Osorno, un año después de Juan Barros

El actual obispo de la diócesis chilena, Jorge Concha, evalúa estos doce meses después de la crisis eclesial: “Hemos tenido que ir lentamente y con no poca fatiga, revitalizando lo que alguna vez tuvo”

No ha sido un año fácil para el Administrador Apostólico de Osorno. Reconoce que lo más difícil han sido “los prejuicios de unos con otros. Mucho prejuicio también hacia las miradas del contexto que hay en el episcopado, por ejemplo, o quizás ciertas desconfianzas de la mirada que tengo yo de las cosas. Pero creo que con acercamiento van poniéndose sobre la mesa esas miradas, esas apreciaciones y dejan de ser prejuicios”, confiesa en entrevista publicada por el departamento de comunicaciones de su diócesis.

Jorge Concha, ofm era obispo auxiliar de Santiago y fue nombrado a Osorno el 11 de junio del año pasado en reemplazo de Juan Barros Madrid, obispo que ese día dejó la diócesis a la que llegó el 10 de enero de 2015, en medio de fuertes críticas y gran polémica por su relación con el dimitido sacerdote Fernando Karadima.

Iglesia dividida

En la región de Osorno conviven grupos sociales y culturales muy diversos: una numerosa inmigración alemana actualmente es propietaria de fundos principalmente ganaderos, junto a huilliches, mapuche del sur, principalmente radicados hacia la costa. La diócesis, creada el 15 de noviembre de 1955, está dividida en 22 parroquias con un clero también integrado por un gran porcentaje de sacerdotes alemanes, muchos de ellos traídos como misioneros por el primer obispo, Francisco Valdés.

Los 3 años y medio con Barros como obispo fueron de gran controversia que provocó una fuerte división en la iglesia diocesana. “Laicas y laicos de Osorno” se autodenominó el grupo más crítico y movilizado que pedía la destitución de Barros a través de manifestaciones en el templo Catedral y gestiones ante la Nunciatura Apostólica en Santiago y la Conferencia Episcopal de Chile.

Durante la visita del Papa Francisco a Chile, en enero de 2018, Barros destacó entre los obispos, recibiendo manifestaciones en contra, pero con el respaldo del Papa. Sorprendió que pocas semanas después de esa visita, el Papa enviara la “misión Scicluna” para informarse de la situación de los abusos en Chile. El arzobispo de Malta, Charles Scicluna, y el sacerdote Jordi Bertomeu entregaron al Papa un informe de 2.300 páginas con detalles de esa situación y muchos testimonios. En abril, Francisco convocó a todo el episcopado chileno a Roma mostrando un cambio radical en su posición, acusando haber incurrido “en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada”.

Vidas crucificadas

La lectura del Informe Scicluna permitió al Papa afirmar que “todos los testimonios recogidos en ellas hablan de modo descarnado, sin aditivos ni edulcorantes, de muchas vidas crucificadas y les confieso que ello me causa dolor y vergüenza”, confesó el Papa. En Roma dijo a los obispos que sería necesario adoptar medidas de corto, mediano y largo plazo. Las primeras fueron las designaciones de Administradores Apostólicos en Osorno, Puerto Montt, San Felipe, Talca, Rancagua, Valparaíso y Chillán.

Así llegó Jorge Concha a Osorno. Sólo 3 días después que asumiera, llegó también la ‘Misión Scicluna’ que visitó el país por segunda vez, ahora con el encargo del Papa de pedir perdón a la iglesia de Osorno, en su nombre, por las afirmaciones que hizo de ellos. El 15 de junio, en una iglesia catedral colmada de fieles, Concha, Scicluna y Bertomeu pidieron perdón a nombre del Papa, arrodillados ante esa comunidad.

Entrevistado por su equipo de comunicaciones, al cumplir un año en el cargo, confesó que “el objetivo de mi misión aquí como administrador, fue trabajar en la búsqueda de la paz, de la unidad, del acercamiento entre todos, y me entregué a eso. Suscité el diálogo, escuché a mucha gente, visité a todas las comunidades, y siempre abierto a que hicieran preguntas, me puse a disposición de las personas. Con el paso del tiempo me di cuenta que no era suficiente, que la diócesis necesitaba una estructura que la hiciera caminar pastoralmente”, expresó Concha.

Tiempo de mayor paz

“Sí, la diócesis estaba decaída en términos de organización, y hemos tenido que ir lentamente y con no poca fatiga, revitalizando lo que alguna vez tuvo, y también poniendo novedad en algunas cosas porque la evangelización es un reto también para lo que sucede hoy día”, confesó, agregando que así “apareció la necesidad de reorganizar la pastoral, porque no se agota la misión con solo ‘abuenar’ a la gente, sino que hay que poner también objetivos específicos a lo que significa la evangelización; dar a conocer a Jesucristo, y para eso se necesita una Iglesia organizada para cumplir esa misión de la evangelización que tiene varios aspectos, desde lo social hasta lo sacramental”.

El obispo Concha reconoce que “el primer objetivo era lograr el acercamiento, que fue un esfuerzo y se notó. Tenemos que reconocer y agradecer que estamos viviendo un tiempo de mayor paz a nivel de relaciones de la Iglesia, que no es suficiente por supuesto. Los encuentros son de diálogo, de mutua acogida, y eso es lo más valioso, que podamos vivir como hermanos”.

Finalmente, agrega que “quizás no lo valoramos mucho porque estamos muy sumergidos en un ambiente tan conflictivo y miramos en menos estas cosas que son importantes: poder vivir, celebrar, participar de la Misa en paz. El que nos saludemos a pesar de las diferencias, es de un valor inmenso. Todo esto es fruto de un trabajo que se ha hecho y en el cual yo he sido uno más. Agradezco al clero, a los curas, a las personas que lo han hecho posible con voluntad y disposición, y a todos los fieles por sus oraciones”, concluye.

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