El papa Francisco aprueba las virtudes heroicas del marianista Domingo Lázaro

  • El sacerdote, fallecido en 1935, fue el primer provincial de la congregación en España
  • El postulador de su causa lo define como “un pedagogo, hombre de Iglesia y testigo de la fe”

Domingo Lázaro, SM

El papa Francisco ha aprobado el decreto que reconoce las virtudes heroicas del siervo de Dios Domingo Lázaro Castro, el religioso de la Compañía de María (Marianistas). Jorge Mario Bergoglio firmó ayer el decreto tras reunirse con el cardenal prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Angelo Becciu, y hoy se ha hecho público.

El sacerdote, nacido en San Adrián de Juaros (Burgos) el el 10 de mayo de 1877 y fallecido en Madrid el 22 de febrero de 1935, fue “un pedagogo, hombre de Iglesia y testigo de la fe”, como lo ha definido el marianista y postulador de la causa, Enrique Torres Rojas.

El padre Lázaro es uno de los referentes de la vida marianista en España “como pedagogo y educador, como hombre de Iglesia y colaborador con otras congregaciones educativas, como espíritu abierto a la renovación de la educación y la catequesis; y como testigo de su fe, por seguidor de Jesús, por marianista y por su profunda vida espiritual”, reconoce Torres Rojas. Y añade: “El testimonio profundo que nos dejó hizo que los marianistas españoles promovieran el estudio de su figura y su legado intelectual y espiritual”. Al mismo tiempo, decidieron abrir el proceso para que fuera declarado santo, que con el reconocimiento de sus virtudes heroicas da un paso más hacia los altares.

La importancia de la familia en la educación

El marianista fue el primer provincial de España, impulsor de la Misión Marianista y director del colegio Nuestra Señora del Pilar de Madrid, entre otros servicios que prestó en la congregación.

Para Domingo Lázaro, la importancia de la familia en la educación fue un tema recurrente en su pedagogía. En este sentido, dijo que “es preciso que los padres se preocupen –iba a decir se obsesionen– con la educación de sus hijos. Este es, deben decirse a menudo, nuestro principal deber profesional, el deber personal, esencial e ineludible de nuestra paternidad. En este punto la despreocupación no es lícita. Despreocuparse es abdicar y abdicar sería prevaricar. Pueden los padres tener varios ideales: ideal humanitario, económico, político, artístico, etc.; pero el ideal de los ideales, su ideal, es la educación de sus hijos. Todas las mañanas, al levantarse deberían formular un acto de fe en esta sublime misión”.

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