Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Es la trata de las personas uno de los grandes problemas deshumanizadores de nuestro tiempo?


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La realidad

Este pasado domingo, el 30 de julio, ese santoral secular que son los días mundiales o internacionales marca la fecha como día de la amistad –aceptado en 2011, a propuesta de una asociación de Paraguay, la ONU invita a todos a hacer este día el juego del amigo invisible– y es también el Día Mundial contra la Trata de Personas, dentro de la semana mundial de la lactancia Materna (del 1 al 7 de agosto) o con la vista puesta en el Día Internacional del Orgasmo Femenino, el 8 de agosto.

Yendo más allá de este calendario que iguala cualquier tipo de realidad, encontramos el drama de la trata de personas, una demostración de que nuestro mundo sigue sin creerse aquello de la dignidad de las personas y el auténtico valor de la vida humana. Las Adoratrices, que saben de lo que hablan en este tema, han recogido para la ocasión unos cuantos datos. Según el último informe global de Naciones Unidas se detectaron 63.251 víctimas en 106 países. Mujeres y niñas representan el 70% del total de víctimas detectadas.

Los datos de este delito tan deshumanizador muestran cómo es un problema escondido, mucho más presente de lo que pudiera uno imaginarse, ya que tan sólo se detectan a cinco víctimas por cada tratante condenado. La Organización Internacional del Trabajo estima que 21 millones de personas en el mundo son víctimas de la trata para la explotación laboral y sexual mediante el uso de la violencia, la amenaza o el engaño.

En España en 2016, según fuentes del Ministerio del Interior, se identificaron 148 personas por trata de seres humanos con fines de explotación sexual de 12.419 personas detectadas en riesgo. 11.427 personas fueron identificadas en situación de riesgo con fines de explotación laboral (en sectores como la hostelería, el comercio o el agrícola), de las que 25 fueron finalmente casos de Trata de Seres Humanos laboral. Su procedencia: China, Rumanía, Bolivia, Marruecos, República Dominicana Portugal y también españoles, sobre todo en cuestión de prostitución. Se han probado, además, cuatro víctimas de matrimonio forzado, quince para la comisión de actividades criminales y una persona víctima de trata para la mendicidad.

La insistencia

Ante este panorama, no es extraño que el papa Francisco reclame la atención sobre esta cuestión que define como auténtica “plaga”, “lacra” de nuestro tiempo, “crimen contra la humanidad”. Ante embajadores, a los religiosos, en la plaza o por la tele durante la bendición Urbi et orbi, a los gobernantes, por escrito, en vídeo y por YouTube o a través de Twitter; siendo obispo, cardenal o papa… Bergoglio no ha dejado de reclamar más atención sobre el problema.

Es más, el año pasado, la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales reunió a más de cien expertos de todo el mundo para reflexionar sobre la trata de seres humanos y el crimen organizado. “Siguiendo la idea del papa Francisco de combatir con todos los medios posibles las diversas formas de esclavitud moderna, la trata de personas, el trabajo forzado, la venta de órganos y el crimen organizado, la Pontificia Academia de Ciencias Sociales ha invitado a una reunión de alto nivel a un gran número de jueces, fiscales y magistrados de diferentes países, protagonistas principales en la lucha contra estos terribles crímenes”, se leía en la convocatoria de esta cumbre, en la que el propio papa participó en algún momento.

Por poner un ejemplo más, el 23 de enero de este año de este año Francisco recibió a un grupo de trabajadores de la Dirección antimafia y antiterrorismo de Italia. Entonces el Papa definió el fenómeno mafioso y la explotación de las personas como “expresión de una cultura de muerte” que se opone totalmente a la fe y al evangelio de Jesús.

Para el Pontífice, la “trata de seres humanos, entre los que se encuentran tantos niños, reducidos a esclavitud” es una auténtica “plaga social” que se convierte en un “desafío global que la colectividad internacional está llamada a afrentar con determinación”. En este sentido, les pidió emplear “todo esfuerzo en combatir, especialmente, la trata de personas y el contrabando con los migrantes: ¡estos son delitos gravísimos que afectan a los más débiles entre los débiles!”.

Para ello sugirió la necesidad de incrementar las actividades de tutela de las víctimas, a través de la asistencia legal y social de “estos hermanos y hermanas nuestros, en busca de paz y de futuro”.

La migración

Una conclusión más: el conflicto es el caldo de cultivo perfecto para la trata. El riesgo y la precariedad allanan el camino de los traficantes que, con mayor o menos grado de organización y complejidad, coaccionan con el miedo a las víctimas más vulnerables y desarrollan así distintas formas de explotación, como la prostitución, los trabajos forzados, la criminalidad, la mendicidad, el servicio doméstico, el matrimonio forzado, el trasplante de órganos o cualquier otra forma de esclavitud. Detrás de todo ello el dinero. Y, en esto, los migrantes son los más vulnerables. Los flujos migratorios actuales son las grandes autovías de la trata de personas.

“Hemos recibido menores que han sido vendidos por unos 30 euros”. Esta frase, desgarradora, la recupera Misiones Salesianas en el día contra la trata de una de sus campañas ‘No estoy en venta’. Ese es el precio de un niño en Benín, así lo dicen los misioneros que atienden el Foyer Don Bosco de Porto Novo, que se ha convertido en un referente nacional en la atención a estos menores, preparándolos para reinsertarlos en sus familias y denunciado activamente este problema.

Y es que, en el fondo, es una cuestión de mentalidad, la de una sociedad que ha permitido a unos padres que es totalmente legítimo sobrevivir vendiendo a uno de sus hijos. Esto de la mentalidad no es cosa de los países en conflicto o con mayores índices de pobreza. Realidades legitimadas en el imaginario colectivo como comerciar con el propio cuerpo, la intimidad y hasta el útero… siguen, en el fondo, el mismo criterio que las mafias y los traficantes cuando encandilan al más débil con una vida mejor.

Recordemos lo que pensó Mafalda al leer un cartel que decía que estaba prohibido pisar el césped. “¿Y la dignidad no?”. Paradojas de nuestro mundo.