15 aniversario del 11-M: aprendiendo a perdonar lo “imperdonable”

  • En el aniversario de los atentados, Vida Nueva habla con Antonio Ávila, sacerdote y psicólogo que acompañó a las familias de las víctimas
  • En situaciones como esta, “las familias no reclaman nada”, dice el actual director del Instituto Superior de Pastoral

11-m

Un día como hoy, hace 15 años, Madrid vivía en su propia piel el horror de sufrir un atentado. Testigo directo de aquel 11-M en el que se perdieron 192 vidas fue Antonio Ávila, psicólogo y actual director del Instituto Superior de Pastoral, ya que estuvo en IFEMA acompañando a las familias de víctimas y desparecidos.

“Hace 15 años y, gracias a Dios, el tiempo cura muchas cosas”, dice a Vida Nueva, “pero probablemente nunca he sentido tanto dolor concentrado en un mismo lugar”. Un dolor que “se respiraba el dolor en aquella sala de espera donde estaban todas las familias y las personas que les acompañábamos”.

“Así, a primeras, uno no aprende nada de algo como esto”, declara, ya que de “la sinrazón, de la barbarie, uno no se puede quedar nada más que con el rechazo”. Sin embargo, Ávila subraya que es cierto que “uno aprende a tener las espaldas anchas, a seguir caminando, a descubrir que hay que afrontar cada día con coraje y valentía”. Pero, sobre todo, “se aprende a perdonar lo imperdonable”. Una situación compleja en la que Ávila recuerda también a quienes perpetraron los atentados: “Lo que no sabemos es, en cierta medida, hasta qué punto los que cometieron los atentados, al estar fanatizados, se podrían considerar víctimas”.

“Las familias no reclaman nada”

Ávila mantiene en su recuerdo, de una manera especial, a una familia a la que acompañó. “Había desaparecido una chica joven, de unos 20 años, que había cogido el tren para ir a la universidad”. Sus padres habían recorrido todos los hospitales, llamado a “todas partes de forma desesperada”. Pero, en torno a las 5 o 6 de la mañana, “llamaron para reconocer el cadáver”. Y efectivamente era ella. “Lo acogieron con mucha dignidad, pero con un dolor que te traspasaba”, recuerda.

En situaciones como esta, “las familias no reclaman nada”. De hecho, “más bien agradecen la presencia de quienes estábamos allí dándoles apoyo para lo que necesitasen”. “Creo que aprendí yo más de ellos de lo que les pude servir”, apostilla, recordando como la familia de aquella chica dio un gran ejemplo de cómo apoyarse unos a otros.

“A lo largo de estos años uno encuentra a muchas personas, otras muchas situaciones que enfrentar y en las que acompañar”, señala Ávila. Por este motivo subraya que “los creyentes tenemos que estar cerca del hermano y especialmente del que sufre”.

Pero a Ávila lo que realmente le preocupa es cómo se ejerce ese acompañamiento día a día, en las situaciones cotidianas. “A mi lo que me preocupa no es que ante situaciones como esta la Iglesia de la talla”, sino que la de “ante las situaciones que son menos mediáticas pero que vivimos todos los días, ahora mismo, como la cantidad de gente vulnerable que está llegando de Venezuela”, afirma.

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