José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Enganchado al párroco Bergoglio


Compartir

MIÉRCOLES. Desafectarse. Desinfectarse. Lo uno con lo otro. Ni lo uno ni lo otro. En esas estamos. Lo justo y necesario. En verdad es justo y necesario.

VIERNES. Voy con retraso. Primer bizcocho en condiciones del confinamiento. Debe de ser que no ha habido tiempo para el aburrimiento. O que se ha priorizado la cocina interior. Las dos cosas.



SÁBADO. Un amigo preocupado. “Si alguien comulga en la boca antes que yo, me está condenando a no comulgar”. El derecho de unos. El de todos. La salud. La vida.

DOMINGO. Me pasa en el confinamiento como antes. Una llamada de teléfono hace que tenga que cambiar de misa. De la televisión a YouTube. “Para dar razón de nuestra fe, no tenemos que meternos con nadie. ‘Con delicadeza y respeto’, como dice san Pablo. No con calzador”. Palabras de mansedumbre cuando la calle se agita. Y emplazamiento a retomar la presencia. Se suspenden las eucaristías online hasta nueva orden. No sin antes reconocer a unos seminaristas muy apañados que, con dos carros de cocina, dos trípodes y un par de móviles, han suplido con creatividad e ingenio la carencia de medios. ‘Steadycam’ de emergencia para una Iglesia de andar por casa. Como debería serlo también a partir de ahora.

LUNES. Fin de las misas papales retransmitidas por las redes. Enganchado al párroco Bergoglio. Por un magisterio cotidiano que aterriza la Palabra al barro del día a día. Por un dominio de la Escritura que permite linkear pasajes bíblicos con rapidez. Por una capacidad de concreción homilética que aplica lo predicado en ‘Evangelii gaudium’. Por la austeridad y la sobriedad litúrgicas, que priman la esencia a lo accesorio. Por el recogimiento eucarístico, que contagia misticismo. Por esa plegaria diaria, lo mismo por el barrendero que por la matratada confinada. Cosas de párroco.

Lea más: