José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Celli, el secundario indispensable en el acuerdo con China


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JUEVES 20. Presentación del Centro de Pensamiento de la Fundación Pablo VI. Sabe a poco una hora y media para reivindicar a Montini, el hombre al que España no quiso como debiera en vida y al que se ha pasado de largo durante años tras su muerte. La deuda pendiente continúa. Como la percepción disociada que se tiene de la Iglesia de puertas para afuera, en no pocas ocasiones alimentada desde dentro. Pero frente a los clichés, la apostilla de Fernando Sebastián. “Cáritas es tan Iglesia como el sagrario”. No cabe duda.

SÁBADO 22. A las doce en punto, China a la palestra. Y un apellido en la cabeza: Celli. Pocos como él para adentrarse en la fontanería de Beijing y saber detectar goteras. Cambió las tuberías de allá, por los canales de la comunicación. Ejemplo de obediencia y fidelidad. La misma que demostró cuando otros vientos le apartaron de la Vía de la Conciliazione en tiempo y modos que otro hubiera convertido en venganza y pataleo. Pero él marchó sin aspavientos. Con la humildad y elegancia del que ha dado todo. Y se puso a servir, cuando ya no tenía por qué. Tanto, que echó una mano -o las dos- en Venezuela. Y se entregó, todavía más que antaño, para sumar en la conquista de la gran muralla. Sin esperar recompensa. Más que el saberse siervo inútil. O no tanto. En el acuerdo, aparece la firma Camilleri. Pero no es la única.

MARTES 25. Tras la visita ad limina, los obispos venezolanos recaen en Madrid como puente para volver a casa. Un hogar derruido. Y abandonado. Porque el exilio millonario está dejando desolado el país. En las carreteras no hay hora punta. En las universidades, ora faltan profesores ora alumnos. El vacío. “No es una dictadura, es totalitarismo”, me señala entristecido un prelado. Matiz más que relevante.

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