no pueden ni deben achantar la necesidad de un debate sereno y maduro sobre el liderazgo laical en las comunidades, un tema que se torna ineludible y en el que debe primar el discernimiento y la búsqueda de la comunión acorde con los signos de los tiempos. No atreverse a plantear cualquiera de estas cuestiones con libertad, supondría una victoria para los que, de forma sibilina, han buscado desmontar todos los sínodos de Bergoglio. El miedo no puede apoderarse del aula sinodal, lo que exige, además, estar alerta y poner los medios para que el relato de la confusión y el descrédito no se imponga ante la opinión pública, eclesial y civil.

A la vista está que no solo está en juego la Amazonía como tal. La relevancia de este Sínodo radica en la grave responsabilidad de los padres sinodales. El futuro de la Casa Común y, en parte de la Iglesia, está en manos del diálogo profético, valiente y creativo que sean capaces de abordar.