Zilda Arns, a 10 años de su partida

  • Se inspiró en el  paraje bíblico de la multiplicación de los cinco panes y dos peces para implementar una metodología que combina lo científico y pastoral
  • Sus hijos de sangre hoy comparten el mismo sentimiento con millones de hermanos salvados de la miseria y la muerte por ella, la gran madre de Brasil y el mundo

“Vida plena para todos los niños”. Se convirtió para la Pastoral da Criança Internacional (PCI) en el más grande legado de su fundadora Zilda Arns Neuman, quien durante 27 años entregó alma, vida y corazón por la niñez vulnerable del mundo. A 10 años de su desaparición física, lamentablemente en el terremoto de Haití, el 12 de enero de 2010, será recordada en los anales de la historia como la “gran madre de Brasil”.



Esta laica, con un profundo espíritu misionero, nació el 25 de agosto de 1934 en la ciudad de Forquilhinha, en el Estado de Santa Catarina al sur de Brasil, fue la 12 de 13 hermanos, hija de inmigrantes alemanes: Gabriel Arns y Helena Steiner. Su hermano mayor el franciscano Joao Crisóstomo Arns, reconocido pedagogo en el país amazónico por sus aportes a la educación, fue uno de los hermanos que más la motivó para que su vocación floreciera.

Ella misma, en su biografía publicada por primera vez en 2003 en la serie Testimonios brasileños a cargo de la editorial Leitura, recuerda que en la primera misa de su hermano mayor, fue la encargada de darle la recepción con la lectura de un poema, desde allí “nos convertimos en amigos por siempre”.

Paulo y su influencia

Zilda y su hermano el cardenal Paulo Evaristo

Otro de sus hermanos más amados fue el cardenal Paulo Evaristo Arns Neuman, arzobispo emérito de Sao Paulo, también franciscano, y quien en 1982 le pidiera crear la Pastoral de la Infancia, luego de una reunión que en ese entonces el cardenal sostuvo con el director nacional de Unicef, James Grant, en virtud de la gran tasa de mortalidad infantil por causas prevenibles.

La propia Zilda asegura que en su infancia y adolescencia tuvieron poco contacto, sin embargo nunca olvidará la vez cuando él regresó de Francia tras haber cursado su doctorado en la Sorbona, era sábado, “estaba lavando el piso y de la emoción lo abracé con las manos mojadas, qué alegría de verte”, alcanzó a decirle.

Ese momento para ella “fue una revelación”, porque él (Paulo) “se dedicaba totalmente a su misión espiritual y de educación”, por lo cual “siempre buscábamos la manera de coincidir en los meses de vacaciones”.

Echada de un hospital

Además de sus dos hermanos, tres de sus hermanas, Gabriela, Hilda y María Helena, se dedicaron a la educación y se consagraron como religiosas de la Congregación de las hermanas escolares de Nuestra Señora. Su padre siempre decía que “la educación es lo que más falta en este mundo y tiene el más grande poder para transformar”.

Sin embargo ella decidió ser médico a los 16 años. Su madre la apoyó en primera instancia, pero tiempo después, tras haberlo discutido, su padre y hermanos mayores, Joao y Paulo, durante una velada familiar de vacaciones, le dieron su visto bueno. Ella se sintió liberada, aunque “en mi corazón pesaba la responsabilidad por haber decidido sola los rumbos de mi futuro”.

En sus pasantías tenía la costumbre de cantarle a sus pacientes. “Les tarareaba canciones y les daba de palmaditas. Sentía que en mi presencia se sentían bien”. Sus profesores, pacientes y familiares admiraban su labor y entrega, pero en el momento que menos esperaba, la directora del hospital, una religiosa llamada Iris, sin ningún motivo aparente la despidió del hospital.

“Lloré por una semana. ¿Será que la hermana me habrá echado porque le cantaba a los pacientes?”, se preguntó una y mil veces sin encontrar una explicación. Tuvieron que pasar 42 años, ya cuando estando al frente de su gran proyecto de Pastoral de la Infancia, durante un encuentro regional, pudo encontrarse en un hogar de religiosas ancianas con la ya longeva directora, quien le pidió perdón y le explicó: “Eras muy bonita y tenía miedo que desperdiciaras tu carrera en el hospital”. Ese momento fue para ella uno de los más conmovedores de su vida.

El amor tocó a su puerta

El 26 de diciembre de 1959 contrajo nupcias con Aloysio Bruno Neumann

Su historia de amor fue muy particular. Conoció a Aloysio Bruno Neumann –su futuro esposo– a través de sus dos cuñadas, quienes también estudiaban medicina. Los Neumann eran una familia muy religiosa. Ella iba casi a diario a misa y coincidían. En una de esas ocasiones en la puerta del templo, Aloysio se ofreció a acompañarla hasta su casa. “Si es en plan de novios, olvídalo, porque voy a ser misionera”, dijo cortante.

Él fue persistente. Un sábado de gloria nuevamente la acompañó, en esa ocasión conversaron más. “No te preocupes, jamás seré un obstáculo para tus proyectos”, le dijo. Poco a poco se enamoraron, inclusive “terminábamos y volvíamos” pero “él no desistía”. Fue en su 5° año de medicina cuando ella decidió enamorarse de él decididamente.

El 26 de diciembre de 1959 celebraron sus nupcias, una semana después de su graduación como médico. Tuvieron 6 hijos y vivieron 18 años juntos. Aloysio falleció ahogado a sus 46 años en un accidente en Paraná mientras intentaba rescatar a una niña. “Cayó en un agujero, le dio un infarto, milagrosamente la niña sobrevivió”, relata Zilda.

Al encuentro del más necesitado

El mayor reconocimiento para esta médico pediatra será la Pastoral de la Infancia. “Todo comenzó en 1982”, afirma. En ese entonces su hermano el cardenal Paulo, arzobispo de San Paulo, le hizo una llamada. “¿Sabes cómo la Iglesia pudiera ayudar a salvar la vida de millones de niños que mueren de deshidratación por diarrea?”, propone su hermano. Esa noche cuando la llamó fue muy especial, según cuenta. De una comenzó hacer el proyecto, para ello rezó fervientemente.

“Pensaba en como comenzar ese trabajo para atender a tanta gente. Ese mismo trabajo hecho por la Iglesia debería ser replicable, barato, atractivo e inspirador del amor fraterno”, apunta y en su bagaje de recuerdos encuentra los años en Folquilhinha cuando su madre fue agente comunitaria. Las ideas sobraban, pero ¿cuál sería la metodología para llegar a las familias pobres? Pues precisamente para ser un trabajo de Iglesia debería tener un verdadero espíritu misionero de “un amor ferviente que no espera, sino que va al encuentro del más necesitado”.

Es de este modo como Zilda se inspiró del evangélico paraje bíblico de la multiplicación de los cinco panes y dos peces, donde Jesús da de comer a 5.000 hombres. “Adapté esa metodología del milagro al proyecto”, rememora en su biografía. Lo cierto es que a partir de este milagro comenzó a delinear una estrategia donde una amplia red de voluntarios –principalmente formada por mujeres y hombres  del propio barrio– eran adiestrados integralmente (en lo científico y pastoral) en cuidados de niños de 0 a 5 años y mujeres embarazadas, con visitas domiciliarias incluidas para acompañar en los chequeos médicos, prevención de enfermedades curables, promoción de hábitos saludables, elaboración de suero casero y la prevención de cuadros de desnutrición.

La primera cohorte de voluntarios inició labores en el año de 1983, en Florestópolis, bajo el auspicio de Geraldo Majella Agnelo, en ese entonces arzobispo de Londrina, una zona donde la mortalidad infantil era muy alta. Allí 127 niños morían por cada 1.000 nacidos, que luego de un año de implementada la metodología creada por Zilda bajó a tan solo 28. Poco a poco, con la venia de obispos y el entusiasmo de las madres y padres voluntarios se extendió por todo Brasil y el mundo.

Desde las periferias

Su vocación de madre la llevó a crear una de las más exitosas metodologías de atención de primera infancia en el mundo

El alma de Zilda recorre aún los recovecos de los barrios más pobres donde la Pastoral de Infancia hace vida desde hace 37 años, bajo los versos de un poeta alemán anónimo susurra: “El amor de madre (Mutter liebe) es grande como el mar/ es como las montañas, tan profundas y pesadas / es como el cielo, tan distante, tan distante/ el amor de madre es eternidad”. Sus líderes  pesan y tallan a los niños venezolanos, sus líderes le cantan a los niños de Mozambique, sus líderes bailan con los niños de Haití, sus líderes dan palmaditas en el hombro a los niños de Guatemala. Todos ellos siguen siendo ella en las periferias.

Sin duda la solvencia moral, profesional y pastoral de Zilda traspasaron almas. Ella siempre supo lo que era ser una Iglesia en salida, de allí radica su milagro social. En esa rebeldía, constancia, disciplina, amor, sensibilidad, entrega, inteligencia, están la mujer, laica y viuda que se confiesa en primera instancia madre. “Mi familia es mi entorno especial” y “Siento que mi misión es ser madre”. Sus hijos de sangre hoy comparten el mismo parentesco con millones de niños salvados de la miseria y la muerte por ella, la gran madre de Brasil y el mundo. Salve Zilda por siempre.

 

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