De pequeño quiero ser…


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Hola, ojos de persona que me leen.



Mis saludos también al resto del cuerpo, por supuesto. No quiero iniciar yo esta andadura olvidando las palabras de Pablo a la comunidad de Corinto: “Las partes del cuerpo son muchas, pero el cuerpo es uno” (1Co 12, 12).

Iniciemos las presentaciones: “Yo soy José Antonio”, “yo soy fulano de tal”, “yo mengana de cual”.

Presentaciones, no obstante, que deben respetar la consabida medida de seguridad. Sin estrechar las manos, sin rozarnos ni olernos. Con la sombra de la sospecha revoloteando sobre nuestras cabezas por si acaso la persona que tengo enfrente es contagiadora silenciosa o insensata en la intimidad.

No obstante, aquí estoy.

“¿Y por qué?”, podrías preguntarte.

Pues mira, me alegra que me hagas esa pregunta, no me la esperaba.

Cultivar la locura

Las personas que hemos decidido seguir los pasos de un “loco” que vivía en Nazaret y trabajaba la madera con su padre tenemos que cultivar esa misma “locura” para poder encontrar nuevas formas de construir el Reino de Dios aquí y ahora. Para después también. Pero vaya, no se nos olvide que nuestros pies pisan esta Tierra vieja antes de acariciar la Tierra nueva (Ap 21, 1).

En los párrafos que vendrán me gustaría compartir contigo algunas ideas y reflexiones que surgen en mi vida cuando me atrevo a mirarla con los ojos de mi hijo. Tiene tres años y medio, y en ese descubrir la vida suya llena la mía de preguntas –algunas más complicadas de responder que otras–.

Así, su existencia me confronta constantemente con mi discipulado, porque ahí estoy yo, con tantas cosas sabidas y él con tantas por saber, aprendiendo a cada día que pasa que mi mundo es tan desmontable como las piezas de construcción con las que jugamos juntos.

El título del blog es ‘De pequeño quiero ser…’ porque aspiro a poder ver el mundo con los ojos infantiles de los que habla Lucas en su redacción de la Buena Noticia (Lc 18, 17).

Varios niños juegan con hojas secas

En las siguientes entradas del blog comenzaré comentando alguno de los encuentros que pueda haber tenido con mi hijo (al que me referiré así, como “mi hijo”, entendiendo que no es mío como una camiseta y que tiene un nombre y unos apellidos que lo diferencian de sus semejantes).

A partir de esas frases, encuentros o situaciones realizaré una lectura creyente, relacionándola con algún aspecto de mi propia vida o del mundo que me rodea.

Por último, trataré de cerrar las entradas con una llamada a la acción.

Igual a estas alturas ya te has percatado de 2 cosas.

Primero, que el esquema de las entradas de este blog seguirá un VER-JUZGAR-ACTUAR al estilo de J. Cardjin, ya que es el modelo que he recibido de mi parroquia en los diferentes grupos a los que he pertenecido desde 1991 y que me ha ayudado a conformar el modo en que me relaciono con el mundo y cómo lo entiendo y discierno.

Segundo, que hablo mucho.

En lo siguiente, trataré de abreviar. Hasta entonces, gracias por “perder” tu tiempo conmigo.