Okuda San Miguel y el altar del surrealismo pop

El graffitero Okuda

Dice Okuda San Miguel (Santander, 1980) que “Dios aparecerá cuando todos nos pongamos de acuerdo”. Lo afirma en correspondencia al título de su única exposición en 2018, que acaba de inaugurar en la sevillana galería Delimbo, que ha bautizado como ‘No Religions in the Sky’. Ese “no hay religiones en el cielo” es una indudable provocación propia –y recurrente– del arte contemporáneo cuando se incrusta con la fe. Porque Okuda –el artista urbano más solicitado y emergente de la renovadora escena artística española– demuestra que la religión, la católica en este caso, está viva y que bien vale una exposición.

“Nos propone una suerte de okudismo, traducido en una reflexión sobre nuestra propia existencia desde la admiración por el valor del arte y su conexión con los valores de las religiones. Una personal visión de lo religioso y lo sacro desde la perspectiva de su conexión espiritual con el arte y el contexto histórico en la que esta tiene lugar”, afirma Seleka Muñoz, artista multidisciplinar y socio fundador de Delimbo, junto a Laura Calvarro.

Una veintena de obras

‘No Religions in the Sky’ son una veintena de obras creadas este mismo año con técnicas de última generación –esmalte sintético sobre madera, impresión digital sobre metacrilato, fibra de vidrio y esmalte– en las que despliega una personal exploración de los símbolos del cristianismo. Y, también, un viaje íntimo de búsqueda de la fe. “Para Okuda, las religiones en el pasado y la estructura social actual nos han terminado por alejar de Dios, quien en realidad habita dentro de cada individuo –admite Seleka Muñoz–. Y en un momento y en una sociedad global cuyo sistema de valores nos desvía de lo espiritual, que apenas nos conecta sin de verdad llegar a unirnos, el individuo, muchas veces, se ve obligado a encontrar su propia fe”.

El resultado es una reelaboración de la iconografía secular: Santa Cena, Piedad, Virgen con el Niño y el cordero, Madonna, Virgen orante, Virgen en contemplación, procesión de los mártires, éxtasis místico y hasta un Crucificado, siempre con su particular lenguaje de estructuras geométricas, patrones multicolores, animales sagrados, formas orgánicas, estrellas del caos y un notable simbolismo barroco.

“El arte, aparte de romper fronteras entre culturas y religiones –proclama Okuda–, está hecho para sentir: la función esencial del arte tiene que ser transformar a quien lo vea. Así, mi obra plantea contradicciones y metáforas sobre la existencia, la multiculturalidad, la identidad, el sentido de la vida, la libertad; mostrando el conflicto entre la modernidad y nuestras raíces, entre naturaleza y sociedad, invito a la gente a hacer su propia reflexión”.

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