Francisco nunca había sido tan tajante: “Dimitir no está en mi agenda por el momento. El ministerio del Papa es ‘ad vitam’”

  • “La renuncia de los papas no debe convertirse en algo así como una ‘moda’, algo normal”, explicó a los jesuitas de RD Congo
  • Bergoglio se resistió hasta dos veces para no ser obispo: “Hice todo lo posible para no aceptar”

Como ocurre en todo viaje papal, Francisco aprovecha para sacar un hueco y reunirse con sus compañeros jesuitas. En este caso, el 2 de febrero en Kinshasa, en la nunciatura, durante su visita a la República Democrática del Congo, se pudo encontrar con 82 religiosos de la Compañía de Jesús. Semanas después, como también es habitual, Antonio Spadaro reproduce la charla en ‘La Civiltà Cattolica’.



Sobre la realidad del país, marcada por las luchas entre facciones étnicas, Bergoglio reconoce que “está claro que aquí el tema del conflicto es muy fuerte”. Pero pide ir más allá: “Abramos los ojos al mundo: ¡el mundo entero está en guerra! Siria lleva 12 años en guerra, y luego Yemen, Myanmar con el drama rohinyá. También hay tensiones y conflictos en América Latina. Y luego está la guerra en Ucrania. El mundo entero está en guerra, recordémoslo bien”.

¿Se puede dar marcha atrás?

Desde ese punto de partida, el Papa se pregunta: “¿Tendrá la humanidad el valor, la fuerza o incluso la oportunidad de dar marcha atrás? Se sigue adelante, adelante, adelante hacia el abismo. No lo sé: es una pregunta que me hago. Siento decirlo, pero soy un poco pesimista”.

Y es que “el principal problema es la producción de armas. Todavía hay mucha hambre en el mundo y seguimos fabricando armas. Es difícil volver de esta catástrofe. ¡Y no hablemos de las armas atómicas! Sigo creyendo en una labor de persuasión. Los cristianos debemos rezar mucho: ‘¡Señor, ten piedad de nosotros!’”.

Con todo, más allá de la violencia en sí, a Francisco le aturde el odio desatado: “Me sorprenden estos días los relatos de la violencia. Me llama especialmente la atención la crueldad. Las noticias que nos llegan de las guerras en el mundo nos hablan de una crueldad incluso difícil de pensar. No solo se mata, sino que se mata cruelmente. Para mí, esto es algo nuevo. Me da que pensar. Las noticias de Ucrania nos hablan de crueldad. Y aquí en el Congo lo hemos oído de los testimonios directos de las víctimas”.

Relaciones con los ortodoxos

Cuestionado sobre las relaciones ecuménicas con la ortodoxia, con el paradigma de la celebración del 1.700º aniversario del Concilio de Nicea, en 2025, el Papa recuerda al “gran teólogo ortodoxo fallecido hoy [ese 2 de febrero], Ioannis Zizioulas, que fue metropolitano de Pérgamo. Vino al Vaticano para presentar mi encíclica Laudato si’. Era un experto en escatología. Una vez le preguntaron cuándo habría unidad cristiana. Respondió, con sano realismo y quizá incluso con una sutil ironía: ‘¡Al final de los tiempos!’. Recordémoslo en nuestras oraciones”.

De cara a los preparativos para 2025, explica que “con el patriarca Bartolomé queremos llegar a un acuerdo sobre la fecha de la Pascua, que justo en ese año coincide. A ver si nos ponemos de acuerdo para el futuro. Y queremos celebrar este consejo como hermanos. Nos estamos preparando para ello. Piensen que Bartolomé fue el primer patriarca que acudió a la inauguración del ministerio de un Papa, ¡después de tantos siglos!”.

En otro momento, un compañero jesuita le plantea lo siguiente: “Usted juró no buscar puestos de autoridad en la Iglesia. ¿Qué le impulsó a aceptar el episcopado y luego el cardenalato y después el papado?”. Aquí, el Papa responde con sencillez y relatando su experiencia: “Cuando hice ese voto, me lo tomé en serio. Cuando me propusieron ser obispo auxiliar de San Miguel, no acepté. Luego me pidieron que fuera obispo de una zona del norte de Argentina, en la provincia de Corrientes. El nuncio, para animarme a aceptar, me dijo que allí había ruinas del pasado jesuita. Le contesté que no quería ser guardián de las ruinas y me negué. Rechacé estas dos peticiones debido al voto que hice”.

Cree en el voto

Eso sí, “la tercera vez vino el nuncio, pero ya con la autorización firmada por el superior general, el P. Kolvenbach, que había accedido a que yo aceptara. Era para ser auxiliar en Buenos Aires. Así que acepté con espíritu de obediencia. Luego me nombraron arzobispo coadjutor de mi ciudad, y en 2001 cardenal. En el último cónclave vine con una pequeña valija, para volver inmediatamente a la diócesis, pero tuve que quedarme. Creo en la singularidad jesuita de este voto, e hice todo lo posible para no aceptar el episcopado”.

Otro momento significativo es cuando le cuestionan si, siendo la cuenca del río Congo “el segundo pulmón verde del planeta después del Amazonas”, y ante la realidad de que “está amenazada por la deforestación, la contaminación y la explotación intensiva e ilegal de los recursos naturales”, sería posible “celebrar en esta región un Sínodo como el de la Amazonia”. Francisco tampoco duda y argumenta que “el Sínodo sobre la Amazonía fue ejemplar. Allí se habló de cuatro ‘sueños’: social, cultural, ecológico y eclesial. También se aplican a la cuenca del Congo: hay una similitud. El equilibrio planetario también depende de la salud del bioma del Amazonas y del Congo. No habrá Sínodo sobre el Congo, pero sin duda sería bueno que la Conferencia Episcopal se comprometiera sinodalmente a nivel local. Con los mismos criterios, pero para llevar adelante un discurso más conectado con la realidad del país”.

Sobre si se plantea la renuncia al papado, Bergoglio detalla que “es verdad que escribí mi dimisión dos meses después de las elecciones y entregué esta carta al cardenal Bertone. No sé dónde está la carta. Lo hice por si tengo algún problema de salud que me impida ejercer mi ministerio y no soy plenamente consciente para dimitir. Sin embargo, esto no significa para nada que la renuncia de los papas deba convertirse en algo así como una ‘moda’, algo normal”.

Ministerio vitalicio

Sobre Benedicto XVI, valora que “tuvo el valor de hacerlo porque no quería seguir adelante a causa de su salud. Esto no está en mi agenda por el momento. Creo que el ministerio del Papa es ‘ad vitam’. No veo ninguna razón para que no sea así. Piensen que el ministerio de los grandes patriarcas es siempre vitalicio. Y la tradición histórica es importante. Si, por el contrario, le hiciéramos caso a los ‘chismes’, ¡entonces deberíamos cambiar de Papa cada seis meses!”.

El mismo planteamiento tiene para el prepósito general de la Compañía de Jesús: “En esto soy ‘conservador’. Debe ser para toda la vida. Pero, obviamente, surge la misma pregunta que concierne al Papa. El padre Kolvenbach y el padre Nicolás, los últimos dos generales anteriores, lo dejaron por motivos de salud. Me parece importante recordar, además, que una de las razones por las que el generalato en la Compañía es de por vida es para evitar cálculos electorales, las facciones, los chismes…”.

Cuestionado sobre “su mayor consuelo y su mayor desolación”, la respuesta es absolutamente bergogliana: “El mayor consuelo es cuando veo a gente sencilla que cree. Me hace bien. Mi consuelo es el pueblo fiel de Dios, pecador pero creyente. Me hacen sentir desolación, en cambio, las élites, los pecadores y los no creyentes. Que los sacerdotes sean pastores del pueblo y no ‘monsieur l’Abbé’ ni ‘clérigos de Estado’”.

Con los jesuitas de Sudán del Sur

Dos días después, el 4 de febrero en Yuda, Francisco se entrevistó con los 11 jesuitas en Sudán del Sur. En dicho encuentro, destaca que “mi temor tiene que ver con la generalización de la cultura pagana. Los valores paganos hoy cuentan cada vez más: dinero, reputación, poder. Debemos ser conscientes de que el mundo se mueve en una cultura pagana que tiene sus propios ídolos y dioses. El dinero, el poder y la fama son cosas que san Ignacio señala en sus Ejercicios Espirituales como los pecados fundamentales”.

De ahí que el fundador de la Compañía de Jesús tuviera claro que “su opción por la pobreza, hasta el punto de pedir a los profesos hacer un voto especial, es una opción contra el paganismo, contra el dios dinero. Hoy en día, la nuestra es también una cultura pagana de guerra, donde lo que cuenta es cuántas armas tienes. Son todas formas de paganismo”.

Aquí, el Papa pide que “no seamos tan ingenuos como para pensar que la cultura cristiana es la cultura de un partido unido, donde todos agrupados hacen la fuerza. Entonces la Iglesia se convertiría en un partido. ¡No! La cultura cristiana es la capacidad de interpretar, discernir y vivir el mensaje cristiano, que nuestro paganismo no quiere entender, no quiere aceptar”.

Formalismo exterior

También especifica que “una forma de paganismo es también el formalismo exterior de ir a misa el domingo solo porque hay que ir; es decir, sin alma, sin fe. Una cultura fuerte es una ventaja si se logra evangelizarla, pero no puede reducirse a una imposibilidad de diálogo con la fe. (…) En el encuentro entre cultura y fe, la fe se inculturiza. Por eso, no se puede vivir una fe aquí en Yuba que funciona bien en París, por ejemplo. Es necesario predicar el Evangelio a cada cultura específica, que tiene sus propias deficiencias y riquezas.

Sobre el Continente Negro, lamenta que, “cuando el mundo piensa en África, piensa que, de un modo u otro, hay que explotarla. Es un mecanismo del inconsciente colectivo: hay que explotar África. No, África debe crecer. Sí, los países del continente se han independizado, pero del suelo hacia arriba, no de las riquezas que hay debajo”.

De cara al presente y al futuro, “África necesita políticos que buenos, inteligentes, que hagan crecer a sus países. Políticos que no se dejen pervertir por la corrupción, sobre todo. La corrupción política no deja espacio para que el país crezca, lo destruye. Me hiere el corazón. No se puede servir a dos señores; en el Evangelio esto está claro. O sirves a Dios o sirves al dinero. Es interesante que no diga el diablo, sino el dinero. Hay que formar políticos honrados. Esa es también su tarea”.

¿Beatificación de Arrupe?

Respecto a una posible beatificación del padre Arrupe, quien liderara la Compañía de Jesús entre 1965 y 1983, en plena (y convulsa) aplicación del Concilio, Bergoglio detalla que “su causa sigue adelante, porque una de las etapas ya se ha completado. Hablé de ello con el padre general [Arturo Sosa]. El mayor problema tiene que ver con los escritos del padre Arrupe. Escribió mucho y es necesario leerlo todo. Y esto hace más lento el proceso. Y vuelvo a la oración. Arrupe era un hombre de oración, un hombre que luchaba con Dios cada día, y de ahí viene su firme llamado a la promoción de la justicia. Lo vemos en su ‘testamento’, el discurso que pronunció en Tailandia antes de su apoplejía, cuando reiteró la importancia de la misión con los refugiados”.

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