Los obispos ante el Día de la Caridad: “Vivimos tiempos de crisis acumuladas”

  • “Nos duele la situación de las personas y familias afectadas por la crisis”, lamentan en su mensaje por el Corpus Christi
  • “Vivimos en una sociedad fuertemente ideologizada”, que lleva a “tensiones” en “la economía, la política, la cultura e incluso la religión”

De cara a la festividad del Corpus Christi, que se celebra este domingo 11 de junio, la Subcomisión Episcopal para la Acción Caritativa y Social ha difundido hoy su mensaje para el Día de la Caridad, que esta edición tendrá el lema ‘Tú tienes mucho que ver. Somos oportunidad. Somos esperanza’.



Para los obispos, “la fiesta del Corpus Christi nos invita a entrar en el misterio de la Eucaristía”. Un “sacramento del amor” que “aviva en nosotros la conciencia de que donde se vive de amor brilla también la esperanza”.

Abrir los ojos al sufrimiento

Por ello, la Iglesia llama “a abrir los ojos al sufrimiento de nuestros hermanos más pobres, a escuchar sus clamores y a dejarse tocar el corazón para ser oportunidad y esperanza para todos ellos”. Y es que “nos duele la situación de las personas y familias afectadas por la crisis”.

Una realidad social que los pastores ven cada vez más compleja y preocupante: “Vivimos tiempos de crisis acumuladas. Tras la pandemia provocada por el Covid-19, vino la guerra de Ucrania, el aumento de la movilidad humana, la evolución del coste energético y la inflación… Esta situación, tanto en el ámbito local como mundial, ha acrecentado la pobreza y la desigualdad y ha alimentado la desesperanza”.

Informe de Cáritas

Poniendo la mirada en el último Informe de Cáritas y la Fundación Foessa, los obispos lamentan datos como estos: “Una de cada cuatro personas está en situación de exclusión, unos 11 millones de personas; una de cada tres no tiene ingresos suficientes para vivir dignamente (de estas, un 46% se ve obligado a recortar el gasto en alimentación, un 63% en suministros y un 56% en Internet y teléfono); un 7% de la población no tiene ningún ingreso; una de cada tres personas sufren los efectos de la brecha digital; un 17% de la población tiene un gasto excesivo en vivienda”.

Como perciben, “estas cifras corresponden siempre a personas que se van quedando al margen de los sueños y de las expectativas”. De ahí que reiteren que “nos duele profundamente la situación de las personas que sufren una precariedad laboral creciente, especialmente los jóvenes y las familias; viven situaciones de exclusión social cada vez más severas (las personas con un mayor deterioro psicoemocional son las más afectadas); no pueden acceder o permanecer en una vivienda, porque esta ha pasado de ser un derecho a ser un lujo (de hecho, elegir entre pagar un lugar para vivir o poder comer es una situación que se repite constantemente), huyen de la violencia de tantos lugares del mundo, de la pobreza extrema o de la persecución y viven en situación de irregularidad administrativa, sin papeles y sin derechos”.

No simples espectadores

Eso sí, “ante esta realidad no podemos permanecer como espectadores, ni siquiera como meras voces críticas”, por lo que los prelados se sienten “llamados a ser parte activa en la rehabilitación y auxilio de las sociedades heridas”, siendo su caridad, más que “meramente paliativa”, “preventiva, curativa y propositiva”.

Un reto en el que quieren sumar al conjunto de la sociedad, que a veces observan anestesiada frente al dolor: “Nos preocupa la desvinculación social creciente en nuestro entorno. En este mundo en el que predomina lo virtual y líquido, las relaciones se vuelven frágiles. Como consecuencia de ello, se corre el riesgo de convertirlas en simples conexiones y de transformar los vínculos en meros contactos. La desvinculación lleva a no responsabilizarse suficientemente del otro y se traduce en crisis de cuidados y de pertenencia (a la sociedad, a la historia, a las Iglesias, a los barrios, a la familia)”.

Contra la polarización

En este sentido, los obispos también lamentan que “vivimos en una sociedad fuertemente ideologizada, que lleva a polarizaciones y tensiones en los ámbitos de la economía, de la política, de la cultura e incluso de la religión”.

Frente a ello, a modo de bálsamo, “la Eucaristía, sacramento del encuentro, nos capacita para nuevos tipos de relaciones sociales y nos abre al diálogo inclusivo”. Así, se dirigen a cada uno de nosotros y, en primera persona, nos interpelan con fuerza: “Estamos convencidos de que tú tienes mucho que ver en las oportunidades que otras personas pueden tener. Lo que tú hagas, cómo tú te sitúes en el mundo y ante los otros, puede abrir puertas, dar vida, aliviar la soledad, sanar el alma, hacer que otros y otras sientan que la vida brota nueva en ellas. Nuestra tarea no consiste solamente en cubrir las necesidades de los otros, sino en descubrir sus posibilidades para abrir caminos de esperanza”.

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