Juan Carlos Claret: “El abuso sexual en la Iglesia no es solo un problema del cura abusador, sino un problema estructural”

“El abuso sexual, en el contexto católico, no es solo un problema de los agentes, del cura abusador, sino un problema estructural. No niego que haya comportamientos patológicos en la Iglesia, pero son casos aislados”, afirma Juan Carlos Claret, entrevistado por Vida Nueva para hablar de su libro ‘La caja de Pandora’.



Son 3 tomos que siguen el proceso: ver – juzgar – actuar. El primero aborda el qué pasó, describiendo las 362 denuncias de abuso clerical conocidas en Chile, desde 1905 a agosto de 2020. Se titula ‘Criminales’. ¿Por qué pasaron esos hechos en la Iglesia? lo analiza en el 2º tomo, ‘Peligrosa’. El 3º propone caminos de intervención desde la propia Iglesia, desde la iniciativa del Estado de Chile y desde la comunidad Internacional, en la perspectiva de los Derechos Humanos. Suman unas 1.000 páginas, con más de 2.000 citas.

Rechazo al obispo Barros

Claret tiene 26 años, egresó de Derecho en la Universidad de Chile y no ha podido dar su examen final por la pandemia. Espera hacerlo en diciembre. En Osorno, su ciudad natal, participó activamente en su parroquia y destacó por su compromiso de fe. Al anunciarse el nombramiento del obispo Juan Barros asumió liderazgo en la organización que se opuso, primero en Osorno, luego a nivel nacional; allí adquirió fama por la firmeza con que expresó el rechazo a Barros, siendo vocero de la Comunidad de Laicos y Laicas de Osorno.

Al resolverse ese conflicto, entrevistado por radio Universidad de Chile, el 10 de junio de 2018 dijo: “No es el Papa el que saca a Barros, no es Barros quien renuncia, es la comunidad, la Iglesia sencilla que no tiene ningún poder, sin recursos, la que persistió y apostó a esto. El Papa ofendió, el Papa insultó, ante eso pudo ver que lo que decían en Osorno era verdad y finalmente se vio en la obligación”.

PREGUNTA.- ¿Cómo se gesta ‘La Caja de Pandora’ y a qué responde?

RESPUESTA.- Tiene un origen testimonial y profesional. Mi compromiso representando a las comunidades en la crisis que origina el obispo Barros en Osorno y que luego escala a nivel nacional, me llevó a dedicar la memoria de mi pregrado a abordar esta pregunta: ¿qué dice el Derecho al analizar la Iglesia Católica? Luego, es el mismo profesor guía quien me incentiva a publicarla y así nace esta trilogía. Recoge el testimonio vital de algo que me incumbía desde el 2015, más fuerte el 2018 con el destape de la crisis a nivel nacional, lo que coincide con el fin de mi carrera y me incentivó a dedicar mi trabajo intelectual a la Iglesia.

P.- ¿Cuál es el planteamiento central del libro?

R.- Que el abuso sexual, en el contexto católico, no es sólo un problema de los agentes, del cura abusador, sino un problema estructural. No niego que haya comportamientos patológicos en la Iglesia, pero son casos aislados. Es la institución que, al entregar un poder absoluto, omnímodo, a quienes le prestan servicios, permite y ampara a esas personas para que usen ese poder a su capricho, a su beneficio y de manera impune.

El poder que adquieren los abusadores lo reciben de la estructura, de la institución. Es el relato, el discurso institucional el que les confiere ese halo poderoso. Es por eso que afirmo que la institucionalidad es abusiva ya que está diseñada estructuralmente para disminuir al máximo a la persona humana, pese a que afirma lo contrario: defender y estar al servicio de las personas. La mayoría de quienes son parte de la institución, los laicos, están estructuralmente disminuidos frente a la jerarquía: diáconos, sacerdotes, obispos.

Falta hacer el ejercicio de abordar de este modo el problema para no seguir atacando las consecuencias, sino ir a sus causas; o para no seguir respondiendo preguntas equivocadas. Este es el principal riesgo hoy para la Iglesia: cambiar rostros, pero mantener la estructura.

Las propuestas

P.- ¿Qué propuesta central hace el libro para que la Iglesia no favorezca el abuso?

R.- Va en dos aristas: desjerarquizar la experiencia de fe a través de una propuesta ética que ponga de relieve el rol de la autonomía, del discernimiento personal. Que no sean otros los que me digan qué quiere Dios de mí; sino que la estructura se ponga al servicio de la persona para que decida por sí misma y favorezca el encuentro personal con Dios.

La otra arista es generar espacios de confianza lúcida, término que acuñó José Murillo, víctima de Karadima. Es significativo porque el riesgo que corremos, al sentirnos traicionados por esta estructura, es dar vuelta la tortilla y ser nosotros los que ejerzamos ese poder omnímodo, absoluto. No. Se trata de generar espacios de encuentro, de diálogo. No institucionalizar la sospecha paranoide, la desconfianza. En espacios de encuentro se trata de dar a las personas vulnerables una red de apoyo a la que pidan ayuda o ayuden a identificar una situación peligrosa. Para prevenir el abuso no se necesita tener más inquisidores o institucionalizar la sospecha, sino generar espacios de encuentro donde nadie sea sometido por el poder, donde los pastores no se coman los corderos, sino que nos podamos encontrar. Así garantizamos que quienes quieran vivir su fe, lo puedan hacer en ambientes seguros, confiables.

P.- ¿Qué efectos esperas lograr con la difusión del libro?

R.- Espero contribuir al debate, que este libro pueda ser consultado y sea un aporte con la mucha información que entrega, que se posicione como una propuesta alternativa entre los muchos espacios, teólogos y otras personas, que están luchando por un enfoque distinto respecto al abuso.

Para quienes no están en la Iglesia, espero que comprendan que este problema no es sólo institucional o privado, sino que nos involucra a todos. Es un tema que ataña a todo el país. Este problema de la Iglesia no debe preocupar sólo a los católicos porque es un tema de Derechos y estamos ante una institución que vulnera Derechos humanos, y frente a eso, es toda la sociedad la convocada a decir algo y tratar de superar esa situación.

Además, lo estamos difundiendo en este momento, cuando el país enfrenta un proceso de elaboración de una nueva Constitución Política. Allí debe quedar esta nueva forma de considerar a la Iglesia Católica, en que el Estado de Chile no siga siendo cómplice pasivo del actuar de la Iglesia, que además goza de muchos privilegios.

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