14 años sin Dorothy Stang

  • El asesinato de la religiosa estadounidense en la Amazonía brasileña continúa inspirando el compromiso por los pobres y la protección del medio ambiente
  • De cara al Sínodo Panamazónico, el gobierno de Jair Bolsonaro teme el resurgir de una ‘agenda de izquierda’ que se ponga del lado de los indígenas

Este 12 de febrero, cuando se cumplen 14 años del martirio de Dorothy Stang, la iglesia brasileña recuerda a la religiosa estadounidense asesinada a los 73 años en Amapu –estado de Pará– tras casi cuatro décadas de compromiso y defensa de los derechos de la ‘Madre Tierra’ y de los campesinos asediados por latifundistas. La suya, como la de muchos otros mártires de la Amazonía, ha sido una lucha inquebrantable contra “la idolatría del dinero” y la “economía que mata” denunciada por el papa Francisco.

Entre los pobre más pobres

Desde los 35 años, cuando la misionera llegó a Brasil en 1966, se interesó por situarse “entre los pobres más pobres”, y encontró en la Amazonía el ámbito en el que concretaría esta aspiración, en un tiempo conflictivo de disputas por tierras entre colonos y terratenientes –vinculados a la industria maderera, la mayoría– que desde entonces no ha cesado, como lo demuestran los informes anuales .

Su resistencia a los intereses de los traficantes ilegales de recursos de la Amazonía se intensificó desde la década de los 70. Entonces fue notable su liderazgo en la Pastoral de la Tierra, fundando 22 escuelas y un centro de formación para maestros rurales. Más tarde, con el proyecto de desarrollo sostenible ‘La Esperanza’, logró que 600 familias campesinas tuvieran derecho a cultivar 130.000 hectáreas.

Sin embargo, Dorothy sabía que “cualquier persona que intenta ocupar una tierra pública explotada ilegalmente por terratenientes o madereras recibe una amenaza de muerte”, como denunció antes de que un sicario acabara con su vida el 12 de febrero de 2005. Recibió seis tiros a quemarropa.

La incomodidad de los poderosos

Para la religiosa Stela Maris Martins, presidenta de la Red de Solidaridad (REDES) y licenciada en ciencias sociales, Dorothy pagó el costo de “aliviar el sufrimiento del pueblo pobre, promover la reforma agraria y la protección del medio ambiente”. En sus declaraciones, Martins destaca la acción profética de la misionera, quien “por medio de proyectos concretos incomodó a los poderosos de aquella región: latifundistas interesados en la extracción de madera, en la expansión de sembrados de soya, en la conquista del espacio para el ganado y la minería”.

14 años después las tensiones continúan cuando la Iglesia se apresta a celebrar el Sínodo Panamazónico –el próximo mes de octubre– que llevará a la palestra el impacto socio-ambiental que padece la Amazonía, así como las comunidades que la habitan: indígenas, campesinos, ribereños, quilombolas pobres y vulnerables.

No parece casual que en vísperas del aniversario del martirio de Dorothy, el gobierno de Jair Bolsonaro anuncie su pretención de “neutralizar” las acciones previstas para los días del Sínodo en El Vaticano, donde se tratarían “temas considerados por el gobierno brasileño como una ‘agenda de izquierda’”, según ha revelado el Estadão el pasado domingo 10 de febrero.

El Sínodo Panamazónico representa un aliento de largo alcance para una Iglesia con rostro amazónico, en búsqueda de nuevos caminos. Una luz de esperanza tras 14 años sin Dorothy Stang. Su sangre, como la de tantos mártires de la Amazonía, es un clamor por la justicia, por los pobres, por la ecología integral.

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