Pedro Casaldáliga, sentado alrededor de la mesa del Padre


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Cuando escribo esto, Pedro Casaldáliga lleva ya un par de días sentado alrededor de la mesa del Padre. Aunque por lo inspirado de su poesía y la especial característica de la enfermedad que le acompañaba tal vez gozó previamente de algún aperitivo del Banquete del Cordero mientras todavía respiraba el aire de la tierra que más amaba.



En los días previos a su fallecimiento, mi mujer y yo comentábamos durante una comida lo enfermo que se encontraba -yo mismo había publicado en mi cuenta de Twitter una información apresurada sobre su muerte. Hablando sobre él, mi hijo intervino y preguntó: “¿Quién es ‘Caldeséliga’?”.

¿Cómo se puede sintetizar una vida entregada al servicio de personas excluidas -invisibles- con un lenguaje adaptado a la edad de quien lo pregunta?

Pedro Casaldáliga era -es en aquel momento- un amigo de Jesús, sacerdote, que se fue a vivir muy lejos y peleó para que personas que lo pasaban muy mal pudieran tener una vida mejor.

Y es que el lenguaje de la infancia es más sencillo, más evangélico porque puede transportar con mayor eficacia la Buena Noticia.

El misionero español Pedro Casaldáliga

El misionero español Pedro Casaldáliga

¿Buena Noticia?

Porque a medida que crecemos nuestra locución se impregna de matices, de etiquetas prefijadas, de juicios y exclusiones. Todo en pos de nuestra autocomplacencia para demostrarnos a nosotras mismas, y al mundo entero, que nuestros conocimientos, nuestra vida, nuestras elecciones y compromisos son mejores que los de la persona que tenemos enfrente.

Leía, el mismo día del fallecimiento de Casaldáliga, un tweet que decía: “Este sábado murió a los 92 años Mons. Pedro Casaldáliga Plá, famoso exponente de la corriente marxista de la teología de la liberación”. Veintitrés palabras cargadas de contenido agresivo que se esconden detrás de un titular, para desgracia de todas, de una página web autodenominada católica. Y digo autodenominada porque me pregunto, ¿cuál es el alcance de esa catolicidad si no todo el mundo cabe?

No es un secreto que en 1984 Joseph Ratzinger firmara un documento muy preciso sobre la “Teología de la Liberación”, indicando los errores doctrinales de la misma (cf. Instrucción sobre algunos aspectos de la ‘teología de la liberación’ -Libertatis nuntius). Es un texto excelente que debe ser leído con atención.

Pero con atención de verdad, no únicamente con ese tipo de lectura ligera que busca confirmar las propias ideas. El titular que decía antes, escrito cuando algunas personas tenían recién abierta la herida de la pérdida, me parece que dista mucho de ser Buena NoticiaSon reclamos hechos a destiempo, fuera de un contexto empático que pudiera facilitar el encuentro y el diálogo.

Guerras que librar

Hay demasiadas personas que han hecho de su seguimiento cristiano una espada con la que librar una guerra contra toda persona que etiqueten como ‘indigna’. Han violado al profeta Isaías, destrozando los arados para reconstruir las lanzas (cf. Is 2, 4).

Alguien que en otro tiempo formó parte de mi vida cercana incluso subía a Youtube un vídeo en el que se alegraba de que fuesen muriendo las cabezas pensantes de la “Teología de la Liberación”. Erró el camino. Se le olvidó que, detrás de toda la intelectualidad y los constructos cognitivos había una persona que, con mayor o menor acierto doctrinal, entregó su vida por una cantidad innumerable de personas descartadas.

No todo en el seguimiento de Jesús era/es entrar como una exhalación en el atrio de los gentiles para echar a patadas a todo el mundo. A veces también había que entrar en casa de las prostituidas y de los borrachos, de los vagos. Era necesario el error doctrinal que marcaba la institución religiosa de la época. Porque, en manos y boca de Jesús, el error se transformaba en Buena Noticia.

Y aunque Pedro Casaldáliga incurrió en muchos errores doctrinales, al final de su vida consiguió un corazón lleno de nombres, a los que amó y por quienes se dejó la vida.

Ese, hijo mío, era “Caldeséliga”.