Editorial

Reforma germánica

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La Iglesia alemana ha hecho suya la invitación del Papa a que la sinodalidad se cuele por todos sus poros. Ya antes de que Francisco apostara por la corresponsabilidad eclesial, la comunidad católica germana buscaba encarnarlo a pie de Epsicopado y de parroquia desde un trabajo codo con codo entre sacerdotes, religiosos y laicos.



Un modo de ser y hacer que ahora se materializa en el llamado Camino Sinodal, que cumple un año de andadura y en el que todos y todas tienen voz y voto. Basta con contemplar cómo se han distribuido físicamente las diferentes asambleas celebradas hasta ahora –donde los participantes se ubican por orden alfabético y no por gremios– para visibilizar ese empeño por encarnar la riqueza de la misión compartida.

A buen seguro que, en la ruta que han decidido emprender, con sus pastores al frente, hay elementos cuestionables, pero lo cierto es que, en general, lo visto y analizado hasta ahora habla de una Iglesia que busca volver al Evangelio sin miedo a embarrarse. Por un lado, se trasluce un proceso de diálogo en libertad, donde ningún tema se considera tabú a priori ni nadie ha quedado excluido por no ajustarse a los parámetros de lo católicamente correcto.

Precisamente, esta premisa de no cerrar puerta alguna es la que más tensiones ha generado entre aquellos que ya han sacado sus propias conclusiones apocalípticas sobre la deriva de las reflexiones en torno al papel de la mujer y la moral sexual. Nada que temer al respecto, en tanto que Roma acompaña lo que se mueve en Alemania, para tranquilidad de unos y otros.

Actualizar el recetario

En esta misma línea, el planteamiento de estos debates huye de toda actitud belicista frente a lo que se podría considerarse como un mundo hostil que busca desterrar al hecho religioso de la vida pública. El punto de partida es otro: conscientes todos de una secularización galopante, la Iglesia se confronta a sí misma para ser capaz de reconocer su debilidad y las heridas de la sociedad y, desde ahí, buscar las oportunidades para ser samaritana y misionera. Esta mirada esperanzadora huye del relativismo y de una concepción naïf, pero también de vivir con las espadas en alto.

Los católicos alemanes están demostrando que querer responder a preguntas de hoy con respuestas de ayer, con un recetario de supervivencia y mantenimiento, no basta. De ahí que echen el resto para ponerse a la escucha del Espíritu Santo y hacer presente el Reino de Dios en su aquí y en su ahora. Una actitud de discernimiento que exige una conversión personal, pero que también urge a animar esa reforma eclesial que hace casi ocho años proponía ‘Evangelii gaudium’ y que no parece asimilarse con la misma decisión en otras latitudes.

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