Lecciones del papa Francisco a los periodistas


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El frio del Otoño se siente cada vez más intenso en Roma, pero al interior de la Sala Clementina, en el Vaticano, justo en el tercer piso del Palacio Apostólico, el sábado 12 de noviembre se registraba el ‘clima perfecto’ para un encuentro único e inolvidable con el Papa Francisco. Era el momento más esperado de la Asamblea Plenaria de los miembros y consultores del Dicasterio para la Comunicación, que concluía ese día.



Hacia las 11:00 a.m. el Dr. Paolo Ruffini, Prefecto del Dicasterio nos informó que debíamos cerrar la sesión para disponernos a la audiencia con el Santo Padre. Estábamos relativamente cerca de la Sala Clementina, pero es bien sabido que los protocolos del Vaticano exigen estar con suficiente antelación.

Humanamente no puedo negar que desde que vi que la programación de las reuniones de esos días, a las que asistía por primera vez, incluía ese momento privilegiado, me preguntaba si sería posible estar en la primera fila para ver todo más de cerca y, por qué no, para estar más cerca del Papa. Internamente me decía: “imposible, en la primera fila siempre están los obispos, los cardenales y los invitados especiales”.

Pero los ‘buenos samaritanos’ también existen en la Sala Clementina. Lucas Luzón, un ecuatoriano que trabaja en el Vaticano desde hace más de 20 años, se dio cuenta cuando me disponía a ubicarme en la segunda fila –justo detrás de los prelados– y se apresuró a decirme que al otro lado quedaba un puesto en la primera fila. En menos de 30 segundos ya estaba allí, en la última silla de la improbable primera fila, junto a una gran puerta. Al mi lado estaban dos religiosas, una keniana y una italiana –a la que el Papa se referiría luego en su intervención–, ambas también son consultoras del Dicasterio para la Comunicación.

A las 11:45 los encargados del protocolo nos comenzaron a indicar que nos sentáramos –éramos unas 250 personas–. De repente se abrió la enorme puerta que estaba junto a mi silla y atónito vi ingresar al Papa Francisco a la Sala Clementina. Demoré en reaccionar –lo reconozco– para tomarle las primeras fotos con mi celular. Caminaba lentamente, sin ayuda de nadie, solo de un bastón que me recordó al del Sr. Carl Fredricksen, el protagonista de la película animada Up (2009). Lo recibimos con un efusivo y largo aplauso que le hizo detenerse para fijar su mirada en nosotros por unos instantes y sonreír antes de continuar su tránsito hacia la silla papal blanca que domina la icónica sala.

‘Sin censura’

Una vez en su cátedra, el Papa escuchó y agradeció el breve saludo que le dirigió el Dr. Ruffini en nombre de los presentes. Luego tomó en sus manos el discurso que había preparado para la ocasión. Observó los papeles y nos miró a nosotros antes de decirnos: “este es el mensaje, ocho páginas… si empiezo a leerlo, cuando llegue a la cuarta habrán olvidado lo que dije en la primera” (soltamos la risa). El Papa le entregó el documento al Prefecto indicándole que nos lo hiciera llegar posteriormente a todos, y se dispuso a hablar de modo más “espontáneo y ‘sin censura’, que es más divertido”, agregó.

Quienes seguimos la fuente vaticana y hemos tenido la fortuna de cubrir eventos con el Papa, sabemos que el Francisco más profundo y elocuente emerge cuando “se sale del libreto” para dejarnos saber lo que piensa y lo que siente sin cortapisa, amén de lo que ello debe representar para los traductores simultáneos del Vaticano, que suelen recibir previamente los discursos traducidos del Papa bajo embargo.

Comunicación de ida y de vuelta

Pero vamos a la parole a braccio (palabras improvisadas) del Santo Padre. Lo primero que nos dijo fue que “cuando se habla de comunicación, estamos hablando de un ‘ir y volver’; no hay comunicación en una sola dirección: va y vuelve, va y vuelve”, repitió,  advirtiendo el peligro de una comunicación en una sola dirección, sin retorno, “como la de un loro”.

“Un comunicador verdadero está atento al retorno, a aquello que viene, a la reacción que provoca lo que ha dicho”, continuó, y utilizó dos imágenes para asegurarse que todos entendiéramos lo que nos quería plantear: “por eso la filosofía ‘del altoparlante’ no sirve; sino una filosofía, digamos, ‘del teléfono’: se escucha, se responde”.

También enfatizó que “no puede haber comunicación sin un diálogo y sin movimiento, sin moverse”, pues no es posible “dar la noticia y luego callar”. “No –acentuó el Papa, tras una breve pausa–, debemos escuchar cómo es recibida y qué reacción provoca”. El buen periodista escucha con creatividad aquello que dice la gente, es un poeta, un creador. En ese punto Francisco puso como ejemplo al Director de L’Osservatore Romano, Andrea Monda, quien “busca siempre las fronteras, al otro… la inquietud comunicativa”. “Y esto comporta un cierto desorden –explicó Francisco–, porque el comunicador no puede tener todo en orden, siempre hay algún desorden, porque así somos los humanos”.

El Papa estaba entrando en el corazón de su discurso, sobre la importancia de asumir riesgos: “un comunicador que quiere tener todo en orden se equivoca de profesión, ¡sé un archivero que lo harás mejor! El comunicador debe andar siempre arriesgando, siempre en el camino, siempre en el compromiso con la vida”, subrayó el Obispo de Roma.

Mientras lo escuchaba no pude evitar evocar algunos mensajes provocadores que el Papa nos ha regalado a los periodistas en los últimos años: “gastar la suela de los zapatos”; “salir al encuentro de la verdaderas historias” –aún con el riesgo que ello represente–; ser expertos en la “gramática de la escucha”; “escuchar con el corazón”; “hablar con el corazón”. Recordé también aquel discurso que Bergoglio dio a los periodistas argentinos, siendo cardenal de Buenos Aires, cuando los exhortó a ser “testigos de la verdad, la bondad y la belleza”.

Comunicar con nuestros valores

Luego el Papa se refirió a otro asunto neurálgico: la comunicación de los valores. “Debemos comunicar con nuestros valores”, nos dijo sin titubear y con autoridad moral. “Esto no significa que tengamos que rezar la novena a un santo cada día”, añadió, animándonos a ser “personas que se la juegan por los valores humanos”. Para matizar esta idea puso como ejemplo al jesuita James Martin –también consultor del Dicasterio para la Comunicación, quien se encontraba entre nosotros y es ampliamente reconocido por su labor pastoral con la comunidad católica LGTBI en los Estados Unidos–, recomendándonos su libro Learning to pray (Aprender a rezar), y añadiendo que Martin es “un hombre que tiene valores, un comunicador que sabe enseñarte la forma de comunicarte con Dios”.

Por otra parte, el Papa no disimuló su desconfianza frente a los comunicadores que son asépticos, “los que son pura técnica”, porque “la técnica por sí sola no te ayuda, la técnica te ayuda si detrás de ella hay un corazón, una mente, un hombre, una mujer que se da a sí mismo”. Por ello, nos pidió estar atentos para no dejarnos seducir solamente por la técnica, “porque eso te lleva a una comunicación aséptica, carente de valores, y que puede caer en manos de los comerciantes y de las ideologías del momento”, señaló.

Comunicación humana

Los últimos minutos de la audiencia –antes de que pasáramos a saludarlo, uno por uno, y nos tomáramos la foto oficial– Francisco los dedicó a la comunicación humana, resaltando la necesidad de “una comunicación humana, con calor humano y no puramente técnica”.

El Papa siguió citando ejemplos ‘de la vida real’, y esta vez centró su mirada en la religiosa italiana que se encontraba a dos sillas de distancia de mi lugar, también en la primera fila: la Hna. Verónica Donattello, quien colabora con la traducción al lenguaje de señas del Ángelus y de las catequesis del Papa. El Papa le habló directamente: “cuando tú vas a los sordomudos y haces así, así [simuló el lenguaje de señas], conoces toda la técnica, pero está tu corazón humano de mujer, de madre, de hermana, detrás de esa comunicación. Esto es muy importante, comunicarse con el corazón y con lo humano, con los valores, y avanzar”. Estoy seguro que la Hna. Verónica también guardará estas palabras en su corazón y serán su motivación y la del equipo de traductores que lidera.

Las últimas palabras del Papa fueron un llamado a la acción, una motivación: “sigan adelante, corriendo riesgos para encontrar al otro con la comunicación”. Concluyó diciendo que “necesitamos la bendición de Dios, todos”, y nos bendijo. Sin embargo, cuando pasé a saludarlo le volví a pedir la bendición para mí y para tantas personas cuyos nombres y rostros estaban en mi corazón.

El Papa salió por la misma puerta por la que ingresó, a unos pocos centímetros de donde me encontraba, en la primera silla de la primera fila. Lo aplaudimos con cariño. De nuevo lo contemplé al pasar y le dije: “gracias Papa Francisco”. Se lo dije de corazón. Sus palabras, su testimonio, sus gestos, sus acciones, nos siguen inspirando. ¡Y seguiremos apoyándolo en la primera línea! Solo entonces entendí el valor simbólico de estar en la primera fila.

Fotografías: Vatican Media.

* Director de Comunicación y Mercadeo de la Universidad de La Salle (Colombia) y consultor del Dicasterio para la Comunicación.