Los obispos de Asturias, León y Cantabria: “La Iglesia es la única que se ha tomado en serio los abusos”

Los prelados aúna fuerzas para impulsar las oficinas de atención a las víctimas, poniendo al frente de ellas a mujeres

Los obispos de los Provincia Eclesiástica de Oviedo han mantenido en la Casa de Espiritualidad de San Isidoro de León su habitual reunión de coordinación en la que participaron los prelados con los vicarios generales y de pastoral de las cuatro diócesis de la demarcación: Oviedo, Santander, Astorga y León. La creación y el impulso de la oficina especializada en la atención y el acompañamiento a las víctimas de abusos ha sido uno de los focos principales del encuentro.



Según ha señalado el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, “los obispos trabajamos para que cada diócesis tenga su oficina o delegación para cuando se pudieran dar algún caso de estos casos se pudiera abordar de manera sensata y respetuosa, y queremos poner al frente de cada de estas oficinas a una mujer, que esté preparada, que tenga una identidad eclesial clara, y que desde su pericia profesional pueda realizar esta labor de dirección y acompañamiento junto con un equipo con el que cada oficina o delegación pueda contar”.

Sin mirar para otro lado

Para el prelado, “la Iglesia católica es la única que se ha tomado en serio el poder prevenir y acompañar los casos de abusos que se han dado puesto que es evidente que se han dado casos entre nuestro clero, también entre nuestras familias, pero nosotros no queremos mirar para otro lado y ojalá que los que estadísticamente estarían más afectados por los abusos de menores hubieran podido hacer la mitad de la mitad de lo que la Iglesia está haciendo con toda seriedad y responsabilidad”. En este sentido lleva la delantera la diócesis de Astorga que cuenta con dicha oficina.

Los participantes han abordado también el impacto de la pandemia del coronavirus. Para el arzobispo se ha dado “una ruptura entre lo que estábamos haciendo hace no tantos meses, y lo que ahora tenemos que reinventar, una ruptura respecto a todo lo anterior en una historia de rupturas, de serena evolución como ha sido la historia de la Iglesia, que en dos mil años se ha ido respondiendo sin nostalgias y sin precipitación cada generación a los retos que ha tenido delante, con incidencia directa en los sacerdotes, en los religiosos, en las familias, y ahora hay que saber acompañar en este momento de dificultad este necesario rearme moral y de esperanza, de cercanía cariñosa, para que cada uno, en su lugar, pueda estar a la altura que nos plantean estos retos y desafíos”.

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