Editorial

JMJ de Panamá: Jóvenes que tejen redes

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Panamá ha acogido en estos días la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) con la satisfacción de haber respondido con creces a las dudas vertidas sobre su capacidad organizativa por ser un pequeño país de Centroamérica y, también, por celebrarla fuera del calendario habitual europeo. Despejadas las expectativas sobre el éxito de esta JMJ de la periferia, la impronta latina de la acogida en la sencillez contagió también a un Francisco párroco que interpeló y provocó a los jóvenes con una frescura constante en su relato.



En Panamá, el Papa ha sabido convertir el canal que permite unir el Atlántico y el Pacífico en toda una metáfora del puente que han construido los jóvenes cristianos de los cinco continentes allí reunidos como caudal fresco que necesita la Iglesia, frente a quienes siguen empeñados en construir muros.

Por su parte, los ‘millennials’ han vuelto a poner de manifiesto, con su capacidad para disfrutar con la misma intensidad del bullicio de la fiesta y del silencio orante, que no viven en absoluto ajenos a la realidad que les circunda. Todo lo contrario. Este empeño por no permanecer fuera del mundo en el que viven, les convierte en embajadores privilegiados del Evangelio entre sus familiares, vecinos, compañeros de estudio y de trabajo.

El Papa lo expresó utilizando los propios códigos juveniles al presentar a María, durante la vigilia de la JMJ, como la “influencer de Dios”, y, por tanto, modelo para esta generación de chicos y chicas llamados a convertirse en discípulos misioneros entre sus coetáneos. Sin regalarles los oídos, dirigiéndose a ellos como adultos y no como si fuesen unos niños, el Pontífice se mostró en todo momento cómplice al considerarlos ciudadanos de primera en la Iglesia. Y, por tanto, también se mostró exigente al instarles a comprometer su vida con Jesús desde el servicio a los últimos, a los mayores, a los migrantes, a los encarcelados, a los indígenas… “Ustedes no son el futuro, son el ahora de Dios”, insistió una y otra vez Bergoglio en un mensaje final que no solamente iba dirigido a ellos, sino a los pastores y agentes de pastoral para no postergar esta encomienda a un mañana indefinido.

Ahora, de vuelta a los lugares de origen, tanto los peregrinos como sus acompañantes han de poner medios para aplicar el encargo realizado por el Papa, para que la euforia de esta JMJ no se diluya en la rutina, sino que empape su cotidianidad. ¿La meta? Que verdaderamente unos y otros puedan erigirse también en “’influencers’ de Dios”, para tejer redes reales y no solo virtuales que permitan conectar a todos esos jóvenes con Jesús de Nazaret y con una Iglesia en la que urge aterrizar esa escucha que reivindicó el Sínodo.

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